El mundo en llamas y el negocio intacto
Todavía pesan en nuestra memoria reciente los desastres climáticos en nuestro país, los sucesos de Bahía Blanca, las inundaciones en el norte, costa y conurbano bonaerense, Salta, Chaco, por nombrar sólo algunos de los desastres recientes.
En el mundo, sólo en los primeros 15 días de julio de este año, se registraron al menos cincuenta desastres climáticos, diarios, globales y simultáneos, en regiones de China, Rusia, Turquía, USA, Venezuela, Grecia, Alaska, India, España, Ucrania, Japón, Rumania, Serbia, Bangladesh, Francia, entre huracanes, inundaciones, incendios, derrumbes, en una situación que, lejos de mitigarse, evidencia cada vez más un estado de cosas acuciante.
Del desastre ambiental al simulacro institucional
En diciembre de 2015 se firmó el Acuerdo de París sobre cambio climático, cuyo objetivo declarado era limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2°C, con esfuerzos adicionales para limitarlo a 1.5°C, en comparación con los niveles preindustriales; y fortalecer la capacidad de los países para enfrentar los impactos del cambio climático y promover la adaptación sostenible.
En Argentina se aprobó dicho Acuerdo mediante la Ley 27.270.
En el artículo 2 de dicha Ley, se dispone como obligación de los estados miembros: “Situar los flujos financieros en un nivel compatible con una trayectoria que conduzca a un desarrollo resiliente al clima y con bajas emisiones de gases de efecto invernadero”
En criollo, eso significa que las inversiones, créditos, subsidios y presupuestos otorgados con fondos públicos y privados deberían estar orientadas a financiar energías renovables en lugar de combustibles fósiles, a apoyar infraestructura de transporte público y eficiencia energética y redirigir los subsidios que hoy se otorgan a actividades contaminantes hacia soluciones climáticas.
En la práctica, en nuestro país, dado que en la forma capitalista de organización social manda la ganancia y el estado es, directamente, una herramienta en manos de capitales monopolistas para sus negocios, los subsidios a combustibles fósiles siguen siendo predominantes.
La explotación en Vaca Muerta y otras zonas patagónicas se realiza con subsidios directos a la oferta, infraestructura financiada por el Estado y beneficios fiscales. En 2023, el Estado argentino subsidió a empresas hidrocarburíferas como YPF y Tecpetrol, con la transferencia de $130.597.978.663 (USD 541.187.208) superando en un 69% el presupuesto ejecutado por el Ministerio de Ambiente ese mismo año. 1
La matriz energética argentina sigue siendo 84% fósil2, con fuerte dependencia del gas extraído mediante fracking; el cuento del hidrógeno verde sólo sirvió para declarar zona franca (exenta de impuestos) a Sierra Grande que es por donde planean sacar el gas y el petróleo a través del Oleoducto Vaca Muerta Sur y las terminales GNL en el Golfo San Matías, demostrando cómo los negocios se imponen frente a la preservación de la vida y la naturaleza.
El decorado del desastre: bonos verdes, negocios grises
Pero el simulacro no termina en los despachos institucionales: también se extiende al sector empresarial que convierte el desastre en oportunidad de negocio.
El acuerdo de París también contempla la supuesta responsabilidad empresarial, establecida a través del informe periódico de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), que los Estados deben reportar mediante sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés)
Esta responsabilidad, claramente, queda reducida a disputas entre capitales y a las zancadillas que se tienden entre sí para ganar ventaja competitiva, y a la competitividad en el mercado que puede otorgarles presentarse como “verdes” ante el consumidor.
Pero, como todo en el capitalismo se compra y se vende, la emisión de GEI (y con ella los desastres climáticos y el consiguiente sufrimiento humano) han pasado a ser otro excelente negocio para el capital.
