Durante estos últimos meses se ha disparado la cantidad de conflictos generados por recortes o despidos. La causa, eterna causa esgrimida por los empresarios, es la crisis.
Que la crisis existe es algo innegable. No hace falta “consultar a las consultoras”, sino tan solo salir a la calle para entender que el consumo no repunta, así como tampoco lo hace el nivel de actividad industrial, víctima de una recesión que golpea tanto a la Argentina como al resto del mercado global. Sí, porque a pesar de que aquí gobierna un sector de la burguesía que está más para el psiquiátrico que para el poder, la crisis no deja de ser global, y el desplome del consumo es algo más que un mero factor local.
Pero no nos vamos a meter en la crisis internacional, tan solo la queremos dejar expuesta, como para no perder contexto. La honestidad, ante todo.
Decíamos, en el marco de esta crisis, las patronales han salido a cacarear -una vez más- que “no hay plata”. Con este motivo mandan recortes salariales, despiden trabajadores contratados para enchufarle más tareas a los trabajadores de planta, quitan beneficios… en fin, recorte en todas las líneas.
“¡Y es que no hay plata! ¡O recortamos salarios, o nos fundimos!”
En el fondo las y los trabajadores entendemos que la plata está, pero a veces nos cuesta entender dónde, cómo y cuándo. Y para colmo, luego salen los medios de comunicación –“progres” incluidos- a decir que “estas políticas desindustrializadoras llevan a las empresas a la quiebra” ¡Si dicho así hasta dan pena los empresarios!
Bueno, basta de pavadas. Veamos algunos números de los Estados Financieros presentados estos últimos días en la Comisión Nacional de Valores, correspondientes a los primeros seis meses de este 2025.
Molinos Rio de la Plata, empresa que viene afrontando un conflicto para bajarle el salario a sus trabajadores, donde particularmente a causado mucho ruido la respuesta de los trabajadores de la planta de Esteban Echeverría, que les clavaron diez despidos para luego exigirles una rebaja salarial -que fue rechazada en asambleas reiteradas veces-. La empresa en cuestión declara haber reducido un 10% el costo salarial en la comparación 2024/2025. Hoy la empresa declara que “da pérdida”, lo que habría que preguntarles es a dónde fueron a parar los $74.248 millones que amaso el año pasado solamente como ganancia financiera, monto que representa el 126% del costo salarial del año en curso.
Mastellone Hnos., dueña de la mitad del paquete accionario de La Serenísima, vio disminuida su ganancia este año, aunque claro, es difícil comparar el ejercicio actual siendo que el año pasado facturaron $98.274 millones solo a través de negocios financieros. Como el negocio este año no anduvo tan bien, a la pobre empresa no le quedó otra que recortar la masa salarial en un 4%. Eso sí, los que se ve que hicieron bien los deberes fueron los directores de la empresa, que se asignaron un aumento del 7%.
A la que parece le fue bastante mejor es a su socia, Arcor -quien por cierto está por comprar Mastellone-: la ganancia neta de Arcor se disparó un 701% respecto al mismo período del año pasado, aunque parece que los obreros no se enteraron, ya que les recortaron un 8% el salario.
Molinos Agro también presentó balance, y a pesar de la crisis, sus ganancias solo cayeron un 5% respecto al año pasado. En sintonía con la reducción de la facturación, los pobres empresarios tuvieron que ajustar a los obreros, que perdieron un 3% de su salario, aunque, curiosamente, el directorio de la empresa se otorgó un aumento de sus ingresos del 97% ¡Tranqui!
Pasemos a otro sector en crisis: la industria de la construcción.
Por un lado, Loma Negra declara que no tocó los salarios, y la masa salarial salió empatada con la inflación ¿Será? También anuncia que cayeron sus ventas, y este año ganó un 82% menos que el año pasado. Quizás este sea el lugar oportuno para decir que ese año la empresa amasó una fortuna de $142,9 mil millones solamente con negocios financieros. La teoría del derrame no les habrá llegado a los obreros, pero sí a los directores, que este año se otorgaron un aumento del 15% en términos reales, y muy a pesar de la crisis del sector.
Otra empresa del rubro, Holcim, también vio desplomarse su ganancia en un 94% interanual. Claro, hay que decir que el año pasado había conseguido duplicar sus niveles estándar de ganancia gracias a una facturación financiera de $37 mil millones. Ahora lo interesante es que a pesar de la caída en los niveles de ganancia -que siempre se usa como excusa para bajar salarios- los directivos aumentaron sus ingresos en un 29%.
Pero vayamos al sector con la peor de las crisis: calzado.
Y nuestra empresa testigo es Grimoldi S.A., uno de esos gigantes nacionales “en peligro de extinción”, lo cual no impidió que aumente su ganancia neta un 46% respecto al año pasado, resultado que “derramó” en un aumento del 10% sobre el directorio, y en un magro 3% sobre las y los trabajadores -sin diferenciar producción de administración-.
Ya que estamos con sectores polémicos, sigamos con Richmond, una de las pocas farmacéuticas que cotizan en bolsa. Richmond nos declara un 2025 no tan bueno como el año pasado, aunque todavía reportando una ganancia jugosa de unos $3 mil millones. Y bueno, como los negocios no marcharon “tan bien” como con los $15 mil millones del año pasado, no les quedó otra que reducir la masa salarial un 3%. Eso sí, a los directores les aumentaron los ingresos un 27%.
Y como no podíamos terminar de otra manera, traemos una energética: Central Puerto, quien redujo los salarios un 3% a pesar de haber visto incrementar su ganancia un 219%.
Tema aparte es la ganancia de los bancos, que trataremos en otro artículo.
Y ahora sí, una pequeña conclusión.
En toda crisis capitalista existe una retracción del mercado, caen los niveles de producción y con ello se achica la porción de la torta. Los empresarios buscan entonces achicar salarios no porque no puedan pagarlos, sino porque lo que quieren es mantener su margen de ganancias ¡Y pucha si lo vienen sosteniendo!
Por un lado, hicieron y hacen grandes negocios financieros con el Carry Trade de Caputo, que no es ni más ni menos que la reducción de jubilaciones, salarios estatales y asistencia social para transferir todos esos recursos financieros hacia el capital privado vía emisión de títulos públicos.
Por otro lado, el ajuste salarial a los obreros de esas empresas, en donde incluimos el aumento de los ritmos de producción. Porque para ellos es más rentable producir lo mismo en menos horas, aunque en el medio tengan que tener un turno suspendido.
Y todo esto sin mencionar las ganancias pasadas. Como hemos demostrado infinidad de veces, con las ganancias de un año, estas empresas pueden sostener los salarios de la plantilla laboral -ajustado por inflación y todo- durante uno, dos, tres y hasta cuatro años.
Por eso, cuando nos vienen con el discurso de que “la empresa da perdidas”, de que están “con la soga al cuello por la caída de la producción”, etc., las y los trabajadores tenemos que asumir una posición de clase, y en lugar de buscar soluciones para la rentabilidad empresarial (que es lo que terminan haciendo el progresismo y la izquierda) tenemos que plantarnos en la defensa de nuestro salario, de nuestras condiciones de vida, porque la crisis que vivimos los trabajadores no es la misma crisis que viven los capitalistas.
Cuando nosotros hablamos de crisis, hablamos de los problemas de la vida, de la alimentación, la educación de la niñez, la falta de asistencia médica, la situación de nuestros ancianos, la peste de la droga, de los colapsos mentales por las presiones laborales o por la falta de perspectiva de vida. Cuando ellos hablan de crisis se refieren, pura y exclusivamente, a la reducción de su margen de ganancias.