La confirmación de la sentencia por parte de la Corte Suprema de Justicia a Cristina Fernández de Kirchner, despabiló a cierto activismo peronista empujándolo a movilizarse bajo el paraguas de la consigna “contra la proscripción y la defensa de la democracia”.
Dichas consignas fueron generadas en los propios dichos de la expresidenta y vice del presidente candidateado a dedo por ella misma (al mejor estilo burgués).
En los primeros días posteriores a la resolución de la Corte se produjeron movilizaciones en las que destacó el aparato político sindical acompañado por sectores de masas que aún tienen cierta expectativa por un gobierno “nacional y popular” y otros que ven al peronismo como única posibilidad de recambio al terrible ajuste que practica el actual gobierno de Milei.
Nuestro Partido publicó su posición clara al respecto (ver los artículos y videos en www.prtarg.com.ar).
Con el pasar de los días, la cosa se fue diluyendo y la concurrencia a las manifestaciones y a la casa de la ex presidente y vice, se fue diluyendo.
Lo que no se diluyó fue la posición política de defensa del sistema y del ataque a la clase obrera que emiten, en cuanta oportunidad tienen, la propia Cristina Fernández viuda de Kirchner, el activismo peronista que la acompaña y también el conjunto de la burguesía con todas sus expresiones políticas.
Tomando como eje de la realidad social, la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, surge claramente la disputa, los primeros a favor y los segundos en contra, de la aplicación de las “nuevas” condiciones de explotación de la mano de obra que necesita la burguesía en su conjunto para aminorar los efectos de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia en medio de esta crisis estructural del capitalismo.
Fernández viuda de Kirchner, todos los referentes del partido peronista, el gobierno de Milei, los partidos del resto de la “oposición”, conjuntamente con las cámaras empresariales y los aparatos sindicales, no se han cansado de afirmar que es necesario actualizar la legislación y convenios laborales a los que coinciden en calificar de antiguos y que, por lo tanto, hay que modernizar.
Las diferencias que discuten entre sí, radican en cómo se aplica la flexibilización laboral y en qué momentos. Si se hace bajo la represión abierta o si ésta se combina con el engaño a través de los sindicatos, tal como se viene operando, de hecho, hasta el presente.
A favor de ello, juega el factor del relativo estancamiento productivo, el desempleo creciente y la influencia, que aún persiste, de ciertos aparatos sindicales.
En contra de ese objetivo burgués, juegan la resistencia, las luchas, la autoconvocatoria, y la aspiración a las libertades políticas y mayores ingresos de los trabajadores y demás sectores oprimidos.
Ante el avance de ello y el desprestigio creciente de los aparatos sindicales que, en diversos casos ya no constituyen muros infranqueables para las luchas de trabajadores, el gobierno (no sin contradicciones), sectores de la llamada oposición política y ciertas empresas monopolistas apuestan a que el engaño sea remplazado por la garantía que podría ofrecer la nueva policía impulsada por la ministra Bullrich en la aplicación lisa y llana de las leyes y decretos -aprobados por el parlamento- que eliminan el derecho de huelga, quitan los derechos y garantías políticas de la Constitución y legislación laboral que fueron arrancados con luchas a la burguesía.
Por ello apuntan a la desaparición del aparato sindical que les significa un costo antipático pues les resta recursos que pueden utilizar como compensación a sus ganancias.
Los otros sectores, contestes de los ya mencionados, ven en la autoconvocatoria que avanza, la falta de interlocutores y de una herramienta que hasta estos días les ha sido útil como son los gremios que han actuado como policía patronal dentro de las empresas, frenando o desviando las luchas y la organización combativa de la clase.
Es por esa razón que pretenden “renovar” el engaño con los aparatos sindicales dándole una pátina de “progresismo luchador”, cambiar para que nada cambie, como decía el Gatopardo[1], y utilizar la represión abierta cuando lo primero fracase.
Ambas vías, se muestran peligrosas ante la mirada de la burguesía, y allí está la discusión central entre las expresiones políticas burguesas: los llamados “fachos” y los “nacionales y populares”.
Por lo expuesto, afirmamos una vez más, que el camino por las conquistas y la apertura de rumbos hacia una verdadera emancipación de la clase obrera y demás sectores oprimidos, es a través de la organización de la lucha de clases, con independencia política tal como lo viene haciendo la autoconvocatoria, levantando con firmeza los intereses genuinos de las masas de trabajadores, en contra de la burguesía, el populismo y el oportunismo de izquierda que prestan servicio a dicha clase.
[1] Apodo del príncipe de Salina, Fabricio Corbera, en la novela de Giuseppe Tomasi de Lampedusa