Sometidos por la lucha de clases que ahonda la crisis política que se agudiza en el seno de la oligarquía financiera, se consolida la tendencia anárquica del poder político, es decir, se acentúan sus luchas de intereses en el seno del poder, se acentúa la dispersión política, el reacomodamiento y el patetismo de los personajes de la farándula de los partidos del sistema en los andamiajes de las instituciones del Estado. Es decir, de un modo vergonzoso y burdo, se acentúa el marcado desinterés por las necesidades fundamentales de los trabajadores y el pueblo. Se acentúa, a la par de todo esto, su incapacidad de gobernar.
La guerra de intereses económicos y políticos de las diversas facciones que conforman el poder dominante con el gobierno a su servicio, prevalece y se agudiza y no hace otra cosa que profundizar su voracidad por las ganancias, de allí que, ajustar, aumentar subsidios, imponer tarifazos, reducir salarios, aumentar la producción, profundizar la superexplotación, sean las políticas centrales del poder que actúa como clase y que no encuentra salida a la crisis que la domina. Profundizar el ajuste es el único medio de apropiación de ganancias que tienen y en esta desesperada carrera de serviles de la oligarquía están el gobierno de turno y el séquito de zánganos que viven del trabajo ajeno inmersos en la misma anarquía de su propia estructura de dominación dispuestos a salvarles las papas, esa es su única vocación. Lo demás es mentira.
Golpeados constantemente por la creciente movilización y lucha de los trabajadores y el pueblo, sumidos en el desconcierto por la creciente y ya muy evidente desconfianza a las instituciones del Estado, que se expresan en las múltiples experiencias de democracia directa y autoconvocatoria, que amplían sus horizontes a lo largo y ancho de país, que se expresa a su vez en la organización y lucha de la clase obrera y en la desconfianza a los gremios, la burguesía monopolista, para mantener su tasa de ganancia, necesita tomar medidas de ajuste, aumentar la superexplotación de la clase obrera y la reducción salarial en función de salvar las papas.
Imposibilitados de hacerlo por la vía del engaño, recurren a tratar de meter miedo implementando despidos y suspensiones en las fábricas y empresas, pretendiendo asestar golpes a la organización independiente de los trabajadores. Medidas arbitrarias como aprietes y castigos que, amparados en la legislación laboral burguesa, les garantice no sólo tranquilidad, es decir el sometimiento de los trabajadores, sino también retomar la iniciativa que están perdiendo por la decidida iniciativa, que cada vez más claramente, emerge del conjunto de los trabajadores.
La rebeldía corroe los mismos centros fabriles y sobre ese piso se apoyan el odio a la explotación, a la injusticia, a la muerte por accidentes laborales, al maltrato al empobrecimiento creciente, la necesidad de conquistar una vida digna. Es claro que estas medidas que ya se están imponiendo en parques industriales y empresas monopólicas pretenden ser una expresión de lo que la industria en nuestro país tiene que hacer, pero que no son producto de su fortaleza de clase, sino una pretendida salida a su propia crisis, que se enmarca en las condiciones de debilidad política y anarquía de dominación en la que están sumergidos.
La lucha y movilización permanente contra los ajustes y por las reivindicaciones irresueltas y contra toda arbitrariedad política, económica y social, es la única forma de garantizar el retroceso de ellos y el sostenimiento de cada puesto de trabajo, e incluso el pase a planta de contratados y personal eventual.
Contrarrestar el ajuste implica pues la más amplia unidad de los obreros en cada fábrica, la más amplia unidad con las demás empresas, la conformación y organización de comités fabriles que tomen en sus manos la decisión de frenar estos intentos de preservar este sistema de explotación. Despiden a uno, respondemos todos. Implica que a cada trabajador que se despide la clase le responda con masivas expresiones de lucha, paros, cortes y movilizaciones, etc. Ésta es una lucha de clase contra clase. La clase explotadora por un lado y la clase obrera y el pueblo por el otro. La debilidad de su enemigo favorece la iniciativa de los trabajadores es momento de decisiones propias. Es momento de cuestionarlos desde la acción.