Se arrojan impúdicamente a los brazos de la burguesía


Sometimiento a los líderes burgueses como política “independiente” de la clase obrera y exigencias de acción a estructuras como los sindicatos y la CGT, que en estos días han cosechado el amplio repudio de las bases obreras.

O confundir que el ataque a las condiciones de vida del pueblo trabajador que el gobierno viene ejecutando (política que tiene el apoyo de todo el arco burgués, como medio para lograr una estabilización de la economía), tiene puntos de contacto con el rechazo a la condena de Cristina Kirchner.

O devaluar una consigna tan importante como la lucha por la defensa y conquista de libertades políticas, utilizando la misma en un entuerto en el que el régimen de dominación está intentando dirimir una lucha entre facciones del capital.

Estas son algunas las consecuencias de un posicionamiento que llama a tomar partido contra la condena a la ex presidenta.  Estamos ante la definitiva bancarrota política e ideológica de una izquierda reformista adaptada completamente a las concepciones del régimen.

Definitivamente, se arroja a la clase obrera a la deriva de los vaivenes de las luchas palaciegas en las que el peronismo actúa, arma y desarma, siempre dentro de los marcos de la defensa a ultranza de la institucionalidad burguesa. Baste recordar que dos de los jueces de la Corte, Rosatti y Rosenkrantz, fueron nombrados por decreto en la presidencia de Macri y luego asumieron con los votos de los senadores peronistas.

Pasadas algunas jornadas del fallo cortesano, que ratifica la condena y el encarcelamiento de Cristina Kirchner, comienzan a delinearse con claridad los pasos de las facciones de la clase dominante. En el caso del PJ, encontró la excusa para reagrupar sus maltrechas fuerzas y corrientes internas; todas, desde las más reaccionarias a las más “combativas”, se amontonan en la misma bolsa de la llamada unidad desde donde llaman a luchar contra el gobierno de Milei en el plano electoral.

El peronismo ha encontrado su “hay 2027”, como lo expresó en el gobierno de Macri cuando levantó la consigna “hay 2019”. Antes, como ahora, con el objetivo de reorientar al movimiento de masas hacia los canales institucionales del régimen burgués, justo cuando dicho movimiento viene mostrando importantes signos de ruptura con esas instituciones.

Como en otras etapas de la lucha de clases, la burguesía monopolista intenta encauzar la conflictividad social y política, dividir al pueblo con sus rencillas de facciones y asegurarse contar con un recambio institucional ante el alza de un movimiento de luchas que viene cuestionando fuertemente a toda la súper estructura política y sindical de Argentina.

Esos intentos sólo pueden enfrentarse desde una posición política con verdadera independencia de clase. Una posición que no se deje embrollar por la hojarasca en las que nos intentan meter, intentando desviar los ejes de la lucha obrera y popular que viene creciendo y consolidándose con experiencias que están en la búsqueda de nuevos caminos de organización propia.

Sólo con los principios no se puede hacer política, es cierto, pero la política revolucionaria está preñada de principios, como condición para ser una política que apunte a la lucha por el poder y a no traicionar los intereses inmediatos e históricos de la clase obrera.

La independencia de clase, la lucha por las libertades políticas, orientar las tácticas hacia la ruptura definitiva con las concepciones y prácticas de la clase enemiga, sólo pueden sostenerse desde la oposición intransigente a cualquier maniobra que intente desviarnos del camino para enterrarnos en la ciénaga del barro burgués.

Con la plena confianza en las masas, que serán las que pondrán las cosas en su verdadero lugar, mientras los oportunistas y reformistas de cualquier denominación se arrojan impúdicamente a los brazos de la burguesía.

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