Un baño de realidad

 


Cuando parecía estar todo dispuesto para ratificar la “supremacía” del gobierno luego de las elecciones de octubre, con sus nuevos legisladores y sus alianzas con afines, el oficialismo y todo el arco burgués se han dado un baño de realidad.

El rechazo al capítulo del Presupuesto 2026 que disponía la eliminación de los fondos para el sistema universitario y para los programas de discapacidad, más la obligada postergación del debate de la reforma laboral a febrero, señalan con claridad que la crisis política de la burguesía no ha sido superada, sino que ha entrado en otra etapa de su descomposición, producto de las contradicciones inter burguesas y, principalmente, de la lucha de clases.

Que la mayoría de los legisladores del parlamento burgués hayan tenido la “vergüenza” de no avalar el desfinanciamiento de los dos sectores mencionados, conquistas que fueron logradas mediante una férrea y persistente lucha y movilización, es una señal clara que, al menos una parte de las facciones burguesas, le están advirtiendo al gobierno de Milei sobre los límites que impone la lucha de clases. Al mismo tiempo, las deserciones en la votación de los gobernadores “aliados”, deja en evidencia que éstos, en el toma y daca permanente por la obtención de prebendas, están preocupados por la gobernabilidad en sus territorios ante el creciente malestar que, aún sin grandes manifestaciones directas de descontento, crece en lo profundo del pueblo trabajador frente al creciente y desbocado deterioro de las condiciones de vida.

La postergación del tratamiento de la reforma laboral, si bien no elimina la intención de la burguesía por avanzar en su aprobación, sí marca claramente que no es tan fácil imponer a partir de una supuesta mayoría parlamentaria que, está a la vista, se sostiene con los hilos deshilachados de una clase dominante inmersa en una crisis de proporciones. Esa debilidad estructural, más allá de los alardes de fortaleza que vende el oficialismo y la llamada oposición, debe ser el marco de debate y de acción en el seno de las bases trabajadoras para fortalecer las iniciativas contra la reforma durante estos meses.

Estamos ante una clase dominante que sabe lo que quiere respecto del ataque a su clase enemiga, pero que padece de un nivel de contradicciones y de lucha entre facciones que la expone en una situación de inestabilidad permanente. La crisis del sistema político institucional de la democracia burguesa se desarrolla con una dinámica propia, mientras que la lucha de clases hace, y debe seguir haciendo cada vez más, su parte.

En ese sentido, para fortalecer las fuerzas de nuestro campo, es necesario e indispensable continuar con la agitación y el llamado a organizar las fuerzas para derrotar la reforma laboral. Partiendo, en primer término, de explicar la caracterización del enemigo que, aun sin el asedio masivo contra sus iniciativas, navega en una mar de contradicciones y siente, aunque no lo reconozcan, la presión de los de abajo.

Porque no sólo se trata de la situación actual sino de la por venir. Ante un gobierno que pretende apretar el acelerador en su proyecto de favorecer a los arriba con más explotación y opresión de los de abajo, las perspectivas de lucha y enfrentamiento se acrecientan. La clave principal está en llevar adelante, con determinación y confianza en las masas, las iniciativas políticas que apunten a organizar la resistencia con y desde las bases trabajadoras y el conjunto del pueblo afectado.

Con una salvedad: que esas iniciativas privilegien y ejecuten una independencia política permanente y total, respecto de propuestas que tienen como objetivo introducir en el movimiento de lucha el veneno de la conciliación de clases (vía la CGT y el peronismo), o la intención de cosechar voluntades para partidos reformistas y que sólo pretenden ganar votos, con la consiguiente prédica de institucionalidad con fraseología revolucionaria (vía la “izquierda” parlamentaria nucleada en el FIT).

Para lograr elevar la contienda al plano político de clase contra clase, y como paso simultáneo elevar la conciencia política del proletariado, es indispensable que las bases obreras, sin intermediarios de ningún color, sea la ejecutora efectiva de los planes y de la lucha a presentar. La lucha, la movilización, las acciones, la organización, no puede ni debe quedar en manos de ningún partido ni de ningún sindicato; son las bases trabajadoras las que deben ejecutar y adoptar el desafío de contrarrestar la ofensiva de la burguesía y, por ese camino, transitar la necesidad de erigir una propuesta política independiente nacida desde las entrañas de la clase obrera y que anime y congregue las fuerzas del resto del pueblo trabajador.

Desde cada puesto de trabajo, los sectores, los turnos; de allí hacia otras empresas de la zona y hacia los barrios, escuelas, centros de salud y todas las organizaciones que, día tras día, son las que están sosteniendo el compromiso efectivo con las necesidades y padecimientos de nuestro pueblo. Sólo desde allí, con esas fuerzas y con independencia política, será posible derrotar la reforma y seguir construyendo una alternativa política revolucionaria de masas.

Compartí este artículo

Deja una respuesta