Peras con manzanas…


Por estas horas en todos los medios de desinformación del sistema, el “debate político” hace referencia a la reciente condena por corrupción en los tribunales de Casación de la ex presidenta Cristina Fernández; y al “ajusticiamiento” que hizo hoy el gobierno quitándole las pensiones de privilegio que recibe como ex mandataria y la pensión de su marido, también ex presidente (que dicho sea de paso sumaban unos cuantos millones de pesos).

No nos vamos a referir ni a una cosa ni a la otra, ya que ambas ocurren en el campo de la burguesía y son producto de sus disputas coyunturales en función de qué lado de la red cae la pelota en cada caso. Es más: si bien es cierto que para los planes hacia delante de la burguesía todos estos entreveros relanzan la famosa grieta “K anti K”, daría la sensación que para que perdure deberían tener a la ex presidenta jugando activamente en la cancha y no prohibiéndole jugar…

En fin, problema de ellos.

La realidad del pueblo trabajador va totalmente por otro lado. Ya sabemos que todas estas “contiendas” responden a los mezquinos intereses (electorales) de sus participantes y que nuestra vida real sigue oprobiosamente su curso remándola contra la corriente cada día.

Usamos en el título de esta nota ese viejo dicho porque –justamente- el mismo se utiliza cuando dos cosas o grupos de cosas no pueden prácticamente ser comparados.

Las ocupaciones de la clase burguesa, clase dominante tanto en el gobierno como en la “oposición” distan miles de kilómetros de los problemas de la gente de a pie. Esto es así y no necesita ninguna verificación, ya lo sabemos.

Por eso, lo que debe ocuparnos en verdad es cómo salimos de esto sin depender un ápice de ninguna de las facciones burguesas.

A todos ellos lo que los ocupa es problema de la tan anhelada gobernabilidad (y así se desenvuelven en el Parlamento, inclusive de espaldas a la gente que los votó) insistiendo en reemplazar la lucha de clases por una difusa contradicción entre personas “de derecha y de izquierda”, como si la política obedeciera a ideas de mentes bien intencionadas que luchan contra las mal intencionadas y no fuera un reflejo de los intereses materiales de las clases en pugna.

Ellos se unen para enfrentar al proletariado y al pueblo oprimido cuando ven peligrar alguna situación de privilegio puntual y ni que hablar su poder. La clase obrera, por el contrario, es la única clase que basa su futuro en la posibilidad real y factible de una unidad política de clase y con los demás sectores populares oprimidos, única vía para la solución definitiva de sus necesidades y aspiraciones de una vida digna.

Y es la que protagoniza con su descontento, desilusión, desengaño y acumulación de bronca, todo ese “ruido” que por más que la propaganda burguesa oculte, repercute en las entrañas de la clase dominante y su gobierno de turno.

Lo que nos tenemos que proponer es avanzar en un camino de resistencia activa y unidad, frenar sus pretensiones, poner palos en la rueda y no dejarlos gobernar en contra del pueblo, es el impulso que desde el campo revolucionario debemos intensificar.

Sobre todo, en los centros industriales más concentrados del país y desde allí, tirar de la cuerda para unificar a todos los sectores populares capaces de enfrentarse a la burguesía en el poder, su gobierno y el coro de intelectuales y propagandistas ideológicos o burdos empleados y empleadas a sueldo que sostienen sus mentiras.

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