En agosto de 1974 fueron fusilados nuestros compañeros de ERP en lo que se conoce como los sucesos de Capilla del Rosario, en Catamarca. Han pasado ya 50 años de estos hechos que marcan una época en donde el terrorismo de Estado se enseñoreaba contra las avanzadas de la clase obrera y nuestro pueblo.
Los sueños de nuestros compañeros y compañeras por construir una nueva sociedad sin explotadores ni explotados se vieron truncos. La lucha por el poder y la construcción de una sociedad socialista albergaban profundos sentimientos humanos, de los cuales estos compañeros masacrados eran exponentes de lo nuevo, de las aspiraciones de cambio que existían en la sociedad.
Hoy, con el paso de estas décadas, sentimos que nuestros compañeros y compañeras tenían razón respecto a las consecuencias que sufrirían explotados y oprimidos si esos ideales de cambio eran derrotados.
El capitalismo se ha vuelto más voraz y violento. Pero comenzamos a recorrer un camino de esperanza cuando nuevas generaciones sienten en sus corazones los mismos ideales de cambio de esta sociedad.
Brota el descontento con el sistema capitalista y a diferencia de las últimas décadas – a pesar del poder burgués- las ideas revolucionarias se van haciendo camino entre las mayorías que aspiran a “otra cosa”.
50 años atrás nada era fácil para las y los revolucionarios. Hoy también vivimos sensaciones de dificultades, distintas algunas, pero dificultades al fin. Sin embargo, lo esperanzador es que las nuevas ideas emparentadas desde una historia de revolución de nuestro pueblo y nuestra clase obrera muestran serios signos de romper las barreras ideológicas que hasta no hace mucho tiempo aprisionaban por completo a las grandes mayorías.
Es mucho lo que hay por hacer, pero hoy más que nunca sentimos en nuestros corazones que los ideales de nuestros compañeros y compañeras comienzan nuevamente a brotar. Y esta etapa de acumulación de fuerzas los tiene presentes porque son parte inseparable de este presente promisorio.