En el día de ayer, Milei amenazó con cerrar Aerolíneas Argentinas.
Sus voceros sindicales fueron los encargados de llevar desazón a los asalariados. Fue un día de dolor profundo. Ahora resulta que el viernes se abre el diálogo. De antemano se sabe que los “negociadores” traicionarán la historia de lucha del sector.
En un marco de incertidumbre para los trabajadores y trabajadoras de las aerolíneas se hace necesario precisar algunas cuestiones para que se pueda ir unificando la lucha contra una ofensiva del gobierno y del capital financiero que se mueve detrás de todo esto.
Pensamos que no hay que perder de vista dos cuestiones fundamentales.
Uno, es el tema salarial y el otro el deterioro de las condiciones de trabajo.
Tanto uno como otro han sido castigados por las diferentes administraciones nacionales y de la propia empresa. Se trata desde hace muchos años de políticas que lleva adelante la clase dominante para achatar nuestros salarios y lograr más productividad.
Este fenómeno no es nuevo y lo sustancial del momento es que esa política se la intenta profundizar con diferentes caminos y vías de engaño.
Las posturas políticas dentro de las empresas se corresponden con el interés empresarial de cada momento, en donde “la tercera pata”, los sindicatos, actuaron y actúan para facilitar el ajuste estructural. Unos lo hicieron de una forma, otros de otra, pero los une el espanto.
Ellos: gobiernos, empresas y sindicatos. A esta trilogía la mueve las disputas de negocios, al fin y al cabo, unos con sus negocios, otros con otros. Los une la política contra la clase trabajadora.
Nosotros: miles de asalariados que sufrimos los embates de las diferentes administraciones.
Entre ellos no hay “mal menor”, solo engaño o palos. Se alternan para lograr lo que han logrado: reducción salarial, peores condiciones de trabajo y despidos directos o encubiertos.
Desde esta caracterización los asalariados -que contamos por miles- debemos profundizar un camino independiente en donde comiencen a primar metodologías democráticas aplicando la democracia directa como se pueda y en las condiciones en que nos encontremos.
No hay una fórmula, pero se trata de implementarla uniendo en forma autoconvocada a quienes están dispuestos a resistir estas embestidas. Se trata de llamar a debatir y deliberar qué caminos debemos seguir para la lucha y por fuera de las diferentes mafias que llevan las políticas empresariales.
En ese camino no estamos solos. Por el contrario, somos la gran mayoría, pero a la hora de actuar hay disposición, pero no hay organización. Y es allí cuando se expresa nuestra debilidad como trabajador o trabajadora.
Tenemos que generar asambleas de otro carácter al que nos imponen los “señores” de los negocios, que son desgastantes, verticalistas, ausentes de toda democracia. Asambleas que apuntan contra quien levante la voz. Necesitamos asambleas de abajo, bien abajo, aunque las mismas sean aún pequeñas. Esas asambleas irán tomando nuevas formas e irán dando respuesta política desde nuestros intereses.
Repetimos: somos la gran mayoría afectada y solo resta empezar a organizar la resistencia diferenciándonos de los intereses que mueven a todos estos farsantes que dicen defendernos (la “trilogía”).
Recorreremos este camino con una ventaja: los pasajeros -a pesar de sus enojos momentáneos- nos demuestran su solidaridad y ello implica un cambio en nuestra sociedad. La gran mayoría de la población está sufriendo esta realidad, en donde diferentes bandas mafiosas utilizan el poder del Estado para ahondar nuestra opresión.