Las negociaciones colectivas de trabajo en la actividad privada, datan desde mediados del siglo pasado (Ley 14250 de 1953), siendo más reciente la denominación de paritarias.
El término paritarias designa al momento en que patronales y sindicatos se reúnen, bajo el arbitrio del Estado (Ministerio de trabajo) para discutir salarios y condiciones laborales.
Actualmente, cada reclamo sobre aumentos salariales y/o mejoras en las condiciones laborales, se vehiculiza a través de las paritarias, que el gobierno de turno debe homologar para darle fuerza legal.
Valga esta pequeña introducción para situarnos en el punto en que queremos detenernos para cuestionar el actual instrumento que lleva el nombre de paritarias, lo cual en sí induce a confusión y encierra la idea de conciliación de clases, porque reunión paritaria significa, junta entre pares. Pero entre trabajadores y patrones no existe paridad ya que todo depende de la situación de fuerza que tenga cada una de las partes para imponer sus condiciones, pues los intereses entre capital y trabajo son antagónicos. Además, el gobierno no es árbitro imparcial, pues defiende los intereses de los dueños del capital.
Esto último se confirma cuando el gobierno resiste en homologar determinados aumentos salariales, obliga a los trabajadores a acatar “oportunas” conciliaciones obligatorias (nunca a las empresas que la mayoría de las veces no las acatan o las transgreden), etc.
Lo primero que tenemos que destacar es que, como todo instrumento y legislación que implique discutir salarios y condiciones de trabajo, las negociaciones colectivas se han conseguido con luchas que, durante años, dejaron muertos, heridos y encarcelados en la clase obrera y trabajadores en general, habiendo contado con el inestimable apoyo popular.
Pero, la concreción de las reuniones paritarias está en manos de los sindicatos y las patronales, o sea de representantes de una misma clase: la burguesía.
Los trabajadores no tenemos ni arte ni parte en dichas reuniones y, como ocurre normalmente, las conclusiones de dichos cónclaves no satisfacen las expectativas de los trabajadores, salvo que, por causa de luchas previas o posteriores, sindicatos y empresas se vean obligados o condicionados a modificar los objetivos con los cuales abordaron las reuniones o gestan “acuerdos” negociados.
La situación actual de la mayoría de los trabajadores es con salarios a la baja y condiciones laborales sujetas a la aplicación de “flexibilizaciones” laborales vía disminución de los planteles laborales (despidos, jubilaciones anticipadas, retiros “voluntarios”), intensificación de ritmos de producción, eliminación de conquistas, polivalencia extendida, y otros mecanismos, al tiempo en que el costo de vida aumenta día a día.
No es reclamando “paritarias” como vamos a modificar nuestra situación de salarios y condiciones laborales pues, como hemos dicho más arriba, las paritarias están en manos de los traidores sindicales, las patronales y el gobierno de turno que regula la política de ajuste sobre las espaldas de quienes producimos y generamos toda la riqueza del país.
Tenemos casos como el de los metalúrgicos rama 21 (siderúrgicos), sólo por citar un ejemplo, que desde hace más de nueve meses empresarios y sindicatos reunidos en discusiones paritarias no resuelven nada y los trabajadores tienen salarios congelados con ingresos que no superan la línea de pobreza. En todo este tiempo, el sindicato ha jugado un papel frenador y de generar confusión entre los trabajadores.
Como se viene dando en la práctica actual, en medio de una situación de resistencia a las políticas reaccionarias que ejerce el tridente conformado por las patronales, gobierno de turno y sindicatos (la burguesía), las aspiraciones de los trabajadores respecto de mejoras salariales y condiciones laborales sólo es posible hacerlas realidad mediante la lucha, la presión, la organización desde las bases y por fuera de los sindicatos.
En consecuencia, se trata de avanzar en ese camino que implica una movilización masiva de fuerzas. Se trata de unificar el reclamo de ¡aumentos de salarios ya! y extenderlo hacia todas nuestras condiciones de vida las cuales vemos decaer día a día, convirtiendo el reclamo económico en político, es decir, ateniente a la cosa pública.
Si hay compañeros que aún tienen expectativas en las paritarias, tenemos que debatir y explicar que las mismas hoy son una trampa más que nos pone por delante el triunvirato de gobiernos, patrones y sindicatos.
Pero también explicar e impulsar que sólo la lucha iniciada en cada sector de la fábrica o empresa, con la metodología de las asambleas soberanas, la organización que implique que cada uno sepa no sólo el lugar que debe ocupar sino también la tarea que debe hacer para garantizar la masividad va a hacer posible lograr aumentos salariales y mejoras en las condiciones laborales. Para sostener eso es necesario también avanzar en gestar y consolidar organizaciones estables de los trabajadores que velen por sus intereses reales.
Así también, debemos avanzar en la unidad de acción con las empresas y fábricas vecinas (aunque sean de otras ramas), y con los pobladores de los barrios y lo que se denomina la fuerza social (entidades educativas, de salud, jubilados, etc.) para enfrentar la política común que lleva la burguesía con sus tres instituciones mencionadas (gobierno, empresas y sindicatos) a las que hace coro todo el aparato estatal que las contiene.