Se habla mucho por estas horas de la batalla cultural que lleva adelante el gobierno de Milei.
Sus últimas expresiones en el Foro de Davos condenando a la homosexualidad, ahora el intento de eliminar la figura del femicidio y antes la amenaza de “ir a buscar a los zurdos” no hace más que confirmar el carácter retrógrado y reaccionario de la camarilla instalada en la Casa Rosada.
Sin embargo, existe una batalla de fondo que la burguesía y su gobierno vienen dando contra la clase obrera y el pueblo que ha afectado gravemente las condiciones de vida y de trabajo. El monumental retroceso sufrido en todo el año 2024 ha sido y es la garantía para que el frágil plan económico de Milei y Caputo pueda sostenerse, basado en el recorte de gastos por parte del Estado (afectando, principalmente, a jubilados y jubiladas), que ha permitido una impresionante transferencia de la riqueza social a los bolsillos de los monopolios. Al mismo tiempo, con despidos, retiros anticipados, salarios a la baja, extorsión y medidas para imponer condiciones laborales de mayor explotación, el conjunto de la clase en el poder lleva adelante su hoja de ruta para imponer una derrota política, fundamentalmente a la clase obrera, como condición para que el plan económico tenga posibilidades de éxito duradero.
Entonces, sin dejar de rechazar y denunciar las bravuconadas del gobierno en nombre de la llamada batalla cultural, no podemos dejar de decir que ese es el marco de distracción que la burguesía utiliza para dar la batalla de fondo. Sin ir más lejos, en el medio de las declaraciones aludidas, el ministro de economía anunció la baja temporal de retenciones a la agroindustria, medida que beneficia a los monopolios del sector basadas en más recortes a los sectores trabajadores para financiar tal resolución.
Los golpes que vienen recibiendo los sectores asalariados son resistidos por los mismos, con un carácter de defensa ante el ataque clasista, con las herramientas que la clase trabajadora cuenta. En muchos casos, por fuera de las estructuras de los sindicatos que han hecho de la traición y la entrega su metodología. Lo que se está manifestando, de hecho, es una confrontación entre la burguesía y la clase obrera en el marco de la aguda y estructural crisis capitalista. Para atenuar tal crisis la clase dominante despliega todo su arsenal político y mediático. El proletariado responde, aun en inferioridad de condiciones, ratificando una etapa de resistencia con alzas y bajas, heterogénea, con niveles de organización desiguales, pero que ponen de manifiesto una voluntad de lucha aun en tales condiciones de adversidad e inferioridad de fuerzas.
En este marco de lucha de clases se hace cada vez más evidente la falta de alternativa política real para las masas trabajadoras. Una sensación de desamparo e incertidumbre se expresa en lo ancho y profundo del proletariado. El miedo al despido, a la falta de organización, se choca con la premura de sufrir salarios miserables y condiciones de trabajo extremas que afectan las condiciones de existencia de la familia proletaria. Aquí debemos tener clara la experiencia transitada. No luchar por miedo al despido, no organizarse por temores a represalias, no ha impedido que tales medidas no fueran aplicadas por las patronales. Insistimos, es esa la respuesta de toda la clase burguesa para atenuar los efectos de la crisis. Este es un dato trascendental a tener en cuenta. Cada embestida de las patronales forma parte de una política general de la burguesía. De allí se desprende que cada medida de lucha que toma el proletariado debe estar enmarcada no sólo en la resistencia a una medida particular sino en rechazar el ataque a toda nuestra clase.
Como decíamos, la experiencia viene marcando que no hay preservación de fuerzas si no tomamos medidas de acción y organización que preparen a las mismas para el enfrentamiento abierto contra el plan de la burguesía y su gobierno. En esa conducta está la respuesta a la falta de alternativa política. Es por ese camino de confrontación por donde podremos ir acumulando y construyendo las fuerzas necesarias que nos permitan avanzar hacia otros escalones de lucha.
La salida es el enfrentamiento. Un enfrentamiento político, de lo pequeño a lo grande, pero que sea fruto de la acción de las bases proletarias, de tomar nosotros la iniciativa como clase, ganando terreno en la independencia política, en confiar en nuestras propias fuerzas organizándolas cada día, con el objetivo de presentar una contienda que derrumbe los marcos de la institucionalidad del sistema que lo único que persigue es ser muro de contención de la lucha, para que la burguesía logre la “paz de los cementerios”.
Debemos preparar las fuerzas desde la acción, debatiendo y decidiendo en cada sector de trabajo, y de allí al resto de los sectores, medidas concretas que nos preparen para enfrentar los golpes que la burguesía tiene planeado descargar. Como dijimos, de lo pequeño a lo grande, pero con la perspectiva de que es necesario planificar medidas contundentes, que impongan nuestra fuerza a la fuerza de las patronales, para avanzar en una lucha política que apunte a derrotar el plan del gobierno.
Las huelgas, las tomas, los cortes de ruta, los bloqueos, la unidad con las empresas y población vecinas, entre tantas otras iniciativas que puedan promoverse, constituyen la conducta que debemos abrazar para construir nuestra propia salida como clase y como pueblo y derrotar el plan que nos está asfixiando.
La crisis existe. La burguesía la utiliza para extorsionar, para confundir, para golpear, y terminar descargándola sobre las mayorías populares. Es el pueblo trabajador el que viene viendo derrumbarse su realidad cotidiana y viene siendo el que sostiene las ganancias de los monopolios en medio de tal situación.
La burguesía sólo entiende razones y retrocede cuando se la obliga con la confrontación, nunca porque nos tenga piedad ni consideración alguna. Por lo tanto, la respuesta a la crisis es preparar el enfrentamiento, no esperar mejores condiciones sino asumir que las mismas sólo podrán lograrse como producto de la lucha y la organización de las bases trabajadoras en unidad efectiva con el resto del pueblo.