Es un momento de la historia en donde comienzan a pesar las historias “guardadas” de la lucha de clases.
Un aspecto central a tomar en cuenta es el sentimiento de masas, un aspecto subjetivo que hoy cuenta como nunca. Y de como la ideología dominante intenta por todos los medios subestimar o -en todo caso manipular- esa cuestión.
Para los revolucionarios esa caracterización de masas sirve para afinar la táctica.
Ese “abajo” muy ampliado está masticando bronca, debate en los puestos de trabajo, en la vida cotidiana de la calle, en los hogares. La plata no alcanza, la vida se hace insoportable.
Los da “arriba” mientras tanto, sean ellos grandes empresarios, ministros, presidentes, parlamentarios, “sindicalistas”, jueces, fuerzas represivas, viven una primavera a costa de ese dolor mayoritario.
Pero a no confundirse: esa arrogancia del poder -que va al todo o nada- no ha podido “convencer” a este pueblo de las “bondades” presentes y futuras, saqueo mediante de riquezas humanas y naturales.
La propaganda de la clase dominante -sin embargo, decíamos- manipula y miente para sostenerse políticamente como clase. “Triunfo electoral” parecería ser el emblema del poder para afirmar que “la gente” va detrás de ese sueño.
Lo peor de todo ello es que a ese “aplauso” ninguna fuerza política del sistema le hace asco. Por derecha o por izquierda lo fundamental para ellos es sostener el sistema que los cobija, vociferan a los cuatro vientos su defensa de la “democracia” burguesa y recurren a sus instituciones controladas por el verdadero poder argumentando “defender” los intereses de la clase obrera y el pueblo.
Pero una amplia mayoría de la población está amasando esa bronca y ese odio, y lo manifiesta como puede.
Es un momento muy difícil que se vive en la vida cotidiana como para que del día a la noche esa situación se revierta hacia una salida política revolucionaria.
Pero la historia futura no está escrita y cuando los de abajo mastican la bronca se experimentan acciones de masas que no hay que subestimar. Es una resistencia compleja porque complejo es el contexto de la lucha de clases.
Una realidad cruzada por el sentimiento del abajo a enfrentar los planes del gobierno y de la clase dominante. Pero aún las nuevas fuerzas de avanzadas surgidas en años de acumulación tienen que abrirse paso frente al populismo y el reformismo que aspiran a la conciliación de clases. Su “amor” a la institucionalidad tiene ese carácter de clase burgués y evita por todos los medios encender la mecha de la rebeldía de la clase y del pueblo.
Son parte y arte del juego “democrático”.
Es tarea de las y los revolucionarios persistir una y otra vez en revalorizar a cada paso ese sentimiento que recorre el hogar proletario, aquí no cabe grieta alguna y en ese caminar tenemos que seguir construyendo las fuerzas políticas independientes bien pegados al abajo, a “esos” que la clase dominante desprecia.
Allí radica la fuerza fundamental del proletariado y en ese camino se está experimentando. Unidad de clase, solidaridad de clase, democracia directa, autoconvocatoria, son algunas manifestaciones que se suceden en una acumulación de fuerzas para un plan revolucionario que nada debe de tener secreto.
Las y los revolucionarios estamos asimilando la idea que en donde hay lucha, se enfrenta, el abajo responde. Por el contrario, en donde el abajo olfatea que se lo subestima, se lo usa, no quiere ser parte de movida alguna. Sabe o intuye que toda institucionalidad es alianza de clases, aunque nunca haya escuchado esta frase. Sabe que es un camino de derrota.
Pero, a decir verdad, cuesta organizar políticamente estas fuerzas independientes que surgen por todos lados, hay confianza en los que “conozco”, es lo que prevalece. Nosotros planteamos que esa es la base del plan revolucionario, es la base para seguir construyendo el nuevo poder, pero no es suficiente.
Es a partir de esa acumulación en el abajo proletario en donde las fuerzas referentes surgidas del enfrentamiento tienen que tomar iniciativas de caminar establecimientos y barrios lindantes con expresiones que seguramente caminan por la misma vereda. No hay que esperar a “alguien”, es tomar las riendas e iniciativas para un camino de unidad que nos lleve al enfrentamiento para subir un peldaño la resistencia.
Ir a ese terreno de disputa seguramente elevará el estado de ánimo para las acciones transformadoras. Aferrarse al terreno de las masas, golpear desde allí y unir a un espectro amplio de todo ese espinel que amasa bronca.
Hoy, frente al nuevo despojo que significa la reforma laboral, tenemos una oportunidad de unir por abajo y en varias direcciones para golpear esa decisión política. A sabiendas que se gane o se pierda la resistencia a tal robo programado se dará porque se intentará elevar ese enfrentamiento al terreno político. Clase contra clase.
La política revolucionaria es independiente de los vaivenes y crisis políticas del propio sistema imperante, aunque los toma en cuenta. Pero en lo que no debemos retroceder un solo paso es en la convicción que ningún plan revolucionario será tal sino toma en cuenta a la gran masa proletaria, se encuentre como se encuentre. Allí radica el nudo central a desatar cuando el concepto institucional fundamental subestima la capacidad de las masas para las grandes transformaciones revolucionarias.