Los diarios y noticieros radiales y televisivos de la mañana desbordan por todos los costados con la noticia sobre los cambios en el gabinete nacional.
El jefe de gabinete de Duhalde durante el año 2002, el hasta ahora gobernador del Chaco, represor, segregador y asesino de pueblos originarios, personaje servil de los monopolios y obediente ejecutor de los dictados yanquis, Capitanich, vuelve a hacerse cargo de dicho puesto desplazando a Abal Medina. También hubo enroque en varios cargos del ministerio de economía tales como el titular de la propia cartera, la presidencia del banco central, la presidencia del banco Nación, en el ministerio de agricultura, etc.
Toda la burguesía y sus opinadores dan diversos puntos de vista sobre el desdoblamiento del dólar, el déficit fiscal, las flacas reservas del Banco Central, la emisión de moneda sin respaldo, la necesidad del ajuste para frenar la fuga de divisas. Todos coinciden en el ajuste contra el pueblo, pero nadie se pone de acuerdo en cómo implementarlo, porque todos tienen miedo porque el pueblo está movilizado.
Es que en verdad, el eje de todos los problemas por los que pasa el país, parece ser el aspecto económico que está desmadrado, entonces todos los expertos acercan sus comentarios y ensayan distintas fórmulas para presentar en sociedad, asegurando que si se aplican se resuelven los problemas que sufre la sociedad argentina, aunque todos saben y callan que el problema por el que atraviesa el país, (y decimos atraviesa aunque la correcta expresión sería penetra más y más) es estructural.
En una palabra, el muerto no revive. El sistema capitalista está agonizante y cada dedo que presione sobre su superficie hundiéndose un poquito, se encontrará con un pus desbordante que fluye e infecta todo.
La solución al problema no pasa por “renovadas”, y siempre repetidas, medidas económicas y/o cambios de caras en los cargos del gabinete nacional. La solución al problema es de índole política y nunca al alcance de la burguesía. No hay partido político burgués de “derecha”, “centro” o “izquierda” que pueda resolver ninguno de los problemas de esta crisis estructural del sistema.
La única posibilidad de solución está en manos de la clase obrera y el pueblo. Para ello deberemos transitar y profundizar el camino de las luchas, la unidad y la organización por un proyecto revolucionario que cambie de raíz la lógica de la organización social para producir y reproducir nuestras vidas.
Cambiar el eje de la ganancia por el eje de las necesidades y aspiraciones del ser humano. Trabajar y ocupar nuestras energías en resolver esos problemas es afrontar lo esencial de nuestra existencia como sociedad humana. La vida pasa por allí y no por ¡¿agregar valor?!, como nos quieren hacer creer.
Como pueblo deberemos profundizar aún más la crisis estructural del sistema, arrastrando a la burguesía y la sociedad capitalista -que esa clase construyó a imagen y semejanza- al abismo sin salida, sabedores nosotros que al final del mismo, el aire puro que la clase obrera y las mayorías populares encontrarán para respirar profundo y motorizar su nueva vida en una sociedad organizada en forma comunitaria socialista, será a la vez el veneno gaseoso que terminará con la existencia de los raídos requechos de la clase hoy dominante.