Se resiste, lo cual implica la necesidad de avanzar en acumulación de fuerzas políticas que permitan cambiar la correlación de las mismas para elevar la calidad del enfrentamiento al plan de gobierno.
En primer término, debemos aclarar que la clase obrera ha dado muestras de esto, el último mes la calidad de esa resistencia mostró facetas que acumulan en una dirección correcta.
Varios artículos hemos publicado respecto a esto en nuestros diferentes medios.
En resumen:
1) En varios conflictos de empresas se actuó como clase.
2) Se practicó de hecho la democracia obrera.
3) Aparecieron avanzadas obreras que -aún en pequeños núcleos- comienzan a erigirse en alternativas a todo lo podrido que emana de las estructuras sindicales-empresariales.
Sin embargo, ese estado de resistencia no es suficiente si no es parte de un plan político que dirija el golpe principal contra el plan de gobierno.
Es allí en donde deberemos aplicar lo central del actual análisis político de fuerzas entre las clases antagónicas. Sabemos que lo nuevo que aparece aún viene en contadas dosis.
Los tres puntos antes planteados los tenemos que politizar y hacerlos conscientes. Entendemos que los mismos van asomando en la actual resistencia, pero -a decir verdad- aún la clase que lo está llevando a cabo no es consciente de lo que ello está significando en la actual resistencia.
No se trata en lo fundamental de inventar “nuevas” metodologías o “esclarecer” a la clase para “crear alternativas” políticas que no conduzcan a nada.
De lo que se trata es elevar al plano de la política revolucionaria. Lo que nuestra clase obrera y nuestro pueblo ya está haciendo por sí mismo.
A modo de ejemplo: en varios conflictos ante la traición estructural de los sindicatos empresariales, se practicó de hecho la democracia obrera, el debate entre compañeros y compañeras, la asamblea surgida desde abajo posibilitó frenar la ofensiva de las patronales con suerte dispar.
Pero lo hecho, hecho está y es allí en donde hubo avanzadas que ocuparon el espacio abandonado por la traición de burócratas que ya están pagando muy caro un accionar detestado por trabajadores y trabajadoras. Pero aún predomina el vacío político.
Esa democracia obrera aplicada de hecho las y los revolucionarios deberemos profundizarla al plano político. Porque en ese debate con quienes han tomado el puesto dirigente de lucha deben saber qué es la democracia obrera, de por qué lo hecho tiene un valor incalculable para que la clase obrera se perfile como la clase capaz de desplegar su propuesta política frente a todo el pueblo explotado y oprimido.
Hacer consciente lo que se está haciendo, no inventar desde cuatro paredes con aspiraciones electoralistas el qué hacer.
Aún lo dominante en el proletariado “es esperar” a que alguien se ponga al frente de la lucha.
Este es un freno ideológico para avanzar cualitativamente en la resistencia.
Las y los revolucionarios deberemos centrar nuestros esfuerzos y en ello es importante el papel que jueguen las nuevas avanzadas para superar una etapa donde aún se espera “que alguien nos salve”. Nada que esperar de arriba. Si de abajo no nos comprometemos como fuerza de clase e independiente, todo esfuerzo de lucha será efímero, pasajero.
Hay avanzadas que comienzan a sentir la necesidad de romper el límite de la lucha económica, y es allí en donde no debemos subestimar las tareas revolucionarias que están muy lejos de “bajar línea” a una clase que puja por resistir los atropellos de la burguesía monopolista.
La timidez para plantear la táctica revolucionaria estaría por detrás de lo que hoy pretenden las avanzadas. Táctica no es “bajar línea” es una conducta política que suma a la independencia de clase.
Nunca deberemos olvidar que la clase dominante provocó una derrota ideológica en la clase que lleva décadas y ello pesa de sobremanera. Pero de allí a subestimar la posibilidad de quebrarlos desde la lucha política es otra cosa.
La táctica política de resistir el plan de gobierno y a la vez organizar la resistencia desde el concepto de democracia directa que tiene un profundo contenido ideológico. Y en ello los revolucionarios deberemos persistir una y otra vez.
Reivindicamos las luchas proletarias que han tenido un contenido de unidad de clase por sobre las pujas y mezquindades que quisieron imponer las burocracias pro patronales.
Reivindicamos que se siga debatiendo en cada sector, bien abajo, la situación política y alentamos a que esas avanzadas sigan una dinámica de autoconvocatoria, en las condiciones que se pueda, para afianzar la organización política desde cada puesto trabajo. Hay verdaderos intentos de unidad de clase por abajo, son embrionarios, pero son pasos necesarios de esta etapa.
La clase dominante está obligada a pisotear nuestros derechos adquiridos, ellos no cederán en sus pretensiones de disciplinarnos para lograr más productividad. O sea: achatar nuestro poder compra con salarios de pobreza.
Pero nuestra clase tenderá, no solo a defender como lo está haciendo sus derechos adquiridos con “suerte” dispar, sino que avanzará en aspiraciones democráticas con las herramientas que de hecho ya está construyendo. Pero, reiteramos: hay que hacer consciente su valor como herramienta de poder político de clase.