Los estados emiten regulaciones sobre supuestos topes de emisiones de CO2, que se denominan permisos de emisión. Entonces, el CO2 permitido y no emitido, constituye un crédito de carbono negociable, pero, además, empresas como Genneia, Carboneutral S.A. y otras, a través de también supuestos proyectos de forestación, ganadería regenerativa, etc., que nadie controla, comercializan bonos de carbono, que también supuestamente compensan la emisión en exceso de determinadas actividades industriales.
Entonces, por cada tonelada de CO2 emitida, las empresas (o los países) compran un bono equivalente a la misma cantidad de dióxido de carbono supuestamente no emitida o capturada, en proyectos que existen únicamente en páginas web, aunque los pueblos sabemos perfectamente que los humedales se lotean, se queman los bosques para proyectos inmobiliarios, y se desplazan los pueblos originarios o campesinos (incluso por la vía de cercenar el uso de las aguadas) para la explotación de las tierras… y en esta dinámica, lo único verde son los dólares que ganan
Vaca muerta: se decora con fantasmas
El caso del fracking es, junto con la megaminería, uno de los ejemplos más aberrantes de ocultamiento de la contaminación y el desastre natural, al servicio de las ganancias del capital monopolista.
Los problemas de salud de la población, la denuncia que realizan las comunidades sobre lo que pasa a su ganado, los temblores en las zonas de perforación que provocan rupturas de casas, derrames de petróleo y otro sinnúmero de eventos con consecuencias para los pueblos, son testigos de esta afirmación.
En lo que hace particularmente a la contaminación a través del residuo de agua contaminada con químicos, que debe ser desechada —recordemos que el agua no es un recurso renovable— que se denomina “cutting”; hay que tener en cuenta que, en Vaca Muerta, en la actualidad, se producen alrededor de 450 mil barriles de shale oil por día, cifra que Marín, CEO y presidente de YPF, proyecta duplicar en los próximos cinco años. Esta cantidad representa 71.550.000 de litros de petróleo diarios extraídos en la actualidad.
El único estudio disponible a este respecto, del año 2018, establecía que, en la cuenca de Eagle Ford, por la técnica de fractura hidráulica, en el año 2015, se estimaba un consumo de 2 litros de agua por litro de petróleo extraído3. El informe de FARN4 (Fundación Ambiente y Recursos Naturales) estimaba que en el año 2019 se había utilizado mediante la técnica de fracking un total de 7.992.732,66 litros de agua.
Si bien podría considerarse que esa proporción de consumo podría ser menor en esta cuenca, por sus características o por los avances tecnológicos; como asimismo que una parte del agua puede ser recuperada, lo cierto es que esta cantidad sigue siendo alarmante y que ni las autoridades del estado ni las empresas otorgan información fidedigna que permita desatender estas cifras. Aun suponiendo un consumo de un litro de agua por litro de petróleo, implicaría un uso de 2 millones de litros de agua por mes.
Por otro lado, un estudio efectuado en una pileta de cutting, en la zona del parque industrial neuquino, y en el marco de una causa penal, registró la existencia de: Antimonio, Arsénico, Bario, Berilio, Boro, Cadmio, Cinc, Cobalto, Cobre, Cromo total, Cromo hexavalente, Estaño, Mercurio, Molibdeno, Níquel, Plata, Plomo, Selenio, Talio, Vanadio, Fenantreno, Fluoranteno, Antraceno, Naftaleno, Acenaftileno, Acenafteno, Fluoreno, Pireno, Benzoantraceno, Criseno, Benzeno-Pireno, Indeno, Benzofluoranteno, Benceno, Tolueno. De éstos, los metales y metaloides tales como el arsénico, cadmio, cromo hexavalente, mercurio, níquel y plomo son reconocidos como cancerígenos por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC); el antimonio, bario, berilio, cobalto, cobre, molibdeno, plata, selenio, talio y vanadio pueden ser tóxicos en ciertas concentraciones y afectar órganos como el hígado, riñones y sistema nervioso; en cuanto a los hidrocarburos y compuestos orgánicos, el benceno es altamente cancerígeno, asociado con leucemia y otros trastornos hematológicos, el tolueno es tóxico, afecta el sistema nervioso central, el naftaleno, benzoantraceno, criseno, benzo-pireno, indeno y benzofluoranteno pertenecen a los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), muchos de los cuales tienen potencial cancerígeno.
