Los medios masivos publican con gran pompa que el riesgo país cayó más de 100 puntos en su tobogán descendente desde hace meses, llegando a un récord de 448 puntos básicos desde mayo de 2018.
La calificación la realiza y publica el JP Morgan, autoridad muy respetada en el mundo de las finanzas que abarca a toda la gran burguesía mundial acreedora de todos los Estados del mundo, incluidos países como Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania, Canadá, que son considerados países altamente desarrollados.
No es que China, India, Rusia y otras potencias mundiales no tengan deudas con los fondos de inversión…, sólo que toda la runfla burguesa, política y mediática de nuestro país, toma como referencia a las grandes potencias denominadas “occidentales”.
Pero veamos una pequeña muestra de esta “autoridad” económica financiera mundial que califica la confianza para invertir capitales en los países del mundo.
El JP Morgan, a pocos días de que el gobierno de Macri obtuviera el préstamo de 45.000 millones de dólares otorgado por el FMI y avalado fundamentalmente por el fondo de inversión Black Rock, cobró 8.000 millones de dólares en una acción lo más parecida a un golpe de mano.
El mismo Macri, años más tarde, reconocería que dicho préstamo “fue solicitado para pagarle a los bancos comerciales que se querían ir por miedo a que volviera el Kirchnerismo”
Esa misma entidad JP Morgan, en 2015 desembolsó 100 millones de dólares que pagó a distintos inversores, o más precisamente, especuladores, por manipular el mercado de las divisas junto a otros bancos tan “prestigiosos” como lo son Bank of America Corp, Barclays Plc, BNP Paribas SA, Citigroup Inc, Credit Suisse Group AG, Deutsche Bank AG, Goldman Sachs Group Inc, HSBC Holdings Plc, Morgan Stanley, Royal Bank of Scotland Group Plc y UBS AG.
Mientras el gobierno y el coro de burgueses y medios de desinformación cantan loas a la calificación del JP Morgan para Argentina y se estimulan entre sí y en forma onanista, vociferando que ahora Argentina es confiable para el mercado de capitales y esperan la lluvia de dólares que el gobierno les prometió en campaña y ratificó a diario, meten presurosos las manos en los bolsillos para guardar los dineros que se llevan con el “carry trade” o, hablando en criollo, la bicicleta financiera que genera un interés mensual en dólares del 8%, lo cual representa un 252% anual en relación al capital invertido.
Pero, ¿de dónde sale esa masa de dinero?
¡Sí, acertó querido lector! Del trabajo de obreros y proletarios en general. También de la depresión de salarios, achicamiento de la masa salarial vía despidos, los recortes a jubilados, educación, salud, vivienda social, y otros fondos de carácter social. Ésta es la corrupción estatal que lleva adelante el gobierno que dice combatirla: el esfuerzo social es para beneficio de los grandes monopolios industriales y bancarios que conforman la oligarquía financiera.
Corrupción y saqueo del esfuerzo de los trabajadores y pueblo oprimido es la condición de vida que están instalando e intentan perpetuar.
A similitud de los índices truchos de calificación del JP Morgan, todos sus números, estadísticas y argumentaciones son falsas y conscientemente engañosas.
Este 2025, presentará un nuevo reto para la clase obrera y sectores populares: luchar contra el plan del actual gobierno y avanzar hacia la toma del poder y la revolución socialista que derrote al capitalismo, única opción válida para sacarnos este parasitismo creciente que representa el sistema en su fase decadente y crecientemente cruel.
Los pueblos del mundo han instalado un nuevo piso en la lucha de clases y contra la guerra como fórmula de salida a la crisis que plantea un sector de la gran burguesía planetaria.
En los Estados Unidos, más de 450.000 trabajadores estuvieron involucrados en “paros laborales importantes” en 2023, un aumento del 280 por ciento con respecto al año anterior y un retorno a los niveles previos a la pandemia. Estas huelgas abarcaron una amplia gama de industrias y ocupaciones, incluyendo a trabajadores automotores, escritores y actores de Hollywood, enfermeros y maestros de escuelas públicas. El crecimiento de la lucha de clases continuó en 2024, incluidas las huelgas de los trabajadores aeroespaciales de Boeing, los trabajadores académicos, los trabajadores de telecomunicaciones y los trabajadores de Amazon y Starbucks.
Durante el año pasado, los trabajadores Guinea y Nigeria lanzaron poderosas huelgas generales para oponerse a las medidas de austeridad que amenazaban sus medios de vida. Millones de jóvenes se manifestaron en las “protestas de la Generación Z” a nivel nacional en Kenia contra la austeridad, seguidas de una ola de huelgas que involucró a trabajadores de muchas industrias. En Grecia e Italia, los trabajadores paralizaron importantes sectores de la economía en protestas masivas contra la privatización, los recortes salariales y la erosión de las protecciones sociales. Irlanda del Norte vio la mayor huelga en más de medio siglo, con 150.000 trabajadores del sector público que salieron a exigir mejores salarios y condiciones.
En toda Asia, estallaron huelgas significativas en industrias clave como los trabajadores de tránsito y los empleados de Samsung en Corea del Sur, y los trabajadores ferroviarios en Sri Lanka. Las huelgas de los mineros del cobre en Chile y los trabajadores portuarios en Brasil destacaron la determinación de los trabajadores en América Latina de resistir la mercantilización de su trabajo para el capital global. En México, los trabajadores del acero y la industria automotriz lucharon contra los bajos salarios y las condiciones impuestas por las empresas transnacionales.
En Turquía, los trabajadores metalúrgicos y mineros participaron en luchas militantes para defender sus salarios y condiciones de trabajo. En Alemania, las huelgas en Lufthansa y Volkswagen demostraron la creciente insatisfacción de los trabajadores en la economía más grande de Europa.
Reino Unido fue testigo de acciones de protesta masivas en los ferrocarriles y aeropuertos, mientras que Francia se vio sacudida por huelgas en puertos, ferrocarriles y el sector público.
En Canadá, las huelgas involucraron a miles de educadores de Saskatchewan, así como a trabajadores de ferrocarriles, puertos y correos. Estas luchas se encontraron con una feroz oposición del Gobierno de Trudeau, que, en coordinación con Washington, intervino repetidamente para aplastar las huelgas.
En nuestro país, la resistencia se ha mantenido con tendencia creciente y el odio a estas políticas de hambre planta bandera y se erige como muro sostén de futuros enfrentamientos para la conquista de una vida digna.