Los trabajadores de la industria alimenticia lograron un aumento salarial del 35%. El aumento fue arrancado desde las masas, y esto fue lo determinante para romper toda pauta preestablecida (si es que todavía quedaba en pie) y pone la discusión salarial en un nuevo escalón, fundamentalmente político.
Efectivamente, lo que se impuso no fue la negociación por arriba entre la Cámara empresarial y la Federación, sino la autoconvocatoria y la acción directa de los trabajadores, principalmente de Arcor en Córdoba, donde la masividad y la contundencia de la huelga fue determinante para quebrar el frente empresarial y la negociación espuria de éste con la Federación, que aspiraban a cerrar entre cuatro paredes, tal como nos tenían acostumbrado.
Precisamente, esto es lo que ha comenzado a derrumbarse definitivamente: la burguesía monopolista, representada en los empresarios y sus socios sindicales ha sido derrotada en toda la línea en el terreno que más les duele, el de su institucionalidad.
No en vano, el burócrata Daer advirtió que hay que mantener la legalidad a toda costa. Y no se equivoca. Este ha sido un golpe mortal a los sindicatos y la irrupción definitiva de la autoconvocatoria desde el proletariado, lo que tiñe a la lucha de la clase obrera argentina de un carácter político que, además de conseguir las conquistas que los trabajadores aspiran, avanza y profundiza la debilidad del enemigo de clase y fortalece al conjunto de los trabajadores.
De aquí en adelante ya nada será igual; las vanguardias obreras deben ver en el caso de la alimentación el camino a seguir decididamente para avanzar en la lucha por las conquistas inmediatas, y en la organización independiente que necesitamos para profundizar la lucha por las conquistas políticas.