La estafa con criptomonedas que protagonizó el presidente Milei ha potenciado una crisis política por arriba que ya existía, poniendo sobre la superficie la degradación del sistema político e institucional del país.
Allí donde precisamente el experimento Milei había logrado mostrarse “distinto” al resto de las fuerzas del sistema, con sus bravatas contra la política tradicional, se ha producido un antes y un después que afecta directamente la supuesta fortaleza política del gobierno.
Las reacciones de todo el arco político del sistema no hacen más que agravar la situación. Desde los pedidos de juicio político que, de antemano, se saben inconducentes; las defensas que ensayan fuerzas aliadas que terminan siendo un salvavidas de plomo; la creación de comisiones de investigación que no investigarán nada; los procesos judiciales abiertos por las denuncias de los damnificados por la maniobra presidencial que terminarán en los cajones de la mal oliente justicia argentina; todo ello suma al desprestigio de una institucionalidad que viene dando signos de podredumbre estructural y que en esta situación, a cada paso que se intenta para superar la crisis, se hunde más en el barro.
Institucionalidad que todas las fuerzas del sistema, sin excepción, quieren rescatar. Nadie saca los pies del plato porque lo principal es salvar al sistema. Las denuncias y contra denuncias caminan todas por el mismo andarivel buscando socorrer a las instituciones burguesas.
Esta situación de crisis por arriba, la que además es fogoneada por la lucha inter burguesa por los negocios y los favores del Estado, tiene un correlato por abajo que se puede sintetizar en una frase: son todos lo mismo. Esa sentencia pega de lleno en la política de la burguesía monopolista que se apoya en el engaño a las masas, en hacerles creer que las cosas se resuelven mirando hacia arriba, esperando al salvador de turno. Ese papel cumplía Milei, hasta ahora.
La magnitud de esa conclusión no se expresa del todo en lo inmediato, pero suma a un estado de ánimo que viene creciendo en contra del ataque a las condiciones de vida y de trabajo del pueblo trabajador.
Tan es así que mientras estos hechos se suceden, mientras a cada rato se conocen nuevas confirmaciones de la estafa mileista, los signos de resistencia no han mermado sino, por el contrario, se consolidan. Se mantienen en el tiempo luchas como las de Praxair en Buenos Aires, las de Granja Tres Arroyos en Entre Ríos, en el frigorífico Fishing Mart de Mar del Plata (donde a pesar de la represión se quebró la decisión empresarial de no pagar el aumento acordado), y se suma en estos días la lucha de los petroleros en Santa Cruz. Estos son algunos ejemplos que confirman que la resistencia se sostiene, aun en el medio del feroz ataque que la burguesía desató contra el proletariado para lograr el disciplinamiento político.
De esta forma, la paz y estabilidad que necesita la clase dominante para consolidar su proyecto político y económico se ve afectada tanto por los hechos por arriba como por los de abajo. Y al mismo tiempo confirma que las fuerzas del sistema van por un lado (el de salvar las instituciones) mientras que el movimiento de masas recorre su camino para pelear por sus demandas, aun cuando se encuentre en la “orfandad” en las que las arrojan las estructuras políticas y sindicales del sistema.
Si antes de estos hechos decíamos que la única salida es enfrentarlos, esa consigna toma un nuevo y necesario impulso. Como en toda pelea entre fuerzas antagónicas, cuando el enemigo está sumido en sus escándalos, está aturdido por los acontecimientos que no atina a resolver, es el momento de profundizar el enfrentamiento, de no dejarlos acomodarse, de avanzar en la independencia política que, en los hechos, se viene manifestando en las luchas cuando se consolida una acción en la que las masas no esperan ni se resignan ante la defección de los partidos y sindicatos del sistema.
Se ponen de manifiesto así dos tácticas: las de los que buscan salvar al gobierno y sus instituciones y las de los que enfrentan y luchan con las armas que tienen a mano.
En ese enfrentamiento no debemos tener dudas que se estará aportando a una acumulación de fuerzas de los de abajo que debe apuntar hacia el objetivo de derrotar al plan del gobierno, que es el plan de toda la burguesía, y a generar mejores condiciones para avanzar hacia nuevos escalones de enfrentamiento político, en el que los actores principales sean las bases trabajadoras, acumulando lucha y experiencia que permitan avanzar en el camino de la construcción de una alternativa revolucionaria de masas.