Son muchos años de lucha. La misma es sostenida y en diferentes condiciones se llegan a triunfos silenciados por el poder como el del ingenio Tabacal de la última semana.
En el primer semestre del año se incorporaron metodologías revolucionarias que se presentaban aisladas anteriormente, a saber: tomas de establecimientos, asambleas con poder de decisión por fuera de lo institucionalizado, mayor interrelación entre las diferentes luchas, nuevas y nuevas camadas de luchadores adquiriendo experiencia en ese enfrentamiento. Aparición de organizaciones de todo tipo levantando banderas que apuntan a frenar la soberbia del poder. En lo fundamental un mayor descreimiento de todo el pueblo a las instituciones de la burguesía. Su dominación la tiene que llevar a cabo con herramientas extremadamente derruidas. El Parlamento, la Justicia, el Poder Ejecutivo.
Pero hay un lado flaco de la revolución, el descrédito de las instituciones para dominar no implica de hecho que se allane por sí mismo el camino de la revolución. Ni siquiera es suficiente que la lucha sea sostenida y que incorpore metodologías revolucionarias. Estamos hablando de algo mucho más grande, de alguna manera de cómo ese torrente tan grande de desprecio al poder se va constituyendo en una fuerza única que se proponga cambiarlo y asumir la responsabilidad histórica de construir un poder revolucionario que exprese todo el contenido de cambio que subyace en cada lucha.
La actual situación del pueblo favorece notablemente el insertar las ideas de la revolución, las mismas no se plantearán por arte de magia, por el solo hecho de la lucha, sólo recorrerán cada rincón si ellas se plantean. A esta altura de la lucha de clases el lado flaco de la revolución es la subestimación a todo el pueblo de su capacidad de recibir las ideas de la revolución.
¿De qué ideas hablamos?
Si por ideas se entiende explicar o reemplazar lo que nuestro pueblo viene haciendo por sí solo caeríamos en un error. Si por ideas se entiende manipular el movimiento de masas para engrosar una fuerza partidista, la chatura sería inmensa por más afiliados que se logren y por más prensa burguesa que se consiga.
Por ideas revolucionarias, en este momento de nuestra revolución, entendemos profundizar desde la lucha y en medio de esas masas “silenciosas” capaces de estremecer cualquier estructura, los planes políticos que se vayan sintetizando hacia el objetivo de la revolución.
¿Qué queremos decir con esto?
Que pegados bien a nuestro pueblo y desde esas luchas y experiencias ir preparando las fuerzas políticas hacia la revolución. Es en esa profundidad, en ese lugar concreto en donde trabajan y viven, en donde se pasan las verdaderas angustias que nos hace pasar el sistema en donde los planes políticos de la revolución tienen que caminar. Esa fuerza es incontenible en la medida que vaya encontrando desde esa raíz los caminos de acumulación de fuerzas, de cambio de correlación de fuerzas sólo palpables en el estado de movilización ya adquirido y que se vaya adquiriendo en el futuro. Es en ese camino que los revolucionarios nos estamos encontrando en la etapa más abierta de la lucha que se está viniendo.
Las ideas revolucionarias devienen de los planes y las acciones revolucionarias que contemplan todos los aspectos ideológicos, pero lo central, insistimos, es que el pueblo tiene que conocer el plan revolucionario que es algo más que “cuatro ideas aisladas”.
Estamos en buen camino, es mucho lo que se ha hecho pero aún constituye un lado flaco de la revolución el vertebrar este plan en lo más profundo de nuestro pueblo. Aún la fuerte presión de la burguesía y toda la banda de oportunistas y reformistas que se deleitan con los convites electorales, presionan para que los revolucionarios nos aislemos del gran torrente popular, única fuerza masiva y mayoritaria capaz de cambiar el rumbo de la historia Argentina.