A tan solo nueve meses del gobierno de Javier Milei el desgaste del mismo, el creciente rechazo de cada vez más amplias capas de la población (asentado en un crecimiento exponencial del deterioro de las condiciones de vida), configuran una situación que ningún gobierno había atravesado en los últimos cuarenta años de democracia burguesa en un período tan corto de tiempo.
Al mismo tiempo debemos afirmar que ese proceso es paulatino, no se ha expresado todavía con la contundencia equivalente al ataque que estamos recibiendo el pueblo trabajador. Así se presenta debido a la no existencia de una alternativa política que no sea percibida por las masas como “más de lo mismo”, de todo lo que se ha venido rechazando y que, objetivamente, es una de las principales causas por las que Milei llegó al gobierno.
Entonces es necesario volver a referirnos a la caracterización del período de lucha de clases como de resistencia.
Y como cualquier etapa de lucha que se transite, la misma no es lineal; se presenta como una curva con bajos y altibajos, pero en una línea ascendente. Queremos decir, ni más ni menos, que es una línea de acumulación de fuerzas, de marchas y contramarchas, de ejercicio de la lucha desde las condiciones existentes y no de las que deseáramos que existan.
Consideramos de vital importancia tener conciencia de este proceso para que los estados de ánimo, las idas y vueltas del enfrentamiento clasista, no concluyan en la afirmación de que “nada pasa”. En hacer consciente ese proceso se encierra que debemos tener la convicción de que toda lucha, toda experiencia de movilización y enfrentamiento, aunque todavía no esté enmarcada en una estrategia política nacional, en una táctica unificada, aporta para que la burguesía no pueda acomodarse, no pueda superar su crisis política, no logre su objetivo de disciplinamiento político de la clase obrera y el pueblo.
Mientras las masas hacen su propia experiencia (la cual debemos acompañar e incentivar) la responsabilidad del partido de la clase obrera es mostrar los caminos para que se vaya acumulando desde una estrategia de lucha por el poder. Que esa experiencia sirva ya no solamente para una acumulación de luchas sino también de hacer crecer las perspectivas de tales luchas bajo una dirección política revolucionaria.
Allí entonces aparece la necesidad de ratificar una táctica que permita acumular en ese sentido, que otorgue una visión de confrontación de clase contra clase. Toda manifestación de lucha es válida, pero debemos decir que no toda manifestación de lucha acumula hacia una estrategia de poder.
Para que ello sea posible debemos pararnos desde los intereses de la clase revolucionaria, la clase antagónica de la burguesía, la clase obrera. Porque mientras esa clase no cuente con una estrategia y táctica propias seguiremos navegando en el mar de la confusión, del diversionismo ideológico, que es donde quiere la burguesía que nos quedemos.
La táctica propia de la clase obrera, que tiene como fin ir minando las bases políticas de su enemigo, de derrotar el plan del gobierno que hoy está encarnando los objetivos de ese enemigo, parte de reconocerse como la única clase que está en condiciones de levantar un proyecto político que aglutine los intereses del resto del pueblo explotado y oprimido.
Para ello es indispensable que las ideas de la revolución lleguen con cada vez más fuerza al seno de dicha clase.
A partir de allí, los límites de la lucha trascienden los marcos de las demandas sectoriales por lo que la clase de vanguardia tiene la necesidad y la responsabilidad de asumir la construcción de un poder de fuego y de enfrentamiento desde el terreno que más conviene a su estrategia de acumulación.
Ese terreno es forjar la unidad política desde las empresas monopolistas hacia el resto de la clase y de la población, allí donde se genera cotidianamente la riqueza que es apropiada por la burguesía. El terreno de lucha, organización, de unidad de intereses concretos de todas las capas desposeídas, lo debemos elegir en función de qué intereses enfrentamos.
Allí, en el corazón de la producción de la riqueza está el nervio más sensible de la clase enemiga, la clase que apuntala las políticas de este gobierno y de todos los que pasaron y los que vendrán. Incorporar la idea de una lucha “poder contra poder” nos permitirá materializar la idea de un poder no abstracto, que vaya a saberse dónde está asentado, sino la de un poder efectivo, real, que parte desde las unidades productivas en donde la burguesía planifica la explotación y la opresión que luego se presenta como la política que se “decide” en las corroídas instituciones del sistema.
Como dijimos, toda expresión de lucha acumula en la resistencia pero se trata de dotar al movimiento general de una táctica particular que dé perspectivas de acumulación en un camino de construcción revolucionaria, de organización de la lucha de clases, con el objetivo de derrotar a la burguesía y luchar por el poder para la clase obrera y el pueblo.