Los portales y las páginas web ferroviarias están llenas de noticias sobre inversiones, reparaciones de tendidos y renovaciones de vías y trazados, sobre suspensiones de servicios de pasajeros por estas obras, sobre renovación de locomotoras, sobre importación de vagones de carga de la mano de las corporaciones multinacionales agroindustriales Cofco y Viterra (esta última más conocida como Glencore), sobre finalización de concesiones y operaciones de la red de transporte de carga y sobre la renovación a manos de los mismos grupos monopolistas -como Ferroexpreso Pampeano- y otros que gobierno tras gobierno dominan eternamente este y otros tantos nichos de negocios.
Además de informar sobre la realización de nuevas licitaciones, sobre venta de predios, sobre operaciones financieras, sobre festejos, sobre anuncios de aperturas de viejos ramales ferroviarios a diferentes pueblos y otras cosas por el estilo, estas páginas se pasan factura por negocios que salieron mal o por la marcha atrás en ellos, es decir, por sus desprolijidades, improvisaciones e impericias, por la propia competencia burguesa o por todo esto junto.
Sin embargo, llama la atención que todas sus noticias son “buenas noticias”. Salta a la vista que buscan no mostrar los intereses cruzados por sus disputas de la manera brutal con que se desenvuelven sino de un modo cándido y hasta diplomático. Y aunque de vez en cuando se vean obligadas a mostrar un descarrilamiento o algún otro siniestro, es grotesco el tono con que intentan el “buen rumbo” financiero y comercial que el sistema ferroviario presenta en la actualidad. Es claro que las expectativas puestas en esta fuente de recursos y negocios supera incluso a la propia realidad que describen.
Todos estos portales como En el Subte, Crónica Ferroviaria y Rieles multimedio se asemejan a las campañas electorales, donde un mundo de progresos con obras e inversiones privadas aparecen (difíciles de visualizar) con el fin de embellecer lo que estas empresas monopolistas realizan y junto con ello el propio capitalismo.
Sin embargo, como las malas noticias están vedadas y el capitalismo no puede ser cuestionado, aquí no se habla de salarios, de despidos, ni del malestar de los trabajadores y trabajadoras; y no solo de los que trabajan a diario en los ferrocarriles sino, de los que cotidianamente utilizamos este transporte. En los cuales no solo se trabaja cada día de peor manera, sino que se viaja de forma absolutamente inhumana.
Tampoco se dice nada respecto del abandono del mantenimiento, de los gastos suntuosos en importar maquinaria, insumos, sistemas y señalamientos (que lejos están de ahorrar costos), del vaciamiento de las áreas técnicas, del deterioro de las frecuencias, ni del estado de las estaciones y andenes. Es decir: aquí no se muestra ningún abandono ni falta de obras e inversiones.
Estas páginas tienen el mecenazgo de los monopolios que dominan los ferrocarriles y además cuentan con el sustento político de los partidos del sistema y de las burocráticas estructuras sindicales, como Unión Ferroviaria y la Fraternidad, que son representaciones e instituciones de las diversas facciones monopolistas. Mientras las arcas del Estado al servicio de todos estos enjuagues monopolistas transfieran sin chistar -haya o no haya obras- jugosos dineros y recursos que no les pertenecen, el silencio cómplice de estos medios de difusión se deja sentir sin disimulo. Mostrar lo mucho que hay que disimular es su verdadero rol.
Mientras disputan negocios y recursos en un cuadro de deterioro constante y de desguace, la centralización a la que han llegado de la mano de las políticas del gobierno es lo que verdaderamente disimulan y ocultan estos medios en particular y en general también los medios del sistema. O sea, las consecuencias del ataque a las y los trabajadores respecto al salario, respecto de las condiciones de trabajo, respecto de la productividad y el aumento de las horas semanales, respecto de las condiciones de vida, sufriendo el oprobio de trabajar en otros lugares porque la guita no alcanza, sufriendo el acoso de los retiros voluntarios por gangas, sufriendo jubilaciones paupérrimas y maltratos de todo tipo, como nuevas amenazas de despidos.
Con la firma de las burocracias sindicales del último acuerdo paritario anual de 13.5%, eso significa el 1,12% mensual. El promedio de salarios ferroviarios no supera el millón cien mil pesos mensuales. Con 40.000 pesos de viáticos u otros adicionales -que incluso no todos reciben- está muy lejos de un salario digno. El nuevo personal de limpieza contratado tiene un salario promedio de 600.000 pesos y los maquinistas -otrora profesión considerada bien remunerada- apenas sobrepasa el promedio de 1.200.000 pesos. Al igual que en otras ramas laborales industriales los descensos salariales son sumamente elocuentes.
Años de tutelaje sindical, años de traiciones y engaños, años de mentiras y entramados siniestros entre sindicato-gobierno-monopolios, donde el PJ, la UCR, el PRO, el progresismo y las corrientes de “izquierda” entongadas en este juego de pinzas han dejado expuesta esta realidad que se dejan sentir en el presente.
