En esta nota queremos denunciar una situación y exponer algunas preguntas y reflexiones.
A principio de mayo la fábrica de alimentos refrigerados Arsa S.A. cerró sin pagar sueldos, debiendo el 40% del sueldo de un año y tres aguinaldos. No obstante esto, el 31 de octubre sale la quiebra, quedando todos los trabajadores en la calle sin pago alguno, trabajadores/as con 20, 30 y hasta 40 años de fábrica. Incluso, al día de hoy los trabajadores, ni siquiera tienen la indemnización y el sindicato “no da la cara”.
Esta fábrica queda en Córdoba Capital. En su origen intervinieron fondos como BAF Capital, ligados a la empresa Vicentin Family Group, y más tarde llegaron los empresarios venezolanos Manuel y Alfredo Fernández, quienes ya controlaban La Suipachense a través de Maralac S.A. Vale resaltar que el mes pasado también quebró también La Suipachense (fábrica que se encontraba en la cuenca lechera de la pcia. de Bs As.), dejando 140 trabajadores/as en la calle.
En ARSA, allá por el 2017 trabajaban unos 650 trabajadores aproximadamente, entre las 2 plantas de esta empresa (la otra planta está en Arenaza, Pcia. de Bs As.) y las oficinas que tenía en CABA. En mayo ya quedaban unos 380 trabajadores y trabajadoras.
Nos dice un obrero en forma más que honesta: “… el sindicato ATILRA jugó su papel, pero con mucho hermetismo y silencios dividiendo a la gente entre carneros que quedamos trabajando hasta el final, y los leales que se quedaron de paro al principio del conflicto” … “en un momento intensificaron la división de la gente. El gremio más allá de estar afiliados casi todos, solo apoyaron al grupo de paro y a los demás los dejaron a su suerte”. Por ejemplo, en vez de unir a los trabajadores, “beneficiaban con algunas prebendas (compra en supermercado) a los que estaban de Paro”.
O sea, los dirigentes sindicales dividen a la base obrera, se muestran combativos y las patronales avanzan igual con sus planes. Claro está, que no debemos “carnerear” una lucha o una huelga si es decidida en forma colectiva y en asamblea, pero es muy importante el trabajo previo que se haga para unir a la base, o sea la preparación de la huelga. Los sindicalistas están acostumbrados a resolver entre ellos las medidas de fuerzas, aislando de la decisión a la base obrera, e imponiendo la huelga cuando les conviene a sus intereses o cuando ven peligrar sus prebendas.
Y acá es que surge la pregunta. ¿Cuál es el papel que tendría que jugar una organización sindical? ¿Defender o apoyar solamente a una parte los trabajadores y trabajadoras? Nos hacemos esta pregunta, porque en varias empresas los dirigentes sindicales y hasta los delegados y/o delegadas actúan en forma consciente o inconsciente con esta actitud, dividiendo a los trabajadores y trabajadoras.
Lo primero que tenemos que decir que los sindicatos hoy, son funcionales a los planes de la burguesía, por más que posen y se muestren combativos.
Un, ejemplo de cómo se mueve ATILRA en otras fábricas, es la política antidemocrática (que cuenta con el aval de sus estatutos y del Ministerio de Trabajo) que lleva adelante en la fábrica Danone (planta de Longchamps, pcia. de Bs. As.), donde no hay elección de Comisión Interna desde antes de la pandemia (casi 7 años sin elección y con “delegados” puestos a dedo). Ni hablar de la convivencia y acuerdos con la patronal.
En nuestra plataforma táctica, que fue votada en nuestro último Congreso (mediados de noviembre de este año), planteamos, como pasos indispensables a desarrollar en este período de resistencia de la clase trabajadora, 3 orientaciones prácticas.
- Construir organizaciones con independencia política, que utilicen la democracia obrera como metodología de organización.
- Impulsar la más amplia unidad del proletariado y el pueblo trabajador.
- Terminar con todo tipo de burocracia sindical en los lugares de trabajo.
Y en la misma plataforma táctica planteamos, bajo esta orientación, cuál debe ser nuestra actitud frente a los sindicatos.
ACTITUD FRENTE A LOS SINDICATOS
Los sindicatos se han convertido en estructuras completamente integradas al Estado. Sus estatutos, y con ellos, toda su organización, están elaborados por el Ministerio de Trabajo y las cámaras empresariales. La cantidad de delegados, la división de sectores de trabajo y hasta las asambleas se encuentran regimentados por los enemigos de la clase trabajadora.
Por su parte, las burocracias surgidas desde el seno del sindicalismo se han convertido en verdaderos empresarios que comparten acciones en las empresas o hacen negocio a través de los sistemas de tercerización del trabajo (empresas contratistas, limpieza, comedor, etc.). Hoy los sindicatos funcionan como la verdadera policía de RRHH.
Esto no quiere decir que debamos abandonar toda actividad dentro de los sindicatos. Es necesario echar a las burocracias de los lugares de trabajo, para ello debemos recuperar los cuerpos de delegados y las comisiones internas. Se trata de un paso concreto para avanzar en la conquista de libertades políticas, ya que de esa manera se le priva a la patronal de este cuerpo represivo.
Pero tampoco hay que exagerar el papel de los sindicatos como organizaciones obreras. Por su estructura y por el papel que cumplen dentro del capitalismo, aceptan la legalidad del Estado y reproducen la democracia burguesa como método de organización.
Por eso, nuestro objetivo no es suplantar a las burocracias sindicales para cambiar de “representatividad”, sino desplazarlas de sus puestos para sacarnos de encima su papel represivo, ganar mayores libertades políticas, y romper con su estructura verticalista.
- Echar a las burocracias de los cuerpos de delegados y de las comisiones internas.
- Utilizar esos espacios recuperados para romper con el verticalismo institucional (democracia representativa) y transferir el poder de las decisiones a las asambleas de sector y a las asambleas generales (democracia directa).
- Impulsar la formación de un cuerpo de delegados que trascienda la legalidad sindical, eligiendo delegados en cada sector de trabajo más allá de lo que indiquen los estatutos gremiales y la regimentación estatal.