Todos contra todos


El parlamento burgués, de repente, aparece en el centro de la escena. Los defensores del sistema dirán que así debe ser, que allí es donde se produce la más alta expresión de la democracia. Y no se equivocan.

Sólo que habría que agregarle que esa más alta expresión de la democracia revela la mugre, la podredumbre, la decadencia y la crisis terminal de un sistema de dominación que se viste de democrático pero que, en realidad, disfraza la dictadura de una clase.

El parlamento fue noticia por las internas, las intrigas, las negociaciones, las lealtades y las traiciones que van y vienen, el intercambio abierto de prebendas y beneficios para tal o cual facción. En el medio de eso votaciones que, sin dudas, dejan mal parado al gobierno de Milei pero que, más allá de la hojarasca “democrática”, escenifican una crisis política de una envergadura impactante que atraviesa a toda la clase en el poder.

La Comisión Bicameral que “controla” a los organismos de Inteligencia quedó en manos de la autodenominada oposición; se rechazó el decreto que otorgó 100 mil millones de pesos a tales organismos (pero la plata ya fue gastada); se votó una ley de movilidad jubilatoria que va en contra de las intenciones económicas del gobierno nacional pero que no saca a la inmensa mayoría de los jubilados y jubiladas de ingresos de indigencia; se presentó en el Senado el juez Ariel Lijo, uno de los candidatos del gobierno para la Corte Suprema reconocido y probado integrante de la mafia judicial, sin que ninguna facción política lo incomodara con preguntas molestas. En todas esas circunstancias lo prioritario ha sido cómo cada sector de la representación política de la burguesía monopolista se posiciona para sacar una tajada para sí. Un arma de negociación y extorsión presente y futura entre las bandas en que se han convertido los partidos políticos burgueses.

Un “todos contra todos” a la hora de la puja económica y política por los negocios, mas no en la búsqueda de soluciones efectivas y palpables para la acuciante realidad del pueblo trabajador.

Nadie se salva. El peronismo jugando el denigrante papel de buscar cómo no se note tanto que sus votos servirán para que Lijo llegué a ser juez de la Corte. El radicalismo oscilando entre el apoyo/oposición al gobierno de acuerdo a los cargos que les concedan. El PRO de Macri marcándole la cancha a Milei con sus diputados y senadores para conseguir ministerios/negocios en el gabinete. Las bancadas legislativas oficialistas absolutamente desquiciadas a tono con los desquicios del ejecutivo. Para completar, una izquierda parlamentarista totalmente intrascendente, impotente, al punto de proponer, ante el seguro veto del gobierno a la nueva movilidad jubilatoria, el llamado a un paro general.

La falsa representación democrática del régimen de dominación capitalista se confirma nuevamente con las acciones que protagonizan el parlamento burgués y todas las fuerzas que lo componen. También es la confirmación de que ninguna de esas fuerzas ni esa institución tiene como fin defender los intereses del pueblo trabajador.

También lleva a confirmar la necesidad imperiosa de que la clase obrera, con un programa político totalmente independiente de la burguesía, que represente las aspiraciones, demandas e intereses de las mayorías populares, lleve adelante una estrategia de construcción de la alternativa revolucionaria basada en la materialización de un poder nacido desde abajo, desde donde las masas trabajadoras trabajan, estudian, viven cotidianamente, capaz de ser un poder que se enfrente al poder dominante con la capacidad real de derrotarlo y, desde allí, llevar adelante las transformaciones revolucionarias.

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