Hace pocos días la UIA emitió una serie de informes donde se detallan estudios estadísticos que expresan sus necesidades de clase en este escenario de crisis. De ellos hemos tomamos dos:
- Los indicadores laborales de la industria.
- Costo argentino, elementos clave para lograr competitividad.
Como no podría ser de otra manera los mismos exudan -por donde se los mire- los planes de gobierno de estas facciones monopolistas que pintan de cuerpo entero su hipocresía como clase explotadora.
Tras largas y redundantes tablas estadísticas sobre las variaciones de empleos y desocupación, por rama industrial y por sectores, por regiones, etc… el primer informe concluye que “Luego de la recuperación postpandemia y sin haber retornado a los máximos previos, el empleo industrial acumula desde agosto de 2023 una caída de 33.617 asalariados. (-2,8%).
Más allá de ser una cifra escasa que se toma como cierta, los medios presentan estos datos como una manifestación de la preocupación por la pérdida de puestos laborales en la industria intentando crear la falsa ilusión que con esta preocupación los monopolios (y a coro con ellos, los popes sindicales), piensan soluciones para los trabajadores en su conjunto.
Respecto de las perspectivas de productividad, “El porcentaje de empresas que espera que aumenten las horas trabajadas fue del 7,6%. Mientras que las que esperan que aumenten la dotación de personal fue del 5,8%”. Toda una definición que el informe ve como una expresión positiva.
Sin embargo, estas perspectivas “se ubicaron en terreno negativo tanto respecto de la cantidad de horas (-14,5%) como en el caso de la dotación (-13,9%)”. Aquí el terreno político se pone en evidencia. Si bien esta parte del informe no lo plantea en estos términos de hecho, en estas negativas expectativas burguesas entra de lleno la resistencia obrera frente a los ataques del capital. Que no solo enfrenta despidos, sino también rebajas salariales y el deliberado intento de aumentar las horas de trabajo con menos obreros, trabando sus planes.
Lo más significativo es que en ninguna parte se habla de las variaciones de salarios, y menos aún de sus reducciones, aunque si se habla de suspensiones y paralizaciones, sin siquiera la mención a las condiciones de pauperización a la que son condenadas las y los trabajadores pese a las supuestas preocupaciones por su falta de trabajo.
Deliberadamente la burguesía monopolista oculta que el salario forma parte de los indicadores laborales de la industria. Ocultando a su vez que en términos de su lucha intermonopolista este escenario de salarios paupérrimos es un aspecto central de su ecuación competitiva, de allí que dejan que el bufón de turno en el gobierno, justifique su papel de charlatán mentiroso respecto de esta cuestión, cuando afirma “que el salario y las jubilaciones le ganan a la inflación”.
Pese a la hipócrita preocupación por la pérdida de puestos de trabajo, en el segundo punto arranca diciendo: “La productividad de la industria argentina está por encima del promedio de América Latina y supera a la de los países industriales de la región (Brasil y México). Pero esa productividad puertas adentro de las fábricas se diluye”, “se pierde por la mala competitividad del país».
Este tesoro de productividad laboral que hemos alcanzado teniendo estos índices de desocupación -dicen los monopolios- puede y debe ser más productivo y más rentable aún. Si competimos con las reglas que nos convienen en términos de salarios y horas de trabajo, en flexibilidad laboral y contrataciones temporales y extenuantes, en reducción y transferencia de costos impositivos, de servicios, de transporte, de energía, mediante ajustes a los obreros y el pueblo. ¿Por qué? Pese a que utilizamos casi el 62% en promedio de la capacidad industrial instalada la productividad laboral es muy alta y se le debe sacar más el jugo en función de nuestras ganancias privadas. Por lo tanto, la competitividad que nos proponemos es extorsionar a los obreros para que se vean obligados a bajar la cabeza y trabajar 12 o más horas al día.
Un caso testigo de los tantos que abundan en este mundo empresarial “preocupado por la pérdida de puestos de trabajo”, es lo ocurrido apenas hace unos días con el cierre de una de las plantas avícolas de la empresa Granja Tres Arroyos del grupo GTA, que deja 200 trabajadores en la calle mientras que concentra toda la productividad y el ahorro de costos en la otra planta que posee la empresa, con jornadas de 12 o más horas de trabajo extenuante.
La crisis sanitaria por la gripe aviar, el cierre de mercados para la exportación, la disminución del consumo interno, no impidió a este monopolio orientar nuevas inversiones en una de sus plantas y dejar la otra librada al abandono. Junto con ello, una masa de trabajadores desplazados y otra sometida a peores condiciones de trabajo y salariales produciendo casi el equivalente a las dos plantas. Un cielo infernal en ambos lados de la realidad de la clase obrera.
Por lo tanto, la competitividad y las claves que propone la burguesía monopolista es salvar sus negocios en su propia crisis a costa que los obreros seamos obligados a bajar la cabeza y trabajar 12 o más horas al día. La competitividad es una cara de la moneda; la otra: el disciplinamiento y la esclavitud obrera.
El camino del enfrentamiento a esta situación es simultáneo con la organización de nuestras propias fuerzas proletarias e independientes.
Es un camino de resistencia donde se canaliza la bronca, donde se asimila la acción política para quebrar sus planes de gobierno y explotación cuando se lucha y se moviliza, se corre el velo de la ideología burguesa y comienza a flaquear su influencia que justifica dejarnos explotar hasta mas no poder.
Es un camino donde organizarnos como clase por y para nuestros intereses es constituirnos en partido revolucionario. Es un camino ineludible y necesario que comienza a madurar al calor de una resistencia que se manifiesta de una y mil formas cuyo denominador común es romper las cadenas de este sometimiento.