Desde el subsuelo de la Córdoba proletaria se masera la rabia y el odio de clase ante la superexplotación


Desde los campos de Córdoba debemos denunciar una serie de actos de sobreexplotación y superexplotación por parte de la burguesía hacia el proletariado rural de la provincia.

El asunto va más allá de los malos salarios que afectan a cada trabajador y trabajadora a lo largo y ancho de nuestro país. En los campos de Córdoba, el proletariado rural e industrial se ve sometido a todo tipo de abusos: desde jornadas de 10 a 12 horas hasta casos extremos donde trabajadores han denunciado ser retenidos en sus áreas de trabajo hasta 30 horas de corrido por salarios miserables. Salarios que permanecen casi congelados en comparación al aumento catastrófico del proceso inflacionario actual, y carentes de toda organización para luchar por sus derechos.

En cuanto al proletariado rural, éste se enfrenta a enormes desafíos, como la privación de tiempo libre y afectación a su salud para aumentar la producción de las cosechas y el alimento para el ganado. Dicho sector de la clase trabajadora sufre el aislamiento, la mala gestión y hasta el abandono de la infraestructura con la que debe convivir y trabajar, los ya usados y rotos elementos de trabajos, como los caminos y los tambos, lo que no solo genera malestar laboral y problemas, sino también dificultades de abastecimiento.

A todo este conjunto de situaciones se debe sumar un aspecto interesante en cómo semejantes condiciones de explotación repercuten en el trabajador rural, y es en el aspecto psicológico.

Dependiendo de qué sector o qué tipo de producción estemos hablando (producción agraria, ganadera, etc.) existe una sumisión psicológica en el pensamiento colectivo rural, dicha sumisión implica el aceptar estas condiciones cuasi esclavistas del trabajo. ¿Por qué?

Las razones son varias, desde la propia competencia individual entre los trabajadores, la falsa creencia de la colaboración entre el patrón y el trabajador rural. Pero la razón que consideramos más importante es la familia del trabajador rural. Ya que si, parte de la preferencia de perfiles laborales de los productores tanto agrarios como ganaderos son de aquellos trabajadores que posean familia, debido a que mediante este factor que es el motor principal de vida del trabajador, para el patrón es el método perfecto de extorsión y disciplinamiento que le permite imponerle condiciones de trabajos inhumanas y la aceptación de las mismas del trabajador rural.

Esto sumado a otros factores como el de la presión constante de llegar con los tiempos de producción, la escasa ayuda que brinda el patrón para cubrir ciertas áreas del trabajo; genera una cadena de complicaciones que degradan anímicamente al trabajador, su familia entra en problemas (generalmente terminando en la separación) y culmina con que el trabajador pierde propósitos en la vida.

El campo y sus condiciones impuestas por el patrón terminan volviéndose para mal en todo lo que el trabajador rural conoce en su mundo, por más que el poco ocio que tiene en menor medida lo alivie, eso no implica que no recuerde que al otro día debe de seguir con la misma rutina explotadora.

Inclusive escala en peor grado cuando existen casos donde semejantes jornadas laborales generan en el trabajador un acostumbramiento, de modo que al cambiar de trabajo por uno con una jornada laboral menos demandante, el trabajador “no se halla a sí mismo”, esa jornada no es “normal” para él y termina volviendo a su antiguo trabajo. A su vez existen casos donde el propio patrón -al ver que uno de sus empleados se retira, ya sea por el pésimo salario o las condiciones inhumanas de trabajo- utiliza todas sus tretas para asegurarse de bloquear el camino a nuevos trabajos a aquel empleado que renunció, para mantenerlo en su propia empresa.

En resumen, el campo y el dueño del mismo son las cadenas eternas del trabajador rural, vive sometido a las necesidades y caprichos del patrón con respecto a la explotación de dicho medio de producción.

En cuanto al proletariado industrial, tampoco está mucho mejor, con denuncias de trabajadores que han denunciado jornadas continuas de ¡hasta dos días! en pequeñas fábricas lácteas.

Todos estos problemas para el proletariado, que condicionan su miseria, no serían tales sin la participación activa de los productores dueños de los campos, que tratan de exprimir al máximo a sus trabajadores para conseguir el mayor beneficio productivo. En algunos casos, cuentan con el apoyo rastrero y sutil de las intendencias locales, e incluso algunos dueños de fábricas lácteas ocupan intendencias y cargos políticos para asegurar sus intereses.

También hay que destacar el papel de las fuerzas de seguridad locales corruptas, que suelen hacer la vista gorda a algunos actos de superexplotación que desafían todo lo que se conoce como «derechos humanos», donde la adquisición de mano de obra barata ha llegado al punto de que se contrata y maltrata a personas con dificultades mentales con prácticas esclavizantes.

Los trabajadores rurales e industriales, aunque desorganizados y con opiniones políticas diversas, suelen manifestar su odio de clase con mucho resentimiento contra quienes tienen más, con frases como «los productores creen que todo el pueblo les debe a ellos» o «para ellos, los de abajo no somos nada; si ven a sus propios trabajadores en problemas o varados en algún camino, difícilmente van a ayudarte».

Una buena parte del proletariado de Córdoba está en descontento con sus condiciones laborales y de vida, y saben quiénes son los culpables.

Esto se ha visto en los incendios que esta querida provincia está atravesando, donde una gran parte del pueblo cordobés afirma que los mismos son causados por los propios burgueses para sus propios beneficios económicos, puntualmente del sector inmobiliario.

Es así como, desde las parcelas y las fábricas en el corazón del proletariado rural-industrial de los campos de Córdoba, emerge esta fuerte pero desorganizada rabia contra las acciones de los que más tienen y someten con su poder a la humillación y desdicha a millones de personas a lo largo y ancho de nuestro país.

 

Compartí este artículo