Sobre privatización y concesiones ferroviarias


Frente a las noticias aparecidas en los últimos días sobre la paralización de las privatizaciones ferroviarias, el gobierno no solo anuncia nuevos ataques a las y los trabajadores, sino que ventila suculentos subsidios de más de 52.000 millones a una facción monopolista, que se refriega las manos frente al botín de los recursos del estado en un marco de abierta competencia con otros intereses.

Con ello, no solo se intenta profundizar mediante una serie de decretos y al amparo de la ley de bases más explotación y ajustes, sino que deja en evidencia las pretensiones de diversas facciones monopolistas y el marco de concentración.

Porque en verdad, detrás de todo este escenario, se han venido configurando dos facciones más o menos definidas que van por concentración y ganancias del transporte de cargas y que tienen al transporte de pasajeros como un mal necesario e inevitable.

Grandes cerealeras como Dreyfus, Cargill, Aceitera General Deheza, Cofco, Viterra, Bunge, frente a otra faccion conformada por Ferroexpreso Pampeano, Ferrosur y NCA (Nuevo Central Argentino), ambas disputan la privatización del Belgrano Cargas y otras áreas.

“El transporte ferroviario de pasajeros no es rentable porque es deficitario” dicen desde los enclaves ministeriales, aseverando además a una falacia respecto que “el 74,3% de su rentabilidad se va en salarios”, dejando entrever con ello que con el 25,7% restante no se cubren los costos operativos y las obras de infraestructura. En criollo significa que la culpa es de la clase obrera que aun a pesar de sus bajos salarios que deberían ser aun menores.

Secundado por un séquito de opinólogos, empresarios y hasta sindicalistas, desde el gobierno afirman, además que es mayor el costo del sostenimiento que la rentabilidad. Vale decir que para el sostenimiento de su funcionamiento se necesitan inversiones, pero dado que el empresariado monopolista no está dispuesto a realizarlas por ser un sistema deficitario es el Estado y el Gobierno el que puede disponer de esos recursos.

Primero por estar al entero al servicio de esos intereses. Segundo: porque los monopolios no asumen ningún riesgo, ni económicos, ni políticos ya que los asume el propio Estado y el gobierno de turno.  A sabiendas de los desguaces, los deterioros en la calidad de los servicios, los abandonos de obras, etc. que, sumado a sus conductas arteramente inhumanas propias de una clase social en descomposición, esta situación representa una riesgosa perspectiva para las trabajadoras y trabajadores que viajan cotidianamente y para los propios obreros y obreras ferroviarios que desenvuelven sus labores allí.

Tercero: los monopolios acumulan recursos públicos para su entero beneficio privado que, sumado al marco de negocios que representan los transportes ferroviarios, da una acumulación de ganancias asegurada mientras duren sus planes.

Veamos un poco más de cerca el escenario.

Hace poco tiempo atrás el gobierno dio el paso transformar al SOF.SE (Sociedad Operatoria Ferroviaria Sociedad de Estado) en SOF. S.A. (Sociedad Operadora Ferroviaria Sociedad Anónima). Con ello convalidó el funcionamiento como empresa con todas características propias de una empresa privada sin perder su condición de empresa estatal. La funesta ley de bases que el funesto Congreso Nacional aprobó, autorizó “la privatización o concesión” de Trenes Argentinos Operaciones y Trenes Argentinos Cargas. El hecho que el Belgrano Cargas ya esté siendo privatizado obedece a que la propia empresa está organizada como sociedad anónima.

Esta estratagema jurídica facilita además una serie de políticas como fusiones, cierres, o vaciamientos, muy propio del modus operandi del capital monopolista en sus disputas y competencia de intereses.

La venta de los paquetes accionarios de estas nuevas sociedades de Estado devenidas en anónimas y la reformulación jurídica planteada por la ley de bases es la que abre las puertas de la privatización del Belgrano cargas con todo lo que ello significa en las disputas por las ganancias entre facciones monopolistas.

