La situación salarial es muy grave, muchos de nosotros/as nos encontramos por debajo de la línea de pobreza.
La preocupación creciente por las medidas del gobierno, amenaza de veto de la ley y la propuesta de presupuesto 2025 no hacen más que agudizar la situación.
Pero no sólo queremos hablar de plata, sino de los efectos que esto genera entre nosotros, las condiciones de vida que empeoran cada día, la angustia que se va instalando, empeoran nuestra alimentación, nuestros hijos no pueden desarrollar sus actividades educativas, deportivas o recreativas, etc.
En muchos casos nos vemos forzados a buscar otros trabajos, o directamente a renunciar o pedir licencias. El fenómeno de expulsión es feroz.
Podemos decir sin temor a equivocarnos que el vaciamiento que producen estas políticas es cada vez más evidente. No sólo porque docentes y no docentes dejan la Universidades públicas, y con ellos/as perdemos muchísimo conocimiento acumulado en años y años de formación y conocimiento de las tareas, sino que muchos de las y los investigadores se ven obligados a buscar fuentes externas de financiamiento para continuar sus trabajos. Esto produce un giro en los planes científicos que se verán condicionados a tomar los rumbos de quien ponga la plata.
Se vacía de trabajadores y trabajadoras, y se vacía de sentido.
Hoy el desafío central que tenemos quienes somos estudiantes y trabajadores de las universidades es crear espacios propios de organización, que nos permitan tomar decisiones independientes de las burocracias sindicales y de las autoridades.
Los planes de arriba chocan con las necesidades de abajo. Es urgente que quebremos el estado de espera, de arriba siempre viene lo mismo: desmovilización y negociaciones a puertas cerradas.
Su mayor miedo es que nos salgamos «del plan», que desbordemos sus límites y realmente salgamos a pelear por lo nuestro. Salarios dignos y una universidad al servicio de las necesidades del pueblo. Conocimiento por y para las y los trabajadores.