¿Es malo ser comunista?


La burguesía nos sumerge en un mundo ficticio, pero, contradictoriamente, real y brutal, con el objetivo de sostener el sistema capitalista, actualmente podrido y moribundo, que le garantiza enormes ganancias a costa de la explotación del trabajo ajeno masivo.

Ficticio porque, encumbrados magnates y “magos” de las finanzas, acompañados de reyes, presidentes, ministros y funcionarios con su coro de propaladores a sueldo, alcahuetes y sindicalistas a su servicio, han convertido los problemas de la humanidad y del planeta, incluida su fauna, flora y, en suma, medioambientales, en un supuesto tema de estrictas finanzas.

Según esto, los temas surgidos del propio funcionamiento de la vida misma (incluso la realidad de los objetos inanimados), deben resolverse a partir del cálculo económico del que se derivan también los conflictos llamados geoestratégicos. Todos fundados en la obtención de algún beneficio particular.

Si la producción de determinados bienes genera contaminación, cambios climáticos, desertificación, matanza masiva de animales, deforestación, polución acuática, expulsión de poblaciones, etc., pero produce ganancias, se la califica de desarrollo. Quienes se oponen a ello y se organizan para resistir a semejante agresión contra el planeta y a la vida, son calificados despectivamente como comunistas, antidemocráticos y enemigos del progreso.

Las guerras por el dominio de mercados, territorios, recursos de todo tipo, o por la eliminación de los competidores, son justificadas bajo la premisa de que, “si no soy yo el vencedor, corro el peligro de perecer en manos de mi competidor”. Esto constituye la conducta de los llamados dirigentes mundiales, expresada claramente en el discurso de asunción del presidente de Estados Unidos Donald Trump. Con su dominio arrastran a la humanidad hacia ese mundo que contradice violentamente las aspiraciones de las grandes mayorías.

Todo se mide bajo la vara del interés económico político. Economía y ganancia fueron convertidas en sinónimo. Reducir costos es un imperativo, no para aliviar el trabajo sino, todo lo contrario, para intensificarlo, reducir personal y aminorar la contribución para el bienestar social.

Los avances tecnológicos y científicos en manos de los dueños del capital y sus Estados, generan mayor peso sobre las espaldas de las castigadas mayorías trabajadoras de la población mundial y agudizan las posibilidades de enfrentamientos por la supremacía entre los miembros de la misma clase explotadora.

La expulsión de seres humanos no sólo del funcionamiento económico y político, sino de sus territorios, constituye una de las mayores producciones de este sistema que, seguidamente, se ocupa de fomentar su desprecio social y hacerlos culpables de todos los males que el propio sistema genera. El epílogo de tal drama es echarlos fronteras afuera.

La degradación humana y del planeta crece a un ritmo cada vez más acelerado.

La propiedad privada capitalista se erige como el factor de freno y destrucción de toda la energía potencial de más de 7 mil millones de habitantes que ven amputadas sus aptitudes, avasalladas sus libertades por la obligación de trabajar a merced de la explotación voraz de los capitalistas para poder conseguir algo de alimento, un lugar en donde vivir y algo de ropa. El ser humano ha sido arrinconado a esa primitiva condición.

En nuestro país, la mayoría de los trabajadores, cobra salarios por debajo de la línea de pobreza según las estadísticas que la propia burguesía difunde (a pesar de que los números son permanentemente falsificados para ocultar una realidad mucho más cruda).

La libertad que pregonan, va en contra de las necesidades determinadas por el curso natural de la vida y la existencia, porque la producción cada vez más social se contrapone violentamente a la apropiación cada vez más concentrada.

Necesidad y libertad son la dualidad de una misma categoría indivisible en donde el conocimiento y manejo de la necesidad es lo que nos hace libre.

Todo lo contrario de lo que ocasiona el sistema en que vivimos en donde las necesidades son cada vez más inmanejables, incluso para la propia burguesía que con el acaparamiento de un volumen cada vez mayor de bienes y lujos se cree que goza de su albedrío, mientras que permanentemente debe competir y tratar de eliminar a sus oponentes de la misma clase y cuidarse en vida de no perecer por la acción rebelde de su enemigo principal: las masas de explotados y oprimidos que coleccionan odio y ansias de superar esta condición de vida deplorable.

La estrechez ideológica burguesa no les permite a los miembros de esta clase y a quienes mantiene bajo la férula de su ideología, ir más allá de la lucha por la apropiación de bienes y lujos. Creen que la libertad es individual y ajena al resto de la sociedad… El poseer privadamente creen que los hace libres. No pueden manejar las necesidades porque sus intenciones de ganancia van en contra de las mismas. Entonces se enfrentan a fuerzas que no pueden dominar sellando así su destino de decadencia y perecimiento.

En donde hay un campo, ven inmuebles, en donde está el río Paraná, ven una hidrovía, en donde hay montañas ven cobre, oro, o minerales de todo tipo, su mirada no supera la apropiación individual contraria a la apropiación colectiva que es la única apropiación capaz de humanizar al ser humano. Pues sólo en la humanidad y con ella, puede realizarse el ser humano. No utilizándola como cree y ejecuta la burguesía.

Su denuesto tildando de comunistas a las grandes masas que resistimos en forma conscientes o inconscientes por no seguir tragando las mieles amargas de este sistema que nos condena al peor mundo que existe más profundamente aún del que estamos soportando, en realidad es un elogio que expresa las aspiraciones más elevadas y consecuentemente solidarias del género humano mundial fundadas en la satisfacción de las necesidades de desarrollo de las enormes potencialidades que anidan en nuestro pueblo y los pueblos del mundo.

En los proletarios, es decir, los trabajadores asalariados que hoy vivimos bajo el yugo del capital, quienes somos los que manejamos los resortes de la producción de todo lo existente, está la fuerza necesaria y la llave que nos abre la puerta para la transformación revolucionaria de esta realidad y la conquista de la libertad basada en la satisfacción y manejo de las necesidades impuestas por la naturaleza. Para lograrlo hay que luchar y organizarse para tal fin.


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