Defender las libertades políticas conquistadas y el derecho a la lucha y la resistencia


Las bravuconadas de la ministra Bullrich y el resto del gobierno de Milei luego de la represión que desataron el miércoles 12 de marzo, naufragaron en la impotencia política con la masiva movilización del miércoles 19.

Las advertencias y amenazas que ensayaron para amedrentar al movimiento de masas, y así evitar una nueva concentración, no sirvieron de nada. La movilización desbordó la plaza del Congreso y zonas aledañas. Al mismo tiempo, el aparato represivo desplegado sólo fue una puesta en escena para disimular la confirmación de la debilidad política que atraviesa al gobierno y a toda la burguesía monopolista.

Cuando hablamos de debilidad política nos referimos a una situación intrínseca, de fondo, que atraviesa a la clase dominante. En la coyuntura, pueden y deben seguir adelante con su plan. De hecho, el último miércoles se votó en el parlamento la aprobación del DNU que habilita al gobierno a acudir nuevamente al FMI, con las consecuencias nefastas que esa decisión implica para el pueblo trabajador. Pero la calle no estaba pendiente de ello dado que no se esperaba nada favorable que el parlamento burgués pueda decidir para el pueblo. Lo que se estaba demostrando era la oposición y el rechazo abierto de cada vez mayores sectores sociales al gobierno en su conjunto, no a una medida concreta.

Dentro de ese rechazo, la manifestación demostró la decisión de defender las libertades políticas conquistadas y el derecho a la lucha y la resistencia. Y confirma, como lo dijimos en artículos anteriores, que el objetivo de disciplinar políticamente al pueblo y a la clase obrera encuentra una barrera en esa decisión de resistir, al mismo tiempo que la resistencia crece y se multiplica no sólo en la manifestación callejera sino en múltiples luchas y conflictos que vienen presentando la clase obrera y otros sectores explotados y oprimidos.

La debilidad política también se expresa en que la propia decisión de habilitarle al gobierno recurrir al FMI es una medida que toda la burguesía sabe ineficaz e inservible para estabilizar el plan económico en marcha. De lo que se trata es de sostener la gobernabilidad y el funcionamiento de las corroídas instituciones burguesas, objetivo que incluye al gobierno y las fuerzas políticas que lo acompañan como así también a la denominada oposición.

En este escenario de la lucha de clases se van delineando las tendencias por la que la confrontación clasista se irá desenvolviendo. La clase dominante, en el medio de sus peleas por los negocios y las contradicciones crecientes en su seno, no tiene más que seguir apretando hacia abajo como condición para atenuar su crisis, la que se desarrolla al vaivén de la crisis capitalista mundial. El pueblo trabajador, sufriendo un mayor deterioro de las condiciones de vida y de trabajo, aumentará la resistencia aun en las condiciones de debilidad política y orgánica que se atraviesan.

Lo que viene es mayor inestabilidad y crisis que la burguesía intentará descargar a los de abajo.

En el propio desarrollo de esa resistencia, uno de los objetivos debe ser que la acumulación de fuerzas se acreciente en organización para que la correlación de fuerzas se incline a favor de la clase obrera y el pueblo. En ese proceso es de importancia determinante tener claro el papel de las clases fundamentales. Nos referimos a que debemos multiplicar los esfuerzos por aportar a que la clase obrera asuma el papel de vanguardia que le cabe para encabezar una unidad política con el conjunto del pueblo trabajador.

La salida es enfrentarlos en todos los terrenos, teniendo claro que la derrota del plan no vendrá por el lado de la institucionalidad de la burguesía.

La posibilidad de un cambio en la calidad del enfrentamiento clasista va de la mano de la necesidad de que la clase obrera irrumpa en la lucha política contra la burguesía desde la fortaleza que le otorga su papel en la producción; con una estrategia de unidad y construcción emprendida desde abajo, con independencia política y organizativa respecto de la institucionalidad y de las fuerzas políticas del sistema; aferrándose a construir organizaciones que ejerzan conscientemente la democracia directa en oposición a las organizaciones sindicales y políticas que pretenden llevar la lucha por el camino de una representación que no sólo no representa los intereses del proletariado sino que traiciona abiertamente los mismos; desplegando el enfrentamiento en el terreno de lucha que la burguesía no quiere, que es en el terreno local, el terreno donde viven y conviven la clase obrera y el pueblo, y donde debe materializarse el poder efectivo de las clases explotadas.

Para ese cometido, nuestro Partido tiene la responsabilidad de profundizar la agitación y propaganda revolucionarias en los centros productivos y zonas proletarias; ser un artífice en la difusión de la resistencia y de las luchas obreras y populares; impulsar las organizaciones de masas en la clase obrera con el objetivo permanente de materializar la participación directa de obreras y obreros en las tareas de construcción de las mismas, como paso efectivo para entender y asumir el papel de dirección hacia el resto del pueblo; construir las células del partido en las fábricas, otros centros laborales, barrios aledaños, para desarrollar planes que apunten a fortalecer la lucha contra el plan del gobierno y lograr su derrota, en el camino de construcción del doble poder.

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