La semana pasada, más precisamente el día miércoles, las ciudades de Ramallo y San Nicolás se vieron alteradas por un movimiento obrero que sacudió la planta industrial de Ternium, empresa perteneciente a la transnacional Techint.
Alrededor de las 8:30, un grupo numeroso de trabajadores de contratistas irrumpió en la sede de la Comisión Interna del sindicato, ubicada dentro del predio fabril, y la tomó por la fuerza. Cansados de conciliaciones obligatorias dictadas por el Ministerio de Trabajo y de la inacción del sindicato, cómplice de la patronal, los obreros iniciaron un paro de hecho que rápidamente sumó a unos 3.000 trabajadores de más de cuarenta contratistas.
El reclamo: “salario pretendido”
El eje de la lucha fue el reclamo por el “salario pretendido”: una reivindicación que busca igualar el ingreso mensual de aproximadamente $1.800.000 que ya han conseguido unas ocho contratistas, elevando ítems particulares que se suman a los básicos del convenio UOM de la rama 17. El resto de las contratistas paga apenas $900.000, ubicando a sus obreros por debajo de la línea de pobreza del INDEC (que, además, sabemos está dibujada). Se trata de salarios desesperantes para trabajadores siderúrgicos sometidos a jornadas pesadas, insalubres y expuestos a accidentes laborales que, como ocurrió el año pasado con dos compañeros, constituyen verdaderos crímenes.
Antecedentes y clima de tensión
Este movimiento no surgió de la nada. Hace dos años, la empresa y el sindicato habían firmado un acuerdo para actualizar los ítems salariales, pero nunca se concretó. En el medio, la contratista SIJAM —dedicada al mantenimiento de grúas— realizó un paro por el despido de un compañero, logrando su reincorporación. Esa acción influyó en el ánimo general y fue un antecedente directo de la movilización masiva.
El rol del sindicato: tibieza y repudio
El secretario general de la UOM seccional, Brunelli, acudió rápidamente para intentar frenar el descontento. Convocó a una asamblea, que los obreros dieron vuelta a su favor, siendo repudiado con calificativos como “tibio”, “chanta”, “dinosaurio” y “sinvergüenza”. No es casual: una de las mayores contratistas, LOBERAZ, le pertenece. Junto con SJG, otra de las grandes, concentran unos 1.000 obreros, es decir, una tercera parte de los movilizados. Al hablar de sindicalistas empresarios, no erramos ni un ápice. Son personajes nacidos de las filas del proletariado que han cruzado el umbral para integrarse a las huestes del enemigo de clase: la burguesía.
La respuesta patronal: amenazas y maniobras
La empresa respondió con amenazas: apagar los grandes hornos, detener la coquería y deslizar el rumor de una posible retirada del país. Frente a la actitud decidida de los obreros, dispuestos a continuar el paro por tiempo indeterminado, el Ministerio de Trabajo, la empresa y el sindicato patronal de Brunelli acordaron una nueva conciliación obligatoria. El objetivo era claro: descomprimir, ganar tiempo, dividir y confundir, maniobras desesperadas de quienes se saben impotentes ante la fuerza de las bases.
Un conflicto de otra calidad
Este conflicto tiene una calidad distinta a las luchas defensivas que se vienen dando en todo el país —resistencias ante despidos, jubilaciones anticipadas, retiros voluntarios, suspensiones o cierres parciales. Aquí se trata de un movimiento ofensivo: los obreros se lanzaron a conquistar lo que les es negado. Saltaron las barreras, impusieron la voluntad de las bases y quebraron los cercos blindados del sindicato.
La asamblea masiva de 3.000 trabajadores se mostró como la metodología legítima de decisión. Sindicato y empresa tuvieron que recular y aceptar el paro, que se extendió hasta el fin de semana. El motor del movimiento fue una masa de obreros jóvenes, los más combativos, los que más insultaron al pope sindical y sus secuaces.
Un escalón más en la lucha de clases
La lucha de clases, con este episodio, se eleva un escalón más. Aunque hoy este movimiento parezca una excepción, todo proceso social comienza con un botón de muestra. Lo nuevo se impone sobre lo viejo en una espiral ascendente que anuncia enfrentamientos mayores, más profundos y con una calidad diferente.