La burguesía propone, la lucha de clases dispone

 


La crisis política de la burguesía en la Argentina es de una magnitud enorme, atizada por las luchas que tienen base en los intereses de las distintas facciones de esa clase, en un entrelazamiento con facciones de la oligarquía financiera internacional.

La designación como canciller de Pablo Quirno, tecnócrata del equipo del ministro Caputo, es una confirmación de la hegemonía que el banco de inversión J. P. Morgan mantiene sobre el gobierno de Milei. Y sobre el gobierno de Estados Unidos, también; ese banco ha sido arte y parte en la decisión de la intervención del Tesoro norteamericano para sostener el precio del dólar y, por lo tanto, garantizar las formidables ganancias que Morgan y otros fondos internacionales están realizando con el manejo del esquema económico de sus empleados, Caputo y compañía.

A pesar de la crisis política que atraviesa, la burguesía cierra filas en torno a su programa político que es, ni más ni menos, seguir atacando las condiciones de trabajo y de vida de las masas trabajadoras (activas, jubiladas, formales e informales), como así también de otros sectores ligados a la pequeña producción y comercio. Los niveles de concentración y centralización de capitales han sido gigantescos en estos últimos dos años, particularmente, desplazando a los jugadores menores de la economía capitalista.

Los anuncios de nuevas reformas, como la laboral y la previsional, son la constatación de que la clase dominante ensaya una “fuga hacia adelante”, en pos de avanzar aún más sobre derechos y conquistas del proletariado y pueblo oprimido. Es la única fórmula con la que cuentan para intentar atenuar la caída de la tasa de ganancia, aquí y en el resto del mundo. La crisis capitalista es de tal profundidad que determina una sola política, a la que todas las facciones se subordinan.

Así está pasando en nuestro país. Las llamadas oposiciones, de todos los colores, se limitan a las formas, como la liga de gobernadores denominada Provincias Unidas que critican la falta de “consenso”, pero para llevar adelante la misma política que Milei; o a la intensidad del ajuste, como el peronismo que, además de que un sector importante de ese partido fue aliado del gobierno al principio del mismo, hoy se limita a criticar los efectos de las políticas, sin siquiera mencionar la esencia del programa de la burguesía. Por otra parte, el papel de los sindicatos que responden a esa fuerza política ha sido la complicidad abierta con el gobierno y las patronales y la traición descarada de los intereses de la clase trabajadora.

Ante este panorama, adquiere valor la definición hecha en su oportunidad por nuestro Secretario General histórico, Mario Roberto Santucho: la burguesía propone, la lucha de clases dispone.

La burguesía tiene la disposición mencionada de avanzar, pero hasta dónde y hasta cuándo está supeditado al ritmo de la lucha de clases y a la intervención de quienes, conscientemente, intentamos organizarla para que el derrotero de la lucha de las clases avance hacia la lucha contra el plan de la burguesía y su derrota.

En este punto debe detenernos. Además de las luchas intestinas de la clase en el poder, el alza de la resistencia que se ha sostenido durante el año que corre ha sido un factor determinante para provocar que el plan de la burguesía no haya podido estabilizarse. Más todavía, los desacuerdos por arriba se profundizan por lo que pasa por abajo. Es esta una caracterización fundamental que debemos hacer las fuerzas de la revolución para determinar los pasos a seguir.

Desde el inicio del gobierno de Milei, y antes también, nuestro Partido definió que era condición indispensable para la estabilización del plan de la burguesía conseguir la derrota política del movimiento de masas. Y, en particular, de la clase fundamental, la clase obrera. Ese objetivo no ha podido ser cumplido. Luego de los severos golpes propinados contra el pueblo trabajador durante todo 2024, los sectores obreros y populares consiguieron asimilar esos golpes y emprender un camino ascendente de lucha y enfrentamiento contra las medidas de ajuste. En ese escenario, el papel de la clase obrera industrial, a pesar de los golpes sufridos con despidos, bajas salariales, aumento de los ritmos de trabajo, etc., ha mostrado algunos cambios cualitativos, nuevos, en un proceso de recomposición de fuerzas, de dar pasos hacia volver a asumir su papel en la lucha de clases.

Esos cambios, fundamentalmente, han sido el repudio y la ruptura con las cúpulas sindicales traidoras y entreguistas, y la creciente conciencia de asumir que los intereses de la clase son unos y los de las patronales otros, y que son antagónicos.

El rechazo a las direcciones de los sindicatos ha provocado que las bases obreras, en muchos casos, hayan sobrepasado el lastre de la legalidad que los mismos utilizan para lleva la lucha a la derrota. En otros, han determinado que esas direcciones asuman posiciones de confrontación, aun cuando su papel siempre sea el de desmovilizar y desmoralizar la lucha de las bases. Respecto de la disputa entre intereses encontrados, y de la mano de lo anterior, la clase viene mostrando una comprensión creciente respecto de la crisis; ya no es efectivo el discurso de que la crisis afecta a todos por igual, por lo tanto, la conducta es enfrentar desde las demandas obreras contra las políticas patronales.

Este proceso en marcha implica un avance objetivo en la recomposición de fuerzas y la conciencia de la clase obrera como tal. Porque el sostenido ritmo de la lucha y el ejercicio del enfrentamiento resultan ser la mejor escuela para que se produzca ese avance.

La perspectiva de los enfrentamientos por venir debe pararse sobre esta base objetiva. A partir de allí, definir las necesidades para que el movimiento avance más escalones. Al proceso objetivo hay que dotarlo de conciencia política; las bases obreras deben saber y comprender cuánto y cómo su lucha afecta los planes del enemigo. Al mismo tiempo, generalizar la conclusión respecto de que el enfrentamiento, desde los intereses y demandas de la clase, sin concesiones al enemigo, es el camino para seguir acumulando fuerzas y experiencia en la contienda clasista. Sobre esa base, explicar paciente y constantemente, que la lucha es clase contra clase y, de ese modo, se manifiesta la lucha política contra el enemigo. La clase obrera debe asimilar que su intervención en la lucha política es fundamental; para conseguir sus demandas y, también, para que las demandas del resto de los sectores afectados (aliados naturales de la clase) comiencen a unificarse desde el enfrentamiento en cada lugar de trabajo, zona y región.

Trabajar sin descanso para materializar organizaciones de base que sean los pilares de una organización con independencia de clase, con ejercicio permanente de la democracia directa. En cada pequeño o más grande enfrentamiento que se presente contra las medidas de la burguesía, está la semilla para reproducir miles de brotes genuinos de organización y lucha. El alimento, el agua para que esos brotes crezcan, es asumir la lucha desde nuestros intereses como clase y sobrepasando cualquier muro leguleyo que presenten la burguesía y sus agentes para impedirlo.

Para la concreción de estos objetivos es indispensable la intervención y el trabajo permanente del Partido y las vanguardias obreras que ya hayan comprendido o comprendan en un futuro esta necesidad, como sintetizador y herramienta que facilite desarrollar y fortalecer la lucha de clases y el papel fundamental que la clase obrera debe jugar en el futuro próximo.

La derrota del plan del gobierno no vendrá por las diferencias y disputas en el seno de la clase enemiga, sino por organizar el enfrentamiento clasista, junto al concurso del pueblo oprimido, a través de la lucha abierta y con las metodologías que las bases obreras y populares desarrollen y ejecuten.

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