Los últimos meses de 2024 trajeron noticias referidas a la crisis grave que atraviesa la economía alemana, expresada principalmente en los problemas de una de las industrias en la que supo ser vanguardia, la automotriz. Su marca emblema, Volkswagen, anunció una caída del 64% en las ganancias del tercer trimestre 2024. En simultáneo con esa noticia, la multinacional germana anunció el cierre de tres de las diez plantas que producen en el país, hecho inédito en más de 80 años de existencia.
Pero las dificultades de VW son parte de los problemas que la economía alemana, que supo ser el puntal de la Unión Europea durante décadas, atraviesa desde hace algunos años. Recesión en 2023 y 2024; caída de la producción en todas las ramas de la industria y de las exportaciones; aumento de la inflación y el desempleo; una infraestructura vetusta que ha perdido un amplio terreno en la competencia inter imperialista mundial; en síntesis, una economía capitalista en una crisis de proporciones en el contexto de una crisis más amplia de súper producción del capitalismo a escala mundial, pero que por el papel jugado por este país en las últimas décadas, podríamos decir, es un caso testigo del declive del modo de producción capitalista.
No buscamos en este artículo desentrañar las causas más generales y las particulares de la crisis alemana. Nos interesa hacer conocer, en parte, cómo planea superar la situación la burguesía monopolista de ese país.
El 4 de diciembre de 2024 el Gabinete Federal adoptó la Estrategia de Seguridad y Defensa Nacional. Este plan vino precedido por declaraciones del ministro de Defensa, Boris Pistorius, que en junio había afirmado durante una sesión de la Cámara baja en Berlín, “debemos estar preparados para la guerra en 2029”.
Los lineamientos principales esbozados por el citado gabinete, presentados por el ministro de defensa, mencionan: «para la capacidad de defensa de Alemania es decisivo tener en el país una industria armamentística innovadora y potente. Sólo así podremos desarrollar modernos sistemas de armas -también en cooperación con nuestros socios- y producirlos en cantidad suficiente”. «Las amenazas actuales exigen que fomentemos tecnologías claves en Alemania. Al mismo tiempo simplificaremos las cooperaciones europeas e internacionales. Con ello se hará más fácil cubrir vacíos en las capacidades de la OTAN. Con la estrategia de seguridad y defensa abrimos un nuevo capítulo en las relaciones entre el estado y la industria de acuerdo con el sentido del giro de esta época» (https://www.infobae.com/america/agencias/2024/12/04/berlin-aprueba-estrategia-de-seguridad-basada-en-cooperacion-con-industria-armamentistica/).
Como se aprecia claramente en estas declaraciones, la estrategia del gobierno alemán para superar su crisis es impulsar una economía orientada hacia la guerra, impulso que expresamente afirma que un capítulo nuevo se abre entre el Estado y la industria de armamentos.
Esta estrategia claramente definida hacia una política guerrerista se basa, en lo fundamental, en orientar todos los recursos que sean necesarios por parte del Estado hacia el cumplimiento de la misma. Ello implica que el peso de esas decisiones caerán sobre las masas trabajadoras, tanto en lo que implica la producción como el reclutamiento. Por eso el plan también incluye el cambio del servicio militar voluntario al obligatorio.
Al mismo tiempo, los recursos para las inversiones estatales destinadas a la guerra serán los que se recorten de prestaciones del Estado a la salud, la educación, la seguridad social, etc.
La ecuación es clarísima: reorientar la economía hacia la industria bélica como forma de “superar” la crisis estructural de la economía alemana, en el marco de la crisis estructural del capitalismo.
Nos referimos al ejemplo de Alemania no porque sea el único; sí porque es el más desembozado plan que una facción de la oligarquía financiera internacional levanta para intentar superar la crisis capitalista.
Como ya ocurrió en otras etapas de la historia reciente, las guerras inter imperialistas tienen como telón de fondo la lucha por el reparto de los recursos y áreas productivas en el planeta, al mismo tiempo que son el vehículo para lograr una inmensa cantidad de destrucción de fuerzas productivas que permita la generación de un nuevo ciclo de la reproducción ampliada del capital. Destruir primero con la guerra para luego reconstruir sobre las ruinas provocadas.
Estas intenciones de importantes sectores de la burguesía monopolista mundial se producen en un marco general de lucha de clases en el que los pueblos del mundo rechazan las actuales políticas de recortes y las opciones guerreristas que se insinúan como la solución. El propio caso de Alemania es ejemplo de lo que decimos; en 2024 se produjeron expresiones de lucha en diversas ramas productivas y de servicios de ese país, en un contexto de alza de la lucha de clases en diferentes regiones del planeta.
Incentivar y promover la lucha de clases en cada país es la respuesta más contundente con la que cuentan la clase obrera y los pueblos contra la guerra y toda política que la clase dominante promueva para atenuar la crisis capitalista.
La crisis estructural del modo de producción hace propicia e indispensable la necesidad de construir alternativas revolucionarias encabezadas por la clase obrera que luchen por el poder como única salida a la crisis, las guerras y todos los sufrimientos y calamidades de la que es capaz el capitalismo.