En muchos de nuestros artículos y contenidos audiovisuales planteamos que el sistema capitalista atraviesa una crisis.
Esa crisis no tiene una sola faceta y hemos analizado sus manifestaciones de diferentes maneras. Como así también hemos denunciado que las “soluciones” que proponen para superarla, inevitablemente, producirán más padecimientos a millones de seres humanos en el mundo.
Las y los revolucionarios analizamos las cosas con una óptica de clase, nuestro concepto de crisis es distinto al que hablan las clases dominantes. En primer lugar, nada tenemos que ver con proponer soluciones desde la concepción de crisis que la burguesía aplica.
El capitalismo es el origen de todas las crisis pues el capitalismo vive en crisis permanente. Y así hace vivir a millones de seres humanos en el planeta.
En el modo de producción capitalista si hay “viento de cola” tenemos que trabajar más, sacrificando horas junto a nuestra familia y seres queridos, de recreación, de descanso; al mismo tiempo que vemos cómo las riquezas que generamos se concentran cada vez más en manos de unos pocos capitalistas. Y cuando los tiempos son de “depresión” el que más sufre también es el que vive de su trabajo, ya que los capitalistas imponen, primero que nada, restricciones y medidas que apuntan a superar esas crisis con el menor costo posible para su clase.
Hablamos de la crisis general del capitalismo, ya que en este sistema las crisis son parte integral del mismo. En la época del imperialismo se acentúa la anarquía de la producción, empeoran las condiciones de vida de los pueblos y la concentración económica y la centralización de capitales agudiza las contradicciones de clase.
“Los modernos, gigantescos truts ponen en evidencia, de modo bien palpable y en inmensas proporciones, que el capitalismo marcha hacia la bancarrota, tanto en el sentido de las crisis políticas y económicas aisladas como en el del hundimiento completo de todo el régimen”. Esta frase de Lenin, publicada en el texto Marxismo y revisionismo de1908, cobra absoluta vigencia en los momentos actuales, cuando todas las usinas de la burguesía intentar limitar el problema a lo económico o a las “guerras comerciales”.
Está claro que esto implica necesariamente enormes padecimientos en el nivel de vida de los pueblos, así como tan profunda, extensa y aguda se ha convertido la crisis política del sistema capitalista en su conjunto.
No sólo se ha derrumbado la irrealidad de que algún día el capital se va a derramar y vamos a vivir mejor; va quedando claro el papel de los gobiernos y las clases dominantes y su carácter expropiatorio y reaccionario, lo que ha abierto una ola de demandas y reacciones sociales que son la base de una época de turbulencias para la burguesía y un incremento, en cantidad y calidad de lucha de clases abierta.
Cada vez es menos lo que pueden hacer los gobiernos para convencer a las masas, y todo mucho más allá de “las reglas de la economía”. Cada vez se ve más claro el funcionamiento de las instituciones del Estado, de las empresas y los políticos a su servicio, el papel deformador de los medios de comunicación; la hipocresía y la mentira quedan al desnudo. Crece un cuestionamiento que es social, político, cultural y hasta moral. La podredumbre aflora y las masas, a través de la lucha y la movilización callejera la ponen de manifiesto aún más.
No puede negarse que la situación que mencionamos abre las puertas a la posibilidad de un nuevo ciclo de cambios en el mundo. Como que para ese lado quisiera ir la Historia.
Pero a no engañarse. Nunca olvidemos que es imprescindible la participación directa de las fuerzas revolucionarias para que el capitalismo caiga definitivamente y una nueva época de la Humanidad comience.
Es determinante entender de qué crisis hablamos, en qué etapa se encuentra la misma en la actualidad y hacia dónde debe marchar la vital lucha que los pueblos van emprendiendo con fuerzas renovadas.
La crisis del capitalismo que las resuelva el capitalismo (si es que puede).
Las y los revolucionarios hagamos lo que tenemos que hacer.