Milei es la más elevada expresión de la caótica crisis política y económica que presenta el sistema capitalista.
Fueron unos días moviditos para “nuestro” presidente. Lo tuvieron como “maleta de loco”, de aquí para allá (con nuestra platita).
En donde estuvo y a quien visitó, fue humillado.
En el G20 lo apretaron de todos los rincones y le dijeron con voces “amigables” ¡vení y firmá! Para “loquitos” hay otros con más poder.
Este “buen hombre” puso la firma sin chistar, se enteró que en el mundo la lucha interimperialista está sujeta a la lucha de clases. El documento de “ayuda a los pobres” convenido en ese circo llamado G20 intenta advertir que en el muy abajo de los pueblos el horno no está para bollos y que en los últimos tiempos la cadena de distribución de mercancías se ve azotada por una ola de huelgas que paralizan puertos, aeropuertos y rutas estratégicas por donde circulan las mismas.
El desorden del sistema capitalista afectó la foto familiar del G20: tres presidentes llegaron segundos tarde y no salieron sus afables figuras. Entre ellos Biden.
Pero nuestro presidente para no ser menos, al cierre del evento no se presentó al círculo fotográfico,
“el mundo quedó preocupado”…
Parece que pasó tanto tiempo desde el encuentro humillante con Trump, donde a Milei le sacaron el micrófono, literalmente, cuando ya nadie en el auditorio escuchaba la sarta de estupideces que salían de su boca.
Así humillado volvió a nuestro país y Macrón pasó por la Rosada sin pena ni gloria, hizo “un saludo a la bandera” y ratificó su postura pro productores de Francia en el dilatado acuerdo del Mercosur. Macrón entiende la lucha de clases. Si firma un acuerdo anti productores se le “incendia la pradera”.
Ya en Brasil y el “biógrafo” circense que hacen con Lula, ambos firmaron un acuerdo multimillonario por el gas de Vaca Muerta. “Los negocios son los negocios” y los monopolios obligaron a los mandatarios a comportarse como tales.
Xi Jinping no fue la excepción, “te doy unos minutos y portate bien”. El humillado no tuvo más remedio que sacarse la foto con el “comunista” y esperar a que se respeten los mandatos de la gran potencia. El presidente se desespera por una moneda, lo sabemos.
El plan de gobierno es la rapiña de nuestros recursos humanos y materiales y en ello -por ahora- le va muy bien. Su servilismo es ejemplar en el mundo de los negocios y el mercado, no hay rubro de rapiña que le vaya mal. Ese es el éxito que agitan y propagandizan.
Sin embargo, cuando el G20 estaba reunido en su burbuja, por fuera de las cuatro paredes la semana advertía la negativa de los pueblos del mundo a las guerras fundamentalmente en Europa y EEUU, sendas movilizaciones en Grecia, Egipto, gobiernos en crisis como el caso de Alemania e Inglaterra en Europa, un medio oriente incendiado, África y América Latina con crisis políticas estructurales como Bolivia, Perú, Haití, Panamá. Una semana en donde los pueblos se hicieron sentir, dan su apoyo al pueblo Palestino y amenazan la cadena de distribución, meten aliento en la nuca a las instituciones caducas e inoperantes de la burguesía monopolista.
Un mundo y un sistema capitalista a la deriva que sostiene personajes ridículos que puedan garantizar gobernabilidad momentánea. Se calcula que de los 72 millones de votos de Trump, solo 2,5 millones lo votaron por convicción, no fue así en su primera elección. El pueblo norteamericano profundizará su movilización por arrancar conquistas y a ello se le llama lucha de clases. Es lo que ronda en cada encuentro “multilateral”. El próximo Davos de enero del 25 promete más anarquía para el sistema capitalista.
Cuando las inversiones en bienes de capital a mediano y largo plazo no llegan a nuestro país, aunque tengan condiciones leoninas que los benefician, es porque la desconfianza sigue reinando. Sólo la timba financiera con posibilidades de ganancias urgentes se hace presente. Todo es más dolor para explotados y oprimidos.
El mundo está diciendo en boca de los proletarios y pobres del mundo que las cosas así ya no van más.