«Queremos hospitales, no mundiales»


«Queremos hospitales, no mundiales», es una de las proclamas que se escucharon en las calles marroquíes (a propósito de que ese país se convirtió en la primera selección africana en clasificar al Mundial 2026). Porque las explosiones sociales -que se suceden unas tras otras- tienen comunes denominadores y particularidades.

El levantamiento popular en Marruecos se produce tras la muerte de 8 mujeres en hospitales, sin atención. Se sale a las calles, fundamentalmente jóvenes que reclaman sanidad, educación, empleo y en contra de la corrupción. Hablamos de un Marruecos con su “modernización portuaria” para capitalizar una buena parte de los negocios más concentrados del capital financiero.

A la vez en Irán 400 obreros de la empresa IRALCO están en huelga de hambre con todo lo que significa esa medida extrema. En Perú, días y días de movilizaciones. Toque de queda en Madagascar, en un marco en donde la semana pasada se hablaba de una Francia con “bloqueo total” o una Italia contra el genocidio en Palestina.

Hay algo que no está ni funcionando ni encajando.

Las relaciones de producción están “hablando”. El sistema capitalista aprisiona las fuerzas productivas fundamentales y las mismas se expresan como pueden y en algunos casos, embrionariamente como deben.

Las sociedades humanas como principales actores que protagonizan la escena no están queriendo más de lo mismo, durante décadas han hecho la “experiencia” de la globalización. El horizonte de promesas de bienestar se comenzó a derrumbar a partir de la crisis capitalista de 2008 hasta llegar a estos días con un cansancio “estructural”.

En los poquitos ejemplos que mencionamos en este artículo podríamos afirmar una tendencia que se viene dando semana tras semana: a los ojos de millones las problemáticas sociales no distinguen entre falsas divisiones. No es occidente u oriente lo que está sobrevolando la mente y los corazones de los proletarios del mundo: se trata de capitalismo a secas y del papel que está jugando la oligarquía financiera transnacionalizada en cada disputa interburguesa.

No es casual entonces asimilar el por qué las burguesías monopolistas radicadas en “occidente” y en “oriente” hacen silencio “atroz” con el genocidio del pueblo palestino. Las principales potencias del mundo (entre ellas EEUU, Inglaterra, Alemania, Francia, China, Rusia, India) son grandes proveedores de Israel, y a la vez Israel realiza grandes negocios con aquellas potencias. Nada sobrepasa la denuncia formal a tal aberración existente.

Pero lo cierto es que cuando todo cruje y todo está en crisis es porque -como decíamos más arriba- hay algo que no encaja. Cuando ese no encaja se expresa en rebeliones de masas que suceden bajo el sistema capitalista no necesariamente quiere decir que aparecen en lo inmediato alternativas claras de cambio.  La ira y el descontento acaparan el mayor protagonismo, pero…

Sería apresurado afirmar que ese volcán en erupción en todos los continentes desemboque en revoluciones proletarias y populares en lo inmediato.

Pero hay una nueva calidad en este momento histórico que no estuvo dado cuando la burguesía monopolista dio inicio a la globalización. En aquel momento miles de millones vieron en ese proceso una salida a su vida indigna, para ellos que se incorporaban al proletariado en masas, como fue el caso de China -entre otros-, el capitalismo encontraba una bocanada de aire fresco.

Hoy el sistema capitalista está en crisis porque una buena parte de esos miles de millones están sufriendo las consecuencias del sistema y a la vez la propia naturaleza en su silencio y no tanto, expresa el mismo dolor de las masas explotadas y oprimidas.

En ese experimentar, el sistema capitalista se transformó en “utópico” si de lo que estamos hablando es de mejorar la vida de la sociedad humana.

Por el contrario, liberar las fuerzas productivas requiere de revoluciones socialistas.

Las fuerzas de la revolución se vienen transformando en necesidades concretas y reales. Embriones de ellas que retoman las ideas comunistas en el mundo son parte de la acumulación política e ideológica que se viene procesando. La nueva ola anticomunista que destilan los “mandamás” del capital financiero están advirtiendo en tal sentido.

Hablar de un Marruecos con explosión de masas era impensado hasta hace muy poquito.

Pero nada se expresa de un día para otro con tal magnitud si antes no hubo acumulación de descontento. Marruecos -para un sector de la oligarquía financiera planetaria- era una plaza estable y segura, una potencia africana que se estaba asentando como principal interlocutor con Europa y Oriente Medio.

Pero la disputa de intereses monopolistas contra Argelia y su presencia en el Shael ahora estará sujeta a una lucha de clases que se expresó y seguirá el camino de decenas de Estados burgueses sometidos a la presión de sus pueblos.

Marruecos: “para muestra basta un botón”. 

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