La tendencia decreciente de la tasa de ganancia y las reformas laborales

 


«El capital es trabajo muerto que, al modo de los vampiros, vive solamente chupando trabajo vivo, y vive más cuanto más trabajo chupa». (Carlos Marx, El Capital, Tomo I).


De las características peculiares del capital, la de la ganancia (anárquica, extrema, despojada de toda virtud y de consideración hacia los seres humanos), es una de las principales. El capital sólo existe a condición de producirse y reproducirse de manera constante. Y cada vez más acelerada.

Por otra parte, el capital no es producto del trabajo de quien lo detenta, el capitalista, sino del trabajo acumulado que aquel se apropia mediante la plusvalía. El trabajo del proletario que no es remunerado y queda en manos del patrón para, luego, volver a ponerlo en circulación y así garantizar la existencia de la burguesía como clase.

Esto nos marca que el trabajo humano es el que verdaderamente valoriza al capital, entendido este no sólo como dinero sino como mercancías, maquinaria, materias primas, etc.

Con esta introducción nos vamos a referir a una de las leyes fundamentales del capitalismo expuesta por Carlos Marx, que es la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Y cómo esa ley es la que explica los intentos que la burguesía se propone para sostener la misma a costa de cada vez mayor esfuerzo de la fuerza de trabajo. O lo que es lo mismo, las pretensiones de reformar las relaciones laborales con reformas absolutamente regresivas y reaccionarias.

En efecto, la burguesía en el mundo tiene como caballito de batalla que es necesario avanzar sobre las conquistas y derechos adquiridos por décadas de lucha para así “adecuar” la relación entre capital y trabajo. Ese objetivo está fundado en el carácter explotador del capital, con el agregado que, dicha explotación, debe ser llevada a niveles cada vez más inhumanos y miserables.

La mencionada ley, que tiene directa relación con la frase que elegimos de Marx para iniciar este artículo, se origina en el propio impulso del capitalismo por aumentar su ganancia. El capital está compuesto por el capital constante o trabajo muerto (materias primas, instalaciones, maquinarias, costos de energía, etc.) y capital variable o trabajo vivo (el trabajo humano). En esa relación, la productividad del trabajo (término tan mencionado en estas épocas), necesita ser explotada al máximo. Lo que se vive en todas las empresas: producir igual o más cantidad de mercancías con menos mano de obra y en menos tiempo; de esa forma se aumenta el tiempo de trabajo excedente que es lo que se apropia el capitalista. Para que esto sea posible se incorpora al proceso productivo cada vez una mayor proporción de maquinaria y tecnología (capital constante). El resultado es que lo producido cada vez tiene una mayor proporción de trabajo muerto en relación al trabajo vivo, lo que determina que la composición del capital, progresivamente, tenga menos valor incorporado por el trabajo humano. Como lo único que genera valor es ese trabajo, la conclusión es que, de esa relación, surge una decreciente tasa de ganancia para el capitalista.

Es así entonces que el objetivo central de la burguesía como clase poseedora sea aumentar los ritmos y los tiempos de trabajo, reducir salarios y desprenderse “fácilmente” de mano de obra, para que el trabajo vivo (que, reiteramos, es el único que incorpora valor) sostenga la ganancia de los capitalistas.

En otras palabras, si lo que da la ganancia es el trabajo vivo y éste es cada vez menor en relación al trabajo muerto, lo que se busca es aumentar exponencialmente la explotación para, de esa manera, aumentar la apropiación de plusvalía y, de esa manera, atenuar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia que es una ley inherente al modo de producción capitalista.

De esta manera se explica porqué toda la clase burguesa va detrás de ese objetivo, mediante las reformas laborales. Y al mismo tiempo se explica también que es un ataque a toda la clase proletaria, lo que determina que, para enfrentar dichas reformas, el proletariado deba actuar como una sola clase en el plano del enfrentamiento político contra su clase enemiga.

El vampirismo de la burguesía no es una metáfora. Es la condición por la cual se determina que siga viviendo, a costa de chupar la sangre del trabajo humano.


Compartí este artículo

Deja una respuesta