Hay que romper con la concepción y la práctica de la representatividad burguesa


Si hay una tendencia que se profundizó, consolidó y comienza a manifestarse abiertamente en el complejo proceso de lucha de clases en nuestro país, esa ha sido, sin duda alguna, el desprestigio, el divorcio, el rechazo, que se ha producido entre las dirigencias sindicales y las bases trabajadoras.

Una larga trayectoria de defecciones, entregas y traiciones de y hacia las conquistas y demandas de la clase trabajadora, han cimentado un inédito proceso de ruptura (que todavía no se materializa totalmente pero que se consolida en las expresiones y reacciones de las bases obreras), que señalan un cambio ya no sólo en la consideración hacia dichas dirigencias, sino además un cuestionamiento estructural, de fondo, que se afianza y comienza a ser un debate ineludible a la hora de tener que decidir con qué herramientas y metodologías enfrentar la situación.

En los últimos tiempos, en particular desde la asunción del actual gobierno, la ola de despidos, suspensiones, aumento de la explotación laboral, ha sido la constante en los centros productivos. La conducta de la burocracia sindical-empresarial ha sido y es consolidarse como un muro de contención de la lucha obrera.

Podríamos citar cientos de ejemplos. La pasividad de la CGT durante este período ha sido el fenómeno visible que expresa las defecciones cotidianas que se viven en los lugares de trabajo. Entre las más recientes, la experiencia en Granja Tres Arroyos de Entre Ríos, luego de una formidable manifestación de lucha que involucró a las familias trabajadoras y al pueblo de esa localidad, fue traicionada en una asamblea trucha comandada por el sindicato.

Meses de resistencia y pelea contra los despidos en Linde PraxAir de Pacheco, no fueron acompañados ni respaldados por el sindicato del sector; mientras las bases resistían y actuaban, las dirigencias bregaban por el “acuerdo” y el fin del conflicto.

Los despidos y aprietes sufridos en la industria del neumático, sólo tuvieron como respuesta tibias medidas impulsadas por la dirección del SUTNA que, de entrada, se sabían ineficaces ante la magnitud del ataque patronal.

La UOM, luego de un congelamiento salarial de nueve meses, realiza un congreso de delegados donde se deciden asambleas informativas como respuesta a semejante situación.

En Toyota y Volkswagen las empresas y el sindicato actúan en tándem para despedir, imponer “retiros voluntarios”, achicando sus planteles (y en el caso de Toyota, luego incorporar nueva mano de obra) mientras planifican el lanzamiento de nuevos modelos.

Este ataque sistemático de las patronales responde a un objetivo de toda la burguesía monopolista: el disciplinamiento político de la clase obrera y otros sectores trabajadores. La necesidad de la clase dominante, en medio de la crisis mundial del capitalismo, es ganar terreno en la productividad de la mano de obra (es decir, mayor explotación) y, de esa manera, atenuar la caída de la tasa de ganancia, en medio de un ciclo recesivo de la economía mundial.

En ese intento, la clase dominante ha contado y cuenta con el socorro de las dirigencias sindicales entreguistas. Las mismas son parte y arte de los achiques y aprietes, levantando un discurso de resignación, de que nada puede frenar las medidas patronales, que es mejor irse con los “retiros voluntarios” que ofrecen las empresas y, además, siendo en muchos casos los que marcan a los compañeros y compañeras combativas para conseguir sus despidos.

La conclusión contundente de la masa obrera, que se ha generalizado en el último período, es que esas dirigencias se han pasado definitivamente del otro lado de la trinchera. Pero vale aclarar que dicha conclusión no implica un quiebre absoluto con esas estructuras, dado que los grados de organización no son lo suficientemente robustos para reemplazarlas.

Como todo en la vida y en la lucha de clases, los procesos son dialécticos; están en permanente en movimiento, su desarrollo no es uniforme, las experiencias no parten todas de la misma acumulación, etc. Con ello queremos significar que, aun cuando la ruptura no es total por lo anteriormente mencionado, en la etapa de resistencia que se viene transitando ha habido, hay y habrá experiencias que comienzan a mostrar que el camino para enfrentar y acumular fuerzas genuinas requiere impulsar medidas desde abajo, incluso, repudiando a las dirigencias de los sindicatos. Sea desde acciones más o menos espontáneas, o a través de nuevas agrupaciones que se vienen construyendo desde las bases, se está caminando una búsqueda por parte de una importante porción de la vanguardia obrera. Como decíamos, este camino no es lineal ni siempre “hacia arriba”. Como en toda etapa previa a momentos de saltos cualitativos, la acumulación tiene vaivenes, avances y retrocesos, alzas y bajas, pero en una tendencia que va en ascenso.

Por eso hay que tener en cuenta esta caracterización. La tendencia general es en ascenso, pero seguimos en una etapa de resistencia. Falta todavía atravesar una etapa de acumulación en la experiencia de la masa obrera que es irremplazable. Las vanguardias y las fuerzas revolucionarias no debemos dejarnos llevar por la frustración ni el desánimo. Muy por el contrario, debemos redoblar las tareas del Partido en la vanguardia para que éstas estén cada vez más armadas política e ideológicamente para comprender el proceso y las tareas del momento.

Esas tareas, mientras la masa obrera se encuentra en un estado de quietud y de escaso ánimo de enfrentamiento, pasan por persistir en llegar a esos sectores con debates e iniciativas que expliquen el momento político que estamos atravesando. Persistir en plantear la organización de las fuerzas por fuera de los sindicatos, echando mano a la experiencia transitada, en la que dejamos nuestros intereses en sus manos y los resultados han sido un retroceso de nuestras conquistas y condiciones de vida y de trabajo. En la medida que se vayan organizando fuerzas, aunque pequeñas, lanzarlas con fuerza hacia el resto de la masa, de esa mayoría silenciosa que sufre la situación, pero todavía no muestra señales de salir a luchar. No subestimar ni las fuerzas que se organizan, por escasas que sean, ni al resto (hoy mayoritario) que todavía no da esos pasos.

La ruptura total con las direcciones sindicales no necesita sólo nuevas organizaciones de base sino, fundamentalmente, nuclear a las mayorías trabajadoras para que éstas sean las que lleven adelante las acciones resueltas y no delegar en ninguna representación “nueva” que se arrogue las decisiones y las medidas que hay tomar. No va más el “nosotros los representamos” que sostienen todas las dirigencias gremiales, sean las tradicionales como las llamadas de izquierda. La ruptura con los aparatos es la ruptura con la concepción y la práctica de la representatividad burguesa que ellos encarnan en los lugares de trabajo.

La democracia obrera es asumir que los intereses de nuestra clase no pueden ser defendidos por quienes se fían de las leyes de la burguesía, por lo que su práctica es asamblearia, de abajo hacia arriba, con participación activa y masiva de las bases, con claros y precisos mandatos que sólo se utilicen como voceros de las decisiones tomadas y no sean cambiadas por nadie, que no sea una nueva decisión mayoritaria.

Estas metodologías son el verdadero carácter que deben tener las agrupaciones y organizaciones nacidas desde las bases, para lograr que el enfrentamiento contra los planes del gobierno y las patronales sea ejercido por las mayorías trabajadoras para que la lucha sea de clase contra clase, extirpando definitivamente a los traidores que todavía sobreviven en las filas proletarias.

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