Entonces, ¿qué se hace al respecto?
Pues bien, después de la demanda a Repsol en Ecuador, el capital aprendió. ¿Cómo hacer para no quedar “pegado” en la contaminación?, simple, responsabilizar fantasmas
La práctica consiste en conformar empresas, con monigotes o “4 de copas”, detrás de las cuales hay funcionarios del estado, que serán las encargadas de “remediar” lo irremediable. Las empresas entregan el cutting a estos entramados fantasmas y, por lo tanto, el residuo del fracking y la contaminación ya no son una responsabilidad del capital monopolista que se beneficia con el saqueo del petróleo, sino de estas empresas, cuya práctica es hacer pozos y enterrar el veneno; si es posible, en zonas alejadas donde no se vean, como los campos de la zona de Rincón de Los Sauces.
En caso de conflictividad, simplemente la acción penal es contra estas empresas, las condenas son excarcelables, de la empresa no queda nada más que unas pocas estructuras vacías y ¡Listo! El capital monopolista queda salvado de responder por el daño que provoca
Capitalismo: el mundo del “como si”
Queda claro que, en la forma de organización social capitalista, no existe ni puede existir interés alguno por la vida, por la naturaleza, por la prevención de desastres climáticos, porque lo que manda es la ganancia. La competencia intercapitalista, exacerbada además por la crisis estructural del sistema, no permite otra consideración a los grandes capitales, ni a los estados que en esta instancia se encuentran directamente en sus manos, que la maximización de la ganancia.
Los desastres climáticos existen, la contaminación existe, la salud del pueblo se ve deteriorada y afectada por estas prácticas, la naturaleza se ve avasallada y el ser humano como parte de ella, pero para el capitalismo sólo existe el negocio.
Del horror se genera el negocio, tanto en el caso de los bonos de carbono como en el caso del tratamiento del fracking.
El supuesto hidrógeno verde sólo sirvió para entregar tierras a Fortescue, desplazar comunidades y establecer un área libre de impuestos para la exportación del petróleo.
Es el mundo del “como sí”, en el que se hace de cuenta que se evita la contaminación, se hace de cuenta que se sanea el daño ambiental, se hace de cuenta que la vida importa, pero en realidad, sólo es un decorado del espanto, un burdo maquillaje de la cara horripilante de los negocios.
La salida, organizar la rebelión.
Frente a este decorado del horror, sólo queda una salida posible, la lucha de los pueblos. En estos últimos días tanto las comunidades de la zona de Vaca Muerta como sectores populares, están llevando adelante acciones y protestas contra la contaminación del fracking –lucha que, desde distintos actores, lleva años, por cierto–, y en particular de los lagos Mari Menuco y Los Barreales.
Desde esta trinchera, entendemos que no hay ni puede haber soluciones parciales, que del lado del pueblo las soluciones son y deben ser soluciones definitivas, rompiendo el cómo sí de los capitales.
Desde esta trinchera, entendemos que la única forma de terminar con este espanto, es con la clase trabajadora y el pueblo, organizados con democracia directa, por fuera de toda su podrida institucionalidad, luchando por arrancarles el poder a quienes sólo tienen muerte para ofrecer.
1 https://cdi.mecon.gob.ar/bases/docelec/az7121.pdf
2 https://www.bbvaresearch.com/publicaciones/argentina-situacion-energia-2025-petroleo-y-gas/
3 https://energiasur.com/dos-litros-de-agua-por-cada-litro-de-petroleo/
4 https://farn.org.ar/wp-content/uploads/2021/02/DOC_IMPACTOS-VACA-MUERTA_links.pdf