La palabra desprestigio ya no es suficiente para describir a los sindicatos y mucho menos a la CGT, que llama para el 30 de abril a “movilizarnos” para dar continuidad al “plan de lucha”. Una convocatoria directamente para jugar en la interna del PJ, si hasta convocaron a los gobernadores peronistas…
Entramos a ver y sentir que el desprestigio se viene transformando en un quiebre entre el arriba y el abajo.
El gobierno, con el beneplácito de la oposición, sigue adelante con sus planes, que son ni más ni menos que los mandatos del poder monopolista.
Golpean al proletariado y una de sus armas ejecutoras es esta “policía” contra el trabajador y la trabajadora. Son los “señores” sindicalistas quienes se encargan de marcar a quienes están en las avanzadas de la resistencia y de allí en más ejecutar las políticas de ajuste.
Este quiebre entre el arriba “sindical” y el abajo requiere de las avanzadas de la resistencia elevar la calidad política del enfrentamiento. Golpear sí, como se pueda también, pero se trata que en ese golpear rompamos con la institucionalidad impuesta adoptando metodologías y organizaciones independientes que vayan mostrando desde la base una alternativa de acumulación para avanzar en forma ascendente.
La resistencia debe aprovechar todo para golpear, pero el límite de ello es NO quedar pegado con la institucionalidad. Se percibe, se intuye que todo lo de arriba está podrido, en todos los planos. Que todo lo que roce con el poder es de “sospechar”; eso es muy bueno para la resistencia, pero hoy no alcanza, no es suficiente.
Las y los revolucionarios entendemos que el golpear no debe limitarse a la lucha económica, la conflictividad general que existe, el malestar que abarca a cada centro de trabajo, de estudio, barrial debe hacerse consciente, que cada lucha sea parte de un todo que apunte a quebrar el plan de gobierno.
Existe el despido, existe el apriete en las condiciones de trabajo y en ello todas las fuerzas políticas del sistema son ejecutoras, las instituciones son ejecutores. Los une el espanto.
Si la resistencia contempla además de la lucha económica nuestros intereses políticos de clase, se hace imprescindible crear las “instituciones” de la resistencia. Las organizaciones que rompiendo con la institucionalidad de la clase dominante profundicen el camino de la autoconvocatoria, el estado asambleario como se pueda, a sabiendas que hoy resistir implica acumular fuerzas en esa dirección.
Si hablamos de acumulación de fuerzas políticas independientes no se trata de cómo lo hacemos para “acomodarnos” a la institucionalidad del poder, la burguesía utiliza sus herramientas políticas e ideológicas para conciliar las clases antagónicas.
Acumular las fuerzas en función de avanzar como clase y en ello depositar toda la confianza y el esfuerzo por seguir profundizando la unidad de la clase y la unidad de todo el pueblo para quebrar el plan de gobierno. Y a la vez ir generando una alternativa política a partir de la experiencia que ya una parte importante de la población viene haciendo. No se trata de inventar propuestas, se trata de concientizar lo que se está haciendo y darle institucionalidad con más democracia obrera.
La clase dominante tiene una crisis política muy profunda y estructural. La pelea por arriba es todos contra todos por garantizar sus intereses mezquinos, por garantizar una parte de las migajas que el gran capital les tira como a perros hambrientos.
Su institucionalidad padece contradicciones en crecimiento. A modo de ejemplo fue el rechazo del pueblo santafecino cuando masivamente le dio la espalda a las elecciones del domingo último. De este lado de la barricada, muy abajo en la resistencia, hay que trabajar en la unidad para garantizar mayor robustez en cada enfrentamiento. Hay muestras que la misma ha hecho retroceder la arrogancia del poder.
Nos quieren vender una vez más la disputa electoral y los oportunistas de toda calaña quieren hacer su “agosto”. La resistencia es independiente de ese circuito, no hay males menores o peores, se trata de responder cada vez más con energía que nos da la experiencia, el dolor y la bronca acumulada hacia un camino que ponga en primer plano y permanentemente la dignidad de todo un pueblo explotado y oprimido.