El diario especializado “The Wall Street Journal” advierte: “Wall Street vuelve a jugar con fuego”; y que la especulación, tal como se la conocía antes de la crisis de finales de 2008, volvió con todas las fuerzas. Asumiendo el papel del Viejo Vizcacha diríamos: Como si alguna vez se hubiese ido… Esto, más o menos, es lo mismo que si Drácula levantara la voz porque el Hombre Lobo se come a la gente. Que el medio especializado en darle cobertura y respaldo “técnico” a las barrabasadas que se realizan en el centro de la oligarquía financiera mundial se preocupe es asombroso y, a la vez, tremendamente educativo.
En primer lugar, porque confirma que lo que se vendió como una crisis de “una forma” de entender y llevar a la práctica el capitalismo fue la expresión de la esencia del capitalismo mismo; una esencia absolutamente irracional, motorizada por el único fin de la ganancia y la rentabilidad en el menor tiempo posible, antagónicamente enfrentada con las necesidades más elementales de los seres humanos.
En segundo lugar, se ratifica que los millonarios recursos volcados por los gobiernos del mundo para salvar bancos y empresas han terminado donde debían terminar: en los bolsillos de los capitalistas, en el de las empresas trasnacionales más concentradas. Si no, veamos cuáles son las firmas que se están haciendo un festín en Wall Street: el grupo financiero Goldman Sachs, Ford Motor Co., Johnson & Johnson, Coca Cola, todas las empresas petroleras trasnacionales (sólo Repsol anunció ayer ganancias netas de 688 millones de euros en el primer trimestre; Exxon Mobile, 6300 millones de dólares en el mismo lapso). Mientras tanto, en el mundo, las cifras de desempleo y recesión no paran de asombrar; economías al borde del colapso, llegándose a los casos extremos como el de Grecia, país al que ningún capitalista parece dispuesto a “salvar”.
Por último, lo que deja la preocupación del periódico de la más alta burguesía mundial es que, en lo económico, la fiesta puede seguir, pero en lo político, las consecuencias no han terminado de expresarse pues, lejos de resignarse, los pueblos del mundo resisten por todos los medios a tener que pagar los platos rotos.
Lo dijimos en su momento y los volvemos a afirmar: el capitalismo es crisis permanente para los pueblos; una crisis de la magnitud de la de fines de 2008 significa mayor profundización de esa realidad, mayor empobrecimiento de las masas. Y no hay otro capitalismo que pueda reemplazar esa situación. Las pruebas están a la vista.