¿»Cebollitas de verdeo» o repudio a las instituciones?


No hace muchas semanas atrás el presidente de Corea del Sur hizo alarde de «una compra de cebollitas de verdeo», muy “baratas” por cierto en un paseo por un puesto comercial. Este “buen hombre” no se percató que era un gancho para llamar la atención en un momento que ese alimento tradicional de ese país había aumentado sideralmente.

Inmediatamente el pueblo coreano salió masivamente con ramilletes de ese producto ridiculizando a al presidente. El gobierno prohibió ese tipo de manifestación y la respuesta fue aún mayor. La cebollitas se usaron de anillos, de colgantes, de pulseras… mostrando el repudio a tal declaración. Tampoco fue menor la huelga de los trabajadores y trabajadoras de Samsung, la primera en la historia de ese país contra una empresa.

Crisis política en Corea del Sur, Alemania, Francia, Grecia, Japón, Georgia y así podríamos seguir nombrando Estados en todos los continentes.

En estos países existe tal inestabilidad, que sus parlamentos, sus aparatos de justicia, y los poderes ejecutivos no logran frenar el fuego cruzado. Porque de lo que se trata es de centralizar el “negocio”. El sistema capitalista necesita concentrar en política lo que ya está concentrado en economía, y allí la disputa -se disfrace de lo que se disfrace- seguirá siendo por el mercado.

Porque la tendencia -que debería ser a una mayor concentración política de la clase dominante- encuentra escollos cada día.

El ejemplo del pueblo Coreano -saliendo a manifestarse con sus cebollitas de verdeo- no sólo agudiza la complejidad política por arriba, sino que da rienda suelta a la necesidad de los pueblos de ampliar sus derechos políticos y democráticos.

Es muy curioso y a la vez tragicómico cómo desde los enfrentamientos por arriba uno de los contendientes siempre  es “comunista”, (si lo sabremos con Milei). No hay países comunistas pero la culpa es de los comunistas.

La oposición del actual gobierno de Corea del Sur es “comunista”, esa es la acusación. Y el “parlamento está lleno de Coreanos del Norte”. Ni que hablar de Japón. Ahora la oposición -con fuerza de poder gobernar ante la crisis política- es aliada de China.

El escándalo por arriba de gobiernos tambaleantes son sacudidos por semanas de grandes demostraciones de luchas obreras.

Huelga de obreros de VW en Alemania,  y 200 fábricas cerradas esta semana en Bangladesh por huelgas obreras poniendo en vilo la cadena de distribución de textiles y zapatillas entre otras industrias. 10 días de huelga en el mes de diciembre en YRYO, trenes de alta velocidad en España, en el mes de octubre 45.000 estibadores dejaron de trabajar en la costa este y sur de los EEUU , huelgas aeronáuticas en el Noroeste de la costa del Pacifico, y ni que hablar de la huelga en Boing, huelga en 20 países de los trabajadores de Amazon (y lo que esa huelga globalizada significa para la cadena de distribución de mercancías).

No queremos aburrir a nuestros lectores con ejemplos que brotan por centenares. De lo que se trata es insistir en la idea que la lucha de clases -aunque no tenga prensa- golpea duramente a todo el aparato institucional de los Estados burgueses.

No hay ni habrá estabilidad política y ello va para todos los Estados. Las tendencias de las clases fundamentales (burguesía-proletariado) en disputa son antagónicas, y la fase de conciliación de clases que pretende la burguesía en el poder, está preñada de contradicciones.

El cuento de la zanahoria y el garrote está desgastado. Los pueblos se rebelan y lo seguirán haciendo. Pero la burguesía -como clase dominante- siempre da respuesta a su gobernabilidad y lo hace como puede, pero lo hace.

Se trata entonces que en estas épocas de caos, en todos los sentidos, insistamos una y mil veces que solo un cambio revolucionario podrá ir resolviendo las aspiraciones de una vida digna que el sistema capitalista ya no es capaz de ofrecer, cuando su clase dominante, la burguesía, está atravesada por lo peor que una sociedad humana pueda tener.

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