$ 55.000 millones de pesos se recaudan por el impuesto a las ganancias dice el ministro Capitanich hablando en televisión y en su discurso hace tabla rasa entre lo que se descuenta a los trabajadores por ese concepto y los empresarios que tributan por las ganancias que obtienen. Tras cartón afirma que esa recaudación es necesaria para el funcionamiento del Estado y que los que contribuyen por ese ítem son los que más ganan. Típico recurso discursivo de la burguesía que iguala a los dueños de los medios de producción expropiadores del trabajo ajeno, con los creadores de todo lo existente en la sociedad. Fundamento de la «igualdad ante la ley» de clases que son totalmente distintas y contrapuestas. Una, la burguesa, parasitaria y expropiadora del trabajo y las vidas de los trabajadores y el pueblo, y la otra la proletaria, poseedora de la fuerza de trabajo que debe venderla a diario para sobrevivir.
No hay cosa más reaccionaria que el pago de impuesto por los trabajadores. No hay mentira más absoluta de parte de la burguesía, que hablar de solidaridad para justificar el pago de impuesto por los trabajadores.
En una sociedad capitalista basada en la expropiación burguesa de la plusvalía, argumentar que del salario del trabajador debe salir una contribución para el sostenimiento de los que menos tienen, es cínico, ya que todos los días los trabajadores «contribuyen» compulsivamente al sostenimiento de toda la sociedad. Todos los días la burguesía se apropia de la plusvalía que es equivalente a la mayor cantidad de tiempo de producción que el obrero invierte en su jornada laboral de la que sólo obtiene su salario que es una mínima parte del producto que creó. Porque cuando hablamos de salario hablamos de tiempo de trabajo, en donde el obrero, de las doce, diez u ocho horas que trabaja sólo recibe como paga el equivalente a dos, una o media hora de trabajo. ¡¡¡Y encima debe pagar impuestos!!!
La razón de ello se debe a que la burguesía no está dispuesta a resignar ni un milímetro de sus ganancias para sostener el Estado capitalista que le permite seguir explotando en beneficio propio la mano de obra de los trabajadores, y entonces «inventa» éste y otros impuestos que les cobra a los asalariados.
Pero la acumulación de bronca, odio a la injusticia de la explotación, rechazo a la vida insegura y de oprobio e indignidad, van generando vientos y tempestades que en este momento amenazan fundamentalmente desde el sur del territorio nacional a la ya inestable situación política de la clase dominante y su gobierno reaccionario. El mal tiempo para la burguesía empeora día a día y los frentes de tormenta amenazan con juntarse desde todos los puntos cardinales.
Los petroleros, los metalúrgicos de Aluar, son los más destacados entre cincuenta gremios patagónicos que presionan a sus sindicatos y dirigencias que, desconcertados, se ven obligados a ponerse la careta de combativos sobre los rostros de piedra serviles a las empresas monopolistas con el fin de defender sus sillones. Los reclamos se empardan con los de las zonas industriales de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, y no encuentra frontera de quietud en ninguna provincia del país.
El eco del reclamo por la eliminación del impuesto al salario cada vez se escucha más fuerte y crece en volumen e intensidad, a la vez que une voluntades entre los asalariados y se fusiona con los reclamos de todo tipo por mayores ingresos. La cuerda está tensa y hay que apostar a cortarla para lograr la conquista y doblarle el brazo a los monopolios en el poder.