En la presentación del presupuesto 2025, que resultó un fiasco para quien espera a escuchar los números de la distribución y asignación de partidas para las diferentes áreas que hacen al funcionamiento del país, el presidente Milei dejó bien en claro (si sacamos en limpio el contenido concreto y dejamos a un lado el conjunto general de estupideces, conceptos y análisis sin fundamentos) cuál es el plan del gobierno.
Es decir, el plan de la clase dominante: el Estado debe ocuparse de sostener la estabilidad macroeconómica y de hacer valer el imperio de la ley. Todo lo demás, lo resuelve el mercado, en el mundo mágico de Milei.
Traducción: el Estado le garantiza los negocios a los grandes grupos económicos, y los palos a la clase obrera, los jubilados, los estudiantes, y al pueblo en general. Bien claro.
El feroz ajuste (base material de las astronómicas ganancias de varias empresas monopolistas) como ya sabemos, cierra solamente con represión. Esa es la función del Estado al servicio de la burguesía explotadora.
Y como así de simples son las cosas, así vamos dimensionando el enorme costo de la tragedia social que se profundiza mes a mes, semana a semana.
Alimentos por las nubes, medicamentos incomprables, el Pami que ya no cubre muchos de ellos, hospitales desmantelados, el costo del transporte prohibitivo, millones de niños y niñas que no cenan, cada vez más personas viviendo en la calle, jubilados al límite de la subsistencia, y un sinnúmero de etcéteras que dan cuenta de la vida miserable de millones de argentinas y argentinos.
Esto no va más.
Pero hay una única solución posible: organización y masividad en las calles, que desafíen los protocolos antipiquetes ahí en las calles y en las fábricas. Hay que enfrentar el siniestro plan del gobierno.
Organicemos la resistencia allí donde estemos: el trabajo, el barrio y los centros educativos.
Hablemos de política. Pregonemos la participación para decidir en serio.