Pero en el caso del SOF S.A. y el transporte ferroviario de pasajeros, se optó por un sistema de concesiones porque al ser “deficitario” la privatización es “un riesgo”. De allí que para garantizar las ganancias respecto de este sector del sistema ferroviario los recursos del Estado bajo la figura jurídica de “la emergencia ferroviaria” se transfieren a esta facción monopolista, que se beneficia con estas concesiones de los transportes de cargas, y que desde hace décadas y gobierno tras gobierno vienen usufructuando-.  Como condición -a cambio de estas prórrogas y otras ventajas- deben hacer obras en el transporte público ferroviarios. Para ello dejo 52.000.000.000 así te vas arreglando…

Hace apenas hace unos días atrás Milei y su cofradía acordaron extender las concesiones ferroviarias a un plazo de 10 años a los grupos monopolistas Ferroespreso Pampeano y Ferrosur que operan el ferrocarril Roca y el ferrocarril Sarmiento, el San Martin y el Urquiza y a Nuevo Central Argentino (CNA) que opera con la Línea Mitre. Detrás de estos nombres de fantasía están los Roggio, los Techint, y otros sectores monopolistas que reciben al transporte público como un paquete sobre el que pesa en la conducta de estas corporaciones una tradición de abandono y desidia.

Sin embargo, hay quienes se pusieron contentos porque el transporte publico ferroviario no va a ser privatizado y sí concesionado. Pero… aunque la mona se vista de seda, mona queda la figura jurídica no disimula el hecho que el usufructo y la apropiación de los recursos públicos vayan en manos de los monopolios.

Al mismo tiempo sobre la base de la conformación como sociedad anónima imponen las condiciones de flexibilidad y disciplinamiento, como en la industria metalúrgica que casualmente donde por ejemplo el grupo Techint tiene otro de sus negocios.

De allí que en días pasados el ministerio de transporte anunció el despido de más de 1.900 trabajadores que se suman a los casi mil despidos de los últimos dos meses. En los hechos ya no son trabajadores del Estado, aunque lo sigan siendo según la ley de bases.

Por otra parte, desde los planes de gobierno se intentan eliminar los regímenes jubilatorios especiales de los trabajadores ferroviarios y junto con ellos también los de trabajadores mineros, choferes de ómnibus, portuarios y otras actividades laborales. Según las palabras de los burócratas parlamentarios de la comisión de transporte en la voz del Señor Milman argumentan: “que, con la modernización del sector ferroviario y la mejora de las condiciones laborales, las razones que justificaron el establecimiento de este régimen especial han perdido vigencia”.

O sea que maquinistas, cambistas, foguistas o equivalente, señaleros, mantenimiento y limpieza de vía, capataz de cuadrilla de vía y otras actividades -consideradas riesgosas e insalubres- ya no tienen ninguna condición laboral especial, aunque se sigan realizando.

Ni desde el punto de vista técnico, ni desde un punto de vista político estos argumentos son veraces. Lo que domina tal fundamento es lo económico. O sea, cómo agregarle años de trabajo a la clase obrera, cómo prolongar su nivel de esclavo asalariado lo más posible para exprimirlo al máximo y cuándo ya su físico y cabeza no pueda resistir prolongar su agonía con una jubilación o una pensión miserable. La vía para prolongar la edad jubilatoria es el ataque a estos regímenes por condiciones riesgosas para la salud y la vida a los 55 años después de 30 años de aportes.

Es claro que son las ganancias y la explotación asalariada la condición de las privatizaciones. Se dibuje como se dibuje, a la hora de entender qué significa el traspaso de los recursos públicos a la voracidad de los monopolios por privatización o concesiones -lo decimos sin tapujos- representan un abierto deterioro de las condiciones de vida y trabajo. Son expresión de los planes de los monopolios.

El enfrentamiento es el camino. Desde las bases, desde la organización y unidad con independencia política, los planes de gobierno no pueden pasar. Ni privatizar nuestro futuro. ni concesionarle al capital y su gobierno sus ganancias a costa de nuestro deterioro. Quebremos los planes de los monopolios.


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