Apenas han transcurrido 20 días del inicio de un nuevo año y la verdad es que ya parece una eternidad. La profunda crisis política de la burguesía y sus gobiernos, que se agudiza cada vez que alguno de ellos abre la boca (Kicillof ayer, Capitanich hoy, CFK no se sabe…), la inexistencia absoluta de cualquier perspectiva positiva para los sectores populares, las luchas por las conquistas que les arrancan reivindicaciones a los monopolios y a su Estado, y los decididos pasos en la consolidación de un proyecto revolucionario capaz de terminar con toda esta ignominia; conforman un escenario de alto voltaje, en donde la confrontación de clases se ha ubicado en el centro de la escena política, ya no como un “aviso” de lo que vendrá sino decidida a quedarse.
En la escenografía teatral del engaño, ya no funcionan las acusaciones moralistas o por izquierda de que las protestas y movilizaciones son producto de quienes no entendemos el “proyecto nacional y popular”; o que nada de lo que ocurre es verdad y todo es culpa de que Clarín miente; o la reciente elucubración respecto a que el desenfrenado aumento en el precio del dólar no tiene que ver con la depreciación del salario sino con una movida del narcotráfico…
La única verdad (y es lo que en realidad ya no pueden continuar ocultando) es que cada día que pasa, nosotros vivimos peor y las grandes empresas siguen haciendo “negocios” y se la siguen llevando con pala. Por eso les duele cuando en diversos rincones del país se presentan luchas que golpean sus planes y no los dejan acomodarse.
Ante los ojos de todo el mundo, hoy la lucha y la movilización se muestran como la verdadera alternativa frente a cualquiera de los problemas que se nos presenta; lo que también es cierto y se percibe desde la experiencia, es que aún es necesario avanzar y profundizar en los diferentes niveles de organización, para dar mayores pasos en la unidad de la clase obrera y del pueblo.
Las formas sociales de producción que determinaron las necesidades de la producción capitalista actual, llevaron el desarrollo de las fuerzas productivas a un nivel de socialización muy avanzado. Esto provocó nuevas formas de organización en la sociedad, que hoy se traducen en la forma de organización genuina del movimiento de masas en los conflictos. Por eso no debe extrañarnos que en este momento, confluyan antiguas con nuevas formas de organización política de los trabajadores.
Lo que no puede soslayarse, es que la disposición y la necesidad de lucha, llevan a los trabajadores y al pueblo a una mayor participación política, potenciando sus propias fuerzas. Lejos de la “participación política” de la que habla la burguesía (votar y votar para que nada cambie), estamos hablando de un involucramiento directo en la resolución de los problemas, incluso elevando la mirada respecto a la reivindicación puntual para poner en el horizonte el hacia dónde vamos y el qué debemos hacer para ello.
Comités de Lucha, Comités de Base, comisiones internas independientes, cuerpos de delegados genuinos elegidos por sus compañeros, asambleas de acción y decisión directa, organizaciones autoconvocadas dentro y fuera de las fábricas y lugares de trabajo; son producto de la acumulación que vienen desarrollando la clase obrera y el pueblo, como resultante de las luchas por las conquistas con un carácter cada vez más político.
Más allá de que en muchas oportunidades pareciera presentársenos una senda cuesta arriba, todas las experiencias que hoy estamos transitando expresan décadas de acumulación; por eso profundizan la crisis del sistema y están sentando las bases necesarias para la organización independiente de los trabajadores y fortaleciendo la alternativa revolucionaria, único proyecto capaz de sacarnos de semejante inhumanidad.