El abajo que se mueve


El creciente desarrollo de la resistencia se expresa en muy diversas luchas obreras.

Así también en distintos grados de lucha en las barriadas -muchas de las cuales están pegadas a las luchas obreras-. Todo esto alimenta el estado de movilización y la necesidad de profundizar el enfrentamiento político a los planes de gobierno. Ya no en función de cambiar una cara por otra -como proclaman las diversas expresiones del electoralismo burgués sean del color que sean- sino de avanzar en la comprensión que nuestra propia acción como trabajadores y como pueblo es la llave para avanzar a las transformaciones económicas y sociales por medio de un proyecto político independiente.

Asistimos a una época de hartazgos, y los planes de gobierno comienzan a llevarse la peor parte de esta furia. A medida que Milei y su banda se hunden día tras día en la crisis intentando profundizar el ajuste para garantizar las ganancias de sus amos, más se rebelan las broncas masticadas y las expresiones de rechazo y más se acentúa la predisposición de estas expresiones de hartazgo para avanzar desde diversos planos de resistencia al enfrentamiento. Es decir, el estado deliberativo pasa a otra instancia después de masticar durante años la desconfianza a la institucionalidad burguesa, sea en el orden gubernamental o en el orden sindical.

Este escenario es cada vez más amplio y tiende a la movilización. Esta no consiste únicamente en la participación en las protestas y marchas sino, en muchas otras iniciativas de base que rompen con los emblemas ideológicos en boga, como por ejemplo, el rechazo a la acción colectiva de los pueblos de la mano de la llamada batalla cultural.

El andarivel de estas formas de movilización también son expresión del hartazgo y parte de la movilización política que el pueblo comienza a manifestar incluso con sus propias formas orgánicas en fábricas, pero también en barridas escuelas, centros deportivos, etc.

La atención a estas formas de acción y resistencia que también se masifican y que tienen peso en las localidades y lugares de vida, y que silenciosamente van conjugándose con el devenir de la lucha de clases porque en su amplia mayoría trabajadores/ras, y jubilados y pensionados, estudiantes, docentes, etc. juegan un gran papel en eso del poder local. Son formidables fuerzas y parte de la necesaria construcción de la unidad de la clase obrera y el pueblo.

Hablemos por ejemplo de la enorme tarea que grupos vecinales, trabajadores de la salud, del transporte, de la construcción, etc. de todo el país, que de forma voluntaria han desplegado formas de organización barrial y zonal en diversidad de localidades en función de ayudar al pueblo de Bahía Blanca. De los esfuerzos porque el control de esa cuantiosa cantidad de alimentos, vestimenta, dinero, etc. no caiga en manos de las burocracias estatales y sindicales y no tenga una utilización electoral. Porque en su desesperación estas castas hacen cualquier desastre para su beneficio particular. O cómo toda esta cuantiosa ayuda supera con creces la insignificancia de los aportes en pesos del mileismo y su banda de estafadores. Esa ayuda es bien recibida al mismo tiempo que la institucionalidad de este Estado putrefacto hace poco y nada, haciéndoselo saber con el repudio a las visitas de Milei o la ministra represora Patricia Bullrich.

Vemos aquí que todo el enroque político e ideológico que pretende el putrefacto capital monopolista con su palabrerío vulgar sobre la economía, la vida, la cultura y demás idioteces se choca contra una acción decidida en las entrañas de nuestro pueblo.

La reaccionaria y deliberada violencia contra todas estas expresiones de lucha y de conciencia social, lejos de apaciguarse, se alientan más aún. Como diría un gran viejo de la barriada “estos no tienen idea de lo que significa cuando un pueblo se levanta”.

La misma semana donde la movilización de los jubilados recibía un sentido apoyo futbolero y popular, la población de Bahía Blanca comenzaba a recibir un sentido apoyo material de diversos sectores de nuestro pueblo.

La brutal represión a la movilización y el silencio sobre la solidaridad popular con Bahía Blanca son la respuesta reaccionaria de una clase social que en las postrimerías de su descomposición retrasa la historia y la necesidad de una vida digna.

Sin embargo, pese a todo ello, el pueblo redobla su acción movilizadora, multiplica sus fuerzas y embate con más ayuda al pueblo de Bahía Blanca y con más fuerza con los jubilados.

A la necesidad de enfrentar y derrotar los planes del gobierno ahora se le suma la comprensión de que en manos de la propia clase obrera y el pueblo está la salida, que la lucha política independiente implica el enorme protagonismo de la clase obrera y del pueblo para el cambiar este régimen putrefacto de una vez por todas.


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