El pasado 13 de noviembre se realizaron las elecciones para renovar la conducción provincial y de las veintiuna seccionales que componen ATEN (Asociación de Trabajadores de la Educación de Neuquén).
A nivel provincial se presentaron cuatro listas, las cuales, de acuerdo a lo informado por la Junta Electoral, obtuvieron el 39%, 36%, 12% y 7% de los votos respectivamente, los votos en blanco alcanzaron el 5% y hubo 1% de votos nulos. Estos porcentajes son calculados a partir de los votos “positivos”, que fueron el 59%. De allí se deduce que un 41% de los trabajadores empadronados no ejercieron su derecho a votar.
Presentados los datos de esta forma, pareciera que la lista ganadora tiene un alto porcentaje de adhesión, sin embargo, si el resultado electoral es analizado teniendo en cuenta el número de votantes en relación a la cantidad de afiliados y, si a ésta se le suma la de no afiliados, la conclusión a la que se llega es diferente.
Veamos. La lista que salió primera sacó 2498 votos sobre un total de afiliados de casi 11.000; y en toda la provincia hay aproximadamente 25.000 trabajadores.
Si los cálculos se hicieran considerando estas cifras y no sólo los votos “positivos”, el ganador obtendría el 23% de los votos de los afiliados y el 10% de la totalidad de los trabajadores. Podríamos agregar que se abstuvieron de votar unos 4500 trabajadores que corresponden al 18% del total.
Estos números son los que dan cuenta de cuál es el grado de representatividad que tienen estos dirigentes sindicales.
La elección de ATEN como ejemplo para hacer este análisis no es casual. Este sindicato, si bien responde al modelo sindical que impera desde hace décadas en nuestro país, posee características que lo hacen particular. El porcentaje de afiliación es alto (casi 50%), más aún si se considera que no administra la obra social y no posee camping, hoteles u otros beneficios similares; también es importante el grado de participación electoral. Además, su conducción se renueva cada dos años, las condiciones para presentar listas no es restrictiva y tiene espacios de participación como las asambleas que, aunque cuentan con escasa concurrencia y no siempre un trabajador independiente tiene la posibilidad de expresarse, se realizan regularmente.
Como contrapartida, al igual que en otros gremios, en muchos casos los dirigentes rotan en diferentes cargos durante años, utilizando la actividad sindical como medio de vida. También es habitual usar al sindicato como polea de transmisión de la línea del partido o partidos a los que pertenecen los dirigentes.
En otras palabras, ¿se puede considerar como democrática una organización cuyos dirigentes cuentan con la adhesión del 10% de los trabajadores, viven del trabajo de los otros durante años y representan a los partidos políticos del sistema?.
Es decir, consideramos al mejor ejemplo posible y que es casi excepcional y no aquellos sindicatos en los cuales las elecciones son un mero trámite administrativo para legalizar el fraude, cuyos dirigentes son una banda de lúmpenes desclasados y delincuentes comunes, para demostrar la irrepresentatividad e ilegitimidad de las instituciones.
Los trabajadores en general y, en particular la clase obrera, cada vez más expresan su rechazo al sistema representativo, en el que la participación se limita a poner una boleta dentro de una caja de cartón cada tanto para delegar su poder de decisión en personajes que utilizan los cargos ganados para obtener prebendas de parte de la burguesía, clase social de la cual son sus lacayos.
Ante esta situación, la clase obrera y el pueblo han desarrollado en los últimos años, un proceso de democratización que es irreversible, y que consiste en la creación de organizaciones en las que impera la democracia directa; en las mismas, cada cual opina y vota por sí mismo, independientemente que pertenezca o no a alguna organización social o política, no hay dirigentes permanentes ni rentados y todos sus integrantes son responsables de llevar adelante las decisiones adoptadas.
Es habitual escuchar críticas que expresan desprecio y desvalorización de esta forma de organización con argumentos falaces e interesados por parte de aquellos que lucran a costa del trabajo y el sacrificio de la mayoría.
Estas voces ponen de manifiesto el temor fundado a perder sus privilegios de clase por parte de los sirvientes de la burguesía y, a la vez, ratifican que la autoconvocatoria es el camino a seguir transitando para construir poder popular.