La brutalidad del ataque a los trabajadores con los actuales planes de este gobierno ultrareaccionario no solo recoge los frutos de esa penosa historia de los últimos años -que fue apostar a sofocar a la clase obrera y el pueblo a costa de engaños y de conciliación de clases- sino que al mismo tiempo, muestra en las actuales conductas de aquellas expresiones políticas burguesas, -más allá de sus discursos y su “aparente oposición”- su verdadero y reaccionario carácter de clase al no cuestionar siquiera los brutales ajustes y los descensos salariales.
Convalidan con ello su acuerdo con las condiciones de explotación: condición ineludible del régimen capitalista para la creación y apropiación de ganancias. Este es el escenario de centralización que -pese a sus intereses cruzados- las diversas facciones monopolistas pretenden sostener en el marco de una profunda crisis que no tiene vuelta atrás.
Pero su crisis también es producto de la propia resistencia, del estado de movilización, del constante aumento de las tensiones políticas que las bases mismas generan con sus acciones, sus autoconvocatorias, otras formas de organización y sus renovadas fuerzas para no dejarse doblegar.
En este escenario -donde el proletariado está desarrollando sus propias fuerzas a costa de sacudirse los tutelajes- discurre el desarrollo desigual de la diversidad de luchas que se desenvuelven. La resistencia, que pese al silencio oficial se deja sentir en los ferrocarriles, en el estado de ánimo y en la bronca que corta el aire, tiene que expresarse desde las bases teniendo en cuenta que lo nuevo puja por avanzar cada vez de modo más abierto y generalizado. Es un movimiento con sus propias características, sus tiempos, sus experiencias y sus metodologías superadoras de las viejas prácticas burguesas que, de la mano de las burocracias y sus partidos, intentan sostenerse frente a la propia lucha de clases que lo está desmoronando a su modo.
A favor de avanzar en lo nuevo, no solo está la lucha de clases que va en aumento sino algunas de sus formas de expresarse como es el quiebre con los tutelajes burgueses que ya es un hecho, pero además los ejercicios de democracia directa y las más variadas formas de movilización política.
En los ferrocarriles hay expresiones individuales o de pequeños grupos independientes que se hace sentir. Y son una piedra en el zapato a los planes de la burguesía porque están en la búsqueda de una construcción de organizaciones genuinas para avanzar en iniciativas unitarias.
Es desde estas mínimas expresiones orgánicas y sobre la base del hartazgo de la amplia mayoría de donde hay que tirar para avanzar en formas de organización de la resistencia. Esta situación es el tránsito de un cambio cualitativo que la lucha de clases está produciendo; un estado de representatividad donde la burguesía ejercía su tutela a uno donde el proletariado comienza a buscar en sus propias fuerzas su capacidad de combate y sus formas de acción independiente como clase, es una lucha en su conformación como clase para sí.
En este transitar, la confianza se va ganando al calor de las genuinas expresiones de base que los propios obreros saben identificar como propias porque son producto de su propia creación. Desde las necesidades más sentidas incluso inmediatas, desde iniciativas como sostener la necesidad de aumentos de salarios con cifras concretas, hasta la libertad de reunión u otras necesidades frente a determinados atropellos, desde la denuncia que llegue a las diversas secciones -con los recaudos necesarios- hasta entablar reuniones en cada sección y realizar convocatorias concretas incluso asambleas seccionales sin pedir permiso, desde el llamado a las familias a la movilización (como han realizado por ejemplo, los obreros de la pesca en Puerto Madryn).
Estas iniciativas contribuyen a quebrar el estado de expectativa que todavía anida en ese tránsito entre lo viejo y lo nuevo, de que algo tiene que venir y no se sabe bien qué es. En ese tránsito que todavía no se expresa de forma superadora como creación que los propios trabajadores deben desarrollar se expresa una situación en la cual la patronal y las burocracias hacen su juego.
Esa superación no va a venir de otro lugar, de otros tutelajes y aparentes representaciones impuestas desde arriba, va a venir de la organización propia de abajo, con el desarrollo de la independencia política y desde el protagonismo de las bases.
No va a surgir de las mismas expresiones burguesas -sean del color que sean- interesadas en sostener estos planes de explotación y sofocación social disfrazada de representatividad. Va a venir y necesariamente debe ser producto de las bases, más aún después que las tutelas institucionales están siendo cuestionadas y repudiadas. Sin dar lugar a lo que desde la experiencia se sabe que representa lo viejo como la Unión Ferroviaria, la lista bordó del Pollo Sobrero u otras alternativas oportunistas conocidas por todos y que ampliamente se rechazan.
El protagonismo lo tienen que ganar las iniciativas de la organización de base en la defensa de sus intereses, y la expresión de esos intereses de forma organizada. Es el único y el más coherente camino en correspondencia con los intereses de los propios obreros ferroviarios, sacudirse el yugo de esta historia de putrefacción a la que se ha llegado de la mano de un sistema que ya es un fracaso y enfrentar los planes del gobierno desde la propia lucha de las bases. Esa es la coherencia con que la lucha de clases muestra su andar.