Es repetitivo de nuestra parte, pero consideramos que no menos necesario, afirmar que el Estado es una herramienta de la oligarquía financiera, es decir, del sector más concentrado de la burguesía monopolista, para disponer de todo el poder de decisión a través del gobierno, el parlamento y la justicia, así como de todas las fuerzas represivas.
La burguesía se apodera de todo el capital social y dispone del mismo como si fuera de su propiedad.
Un claro ejemplo es el de las jubilaciones y pensiones que estuvo en el candelero durante las últimas semanas pero que, seguirá lastimando a esa franja de adultos mayores en forma directa y, a plazos, al resto de los asalariados, aunque estos no sufran hoy las consecuencias.
Los que hoy son jubilados, han aportado a las cajas correspondientes durante 30, 40 y aún más años de trabajo.
Ese dinero, según las leyes, el espíritu de la Constitución y toda la reglamentación que las instituciones estatales han creado y asegurado defender con la “Democracia”, es de propiedad del sector llamado pasivo (que de pasivo… ¡nada! pues una avanzada de los mismos lucha en las calles).
Sin embargo, los gobiernos de turno han dispuesto de ese capital social sin pedir permiso a nadie. Han remplazado el efectivo por bonos; han dispuesto de partidas para otros fines; han distribuido a aseguradoras esos ahorros con el argumento que los jubilados y pensionados se beneficiarían con los intereses, pero luego quebraron sin devolver los fondos; han disminuido los aportes que los patrones deben hacer (¡como parte de nuestro salario!) a las cajas, o bien, han permitido que empresarios no hayan aportado sin ser sancionados o multados con mayores erogaciones; y han ejecutado otros mecanismo con los cuales dichos fondos se fueron diluyendo con el tiempo. Las cajas han sido permanentemente vaciadas a lo largo de la historia.
Durante años, han manejado las cosas de tal manera, que pareciera que los montos de las jubilaciones fueron, son y deberían ser fijados por el gobierno de turno, a tal punto que se han dado el “lujo” de determinar jubilaciones mínimas, leyes jubilatorias, veto al 82% (Cristina Kirchner), Ley bases que prácticamente las elimina como tales (Milei).
Todo en una confusa situación en la que pareciera que son los gobiernos los que pagan las jubilaciones y pensiones, a pesar de que esos fondos constituyen aportes que pertenecen a los jubilados que aportaron durante decenas de años.
Pero esto es capitalismo, y la burguesía es, de hecho, la dueña de todo el dinero que circula en el país… y en el mundo. Si para disponer, incluso de los sueldos depositados en las cajas de ahorro, no podemos sacarlo todo de golpe… y si lo hacemos tenemos que declarar para qué lo vamos a usar. Tenemos que pedir permiso al banco, al Estado, al gobierno, en suma, a la burguesía para usar el dinero que es nuestro. ¿Es nuestro?
Recordemos el corralito del 2001 y la apropiación por parte de los bancos que luego de grandes luchas y muertes devolvieron los depósitos ya devaluados.
Pero volvamos al ejemplo de las jubilaciones. La voltereta de la realidad que nos muestra la burguesía, sus gobiernos de turnos y todas las leyes por ellos aprobadas y sancionadas, es que toda la sociedad toma como algo natural el mecanismo perverso, y es como si fuera lo normal: las jubilaciones las decide, las administra y las distribuye el gobierno de turno, siempre sujeto a las inversiones y utilización de los fondos para bancos, intereses y subsidios empresarios. Y esto es sólo un ejemplo que se replica en todo lo que producimos y la riqueza que generamos.
Tal es así, que la situación que día a día torna irrespirable la vida nos va mostrando con claridad que nada es de quienes trabajamos, construimos la riqueza y generamos los servicios, en pocas palabras, ponemos en funcionamiento diario al país. La burguesía dispone de todos los medios de vida y también de nuestro dinero.
La otra cara de la moneda está en las luchas de resistencia que, por diversos motivos: salarios, condiciones de vida, salud, educación, jubilaciones, protección del medio ambiente, derechos políticos y sindicales, se vienen dando en este contexto de resistencia a las políticas nefastas de la burguesía y sus gobiernos de turno.
Terminar con la apropiación de todos los medios de vida por parte de los parásitos burgueses es el único camino que tenemos para poder disponer de todo lo que creamos con nuestro trabajo, de nuestro descanso jubilatorio, y también del futuro para las nuevas generaciones.
Por eso, el camino de resistencia que venimos llevando en cada lucha dada en la fábrica, la empresa, el barrio o los ámbitos educativos o de salud, es lo que tenemos que profundizar y generalizar, para dar un paso necesario que es quebrar y derrotar el plan de gobierno.
Cada batalla nos organiza, acumula fuerzas, nos enseña y permite que nos apropiemos de nuestro destino que, lejos de estar prefijado, vamos trazando uniendo en cada acción los intereses de trabajadores y pueblo oprimido que hoy, parece, que son diferentes, aunque sólo están dispersos en la amplia geografía de nuestro país, y en las diversas líneas de la extensa red social, o escondidos detrás de cada reivindicación económica, política o social
Pretenden encerrarnos en la opción falsa de que debemos elegir entre este gobierno o volver, en las próximas elecciones, a un nuevo gobierno peronista o liberal radical, pero, sin embargo, hay otro camino. Un camino que parece más largo, pero es el más corto ya que, elegir a los de siempre o a alguien que se disfrace de distinto, sin cambiar las reglas, es volver a hacer lo que ya se ha hecho, conduciéndonos a una nueva frustración. Y esto es lo que hace imposible esta última opción que aparenta ser más fácil.
Esto tiene que cambiarse profundamente. No se trata de elegir buenos funcionarios para la misma maquinaria. Se trata de romper la maquinaria y echar a los funcionarios (los conocidos de siempre y los que se proponen como nuevos).
De eso se trata el camino revolucionario. De eso se trata la lucha en contra del capitalismo ya fracasado y por el socialismo. Con la clase obrera en unidad con el pueblo, generando y conquistando el poder, para despojar a la burguesía de todo lo que nos pertenece por derecho de nuestro trabajo y sacrificio ganado a fuerza de luchas y para construir un futuro de las mayorías y a favor de nuestros intereses de vida.