El fútbol es un gran negocio y como tal abarca el juego en sí mismo.
Pero como buena multinacional no deja de sorprendernos por su variedad de incursiones por fuera del deporte.
Así la construcción de estadios está atado al negocio inmobiliario y ello conlleva el negocio con la administración del Estado en el juego electoral y monetario por autorizar o no su construcción en el predio que se trate. Los concejales son el primer peldaño de la “coima”.
No son menores las estrategias por los vuelos de los equipos que compiten. Los negocios con las aerolíneas ligadas al negocio turístico y los famosos “paquetes” que se negocian con años de antelación y su relación directa con financiamientos usurarios.
Ni que hablar cuando hablamos de la venta de zapatillas y camisetas entre otras vestimentas de “marca”. Cada tanto aparecen “novedades” indumentarias que agitan el consumismo al que pocos pueden acceder. Pero no faltan las “licencias” truchas, por cierto.
También podríamos nombrar la interrelación existente con otros aspectos como la tecnología para el juego: el VAR ha requerido “actualización” en ese aspecto y se da la mano con una transmisión del juego en donde el pago se hace riguroso a la hora de seguir el partido. Millones de dólares invertidos en este campo de la “ciencia” para un partido de fútbol, bochornoso.
Pero la frutilla del postre para este deporte popular es el negocio de las apuestas. Si todo lo anterior pone bajo sospecha el fútbol, el juego de las apuestas termina de “asesinar” tan bello deporte.
Todo, absolutamente todo está teñido de corrupción, un “lateral” simplemente un lateral, puede ser apostado si el que lo saca lo tira para atrás o para adelante. La ludopatía -sobre todo en menores, pero no únicamente- ya es una problemática social. El Estado de los monopolios y sus gobiernos son parte de este negocio.
La camiseta tira y toca el corazón del hincha. “¡La pelota no se mancha!”
Sin embargo, y a pesar de todo el hincha va a la cancha. Sabe del negocio, de la corrupción, lo vive asociándolo, pero su amor por los colores es mucho más fuerte.
Es que el fútbol nos pertenece desde que somos chicos a quienes nos gusta ese noble deporte. Compartimos cancha, amistad antes, durante y después del partido. Se comparten alegrías y tristezas quizás en una misma tarde. El club del que somos hinchas nos “vio” caminar por el barrio, sus veredas y paredes se expresan a cada paso. Las generaciones hablan. Muchas veces los colores se heredan.
Estas dos facetas que envuelven al fútbol, son el reflejo de una vida cotidiana que no se llevan bien.
Negocio y dignidad humana son incompatibles.
Ese malestar existente en la tribuna por lo que genera el negocio del fútbol -y tras de sí la corrupción institucional que lo cobija- genera la bronca en el hincha y ello se expresa en cada fecha del fútbol.
El “que se vayan todos” referido a las dirigencias, a la institucionalidad del fútbol pasa a ser una consigna que se amplía jornada tras jornada. Ya nos son pocos los clubes que tienen la voz de los hinchas organizados autoconvocadamente reclamando asambleas de ese carácter y -a la vez -politizando su participación para reclamar derechos políticos perdidos.
Muchas dirigencias mafiosas están sometidas a este griterío que los condena, dirigencias que ya no pueden ver partidos en los estadios por temor a recibir la acción directa del hincha.
Que el fútbol nos pertenece es cuando ya no solo la bronca se expresa sino cuando ya varias hinchadas se movilizan y adoptan posición política frente a hechos que conmueven a la sociedad.
Jubilados y la cuestión de la solidaridad con el pueblo palestino han comenzado a hacerse sentir tanto dentro como fuera de las canchas. Son expresiones que -asociadas al “que se vayan todos”- trascienden las fronteras futboleras. Es un estado de ánimo que está calentando sus motores en todos los aspectos de la vida cotidiana.
No hablamos ya del fútbol como algo aislado o como en otras épocas que se lo asociaba al “embrutecimiento” de los pueblos. Por el contrario cada vez más, repetimos, este noble deporte, gracias a sus hinchas que han comenzado a hacerse valer al ir rompiendo la institucionalidad corrupta por donde se la mire con acciones independientes de hinchadas que se autoconvocan para parar la mano a tanta pudrición que genera “el negocio” del fútbol.