La globalización alcanzada no retrocederá, aunque adoptará otras formas.
Solo podremos entender la situación política nacional si nos adentramos en la situación política internacional y viceversa.
De lo que se trata es de que el asalariado y la inmensa mayoría de nuestro pueblo puedan codearse con la política en un sentido más amplio que el concepto “nacional” impuesto por la burguesía.
Por estos días ha habido un empeoramiento de las condiciones de vida. Si bien el salario sigue siendo el principal problema en los hogares, el empeoramiento se está dando en todos los niveles de la vida cotidiana.
Los “acuerdos” con el FMI no son los únicos aprietes que recibiremos en el futuro inmediato. A ellos se les agregan la propia anarquía del sistema capitalista en el plano global, que por estas horas todo indicaría que hay una decisión tomada planetariamente a que los pueblos del mundo y el nuestro incluido paguen la crisis expuesta de un sistema en descomposición: llevar el salario universal a un valor de entre 2 y 6 dólares por día.
La burguesía ha preparado un escenario internacional de fuegos de artificios y el gobierno argentino es una “estrella en el firmamento”. Nos apabullan con guerras arancelarias, monetarias, guerras híbridas que en verdad son reales. Son parte de una disputa de intereses de las multinacionales pero meten debajo de la alfombra el profundo sentido de su significado en una extrema situación internacional.
El gobierno de Milei y todo el coro institucional que lo acompaña es una muestra cabal de lo que estamos afirmando.
La reforma jubilatoria y la reforma laboral, ya en marcha desde hace varios años, son el gran bocado a digerir en nuestro país y en el mundo. Los lineamientos globales caen como un rayo en las políticas “nacionales” de la burguesía. Argentina como el resto de los países del mundo, sus pueblos, tienen que pagar la fiesta de lo más concentrado del capital.
Estas dos reformas en marcha apuntan contra el salario. El poder de compra del mismo para cada asalariado ha venido en picada, va al compás de las pretensiones globalistas que “buenos y malos” del sistema capitalista quieren imponernos.
Vino a nuestro país el secretario del tesoro de EEUU. En pocas horas afirmó su apoyo al gobierno y mientras el “sr” Becent se paseaba por la Casa Rosada, el ministro de economía acordaba con China una renovación del swap. “Acuerdos”, unos y otros que implican un ajuste de cuentas contra nuestro pueblo.
Las guerras de todo orden han llegado a nuestro país, pero son guerras interburguesas que juegan palmo a palmo intereses de rapiña lisa y llanamente. ¿Cómo ya han llegado?
La crisis de superproducción necesita destruir fuerzas productivas, humanas y materiales. A modo de ejemplo: la principal empresa armamentística alemana (Rherinmetall) y segunda del mundo, en medio de la crisis, ha recibido una parte de los 1.300 millones de euros para abastecer a Europa de armamento de todo tipo.
VW, por estas horas, se está asociando al gran negocio de la guerra para producir tanques en vez de coches en dos plantas que posee en Alemania. Y mientras tanto, esquiva la guerra arancelaria, esquiva su propia crisis con una liquides que es producto de emitir euros sin respaldo.
El obrero argentino está pagando la inflación generada globalmente y lo hace con mayor productividad y con ajustes, que provocan despidos, reducción de plantilla y de salario para producir lo mismo, o sea: mayor explotación.
Es en este contexto que las guerras existentes y las que vendrán son injustas porque son guerras de intereses interburgueses. Con un solo ejemplo como el de VW podemos sintetizar que la única guerra que involucra a la clase obrera y a los pueblos es la guerra de clases. Y desde esa óptica cada trabajador debe ser consciente de esa divisoria de aguas para no caer en las “tentaciones” de políticas “nacionales y populares”, “neo liberales” o “ de las fuerzas del cielo” que incitan y necesitan de guerras para sostener los intereses monopolistas.