El paro del martes pasado puso en un nuevo peldaño la lucha de clases. No sólo coronó masivamente un período de luchas que inauguraron el 2015 y que venía robustecido de ricas y superadoras experiencias de enfrentamiento de la clase obrera en torno a la democracia directa, la autoconvocatoria y la asamblea como institución resolutiva y ejecutiva, puestas en práctica como metodología independiente del tutelaje del sistema; sino que además le dio entidad a la generalización de estas formas de lucha como herramienta de unidad para expresar el enfrentamiento por sus intereses. La clase obrera viene incorporando esta práctica política y el nuevo peldaño del que hablamos implica no solo el enfrentamiento al capital en un periodo de auge como el actual sino, que este período es así porque tiene en su haber estas formas de lucha.
Los trabajadores de las grandes empresas monopolistas del cordón industrial del norte de Buenos Aires, de Zarate- Campana, De villa Constitución, del gran Rosario, de Córdoba, del Sur de nuestro país, desde siderúrgicas hasta autopartistas, desde petroleras hasta automotrices, desde alimenticias hasta petroquímicas, desde agroalimenticias hasta transportes etc. no sólo han desarrollado una huelga contundente sino que han abierto en el seno de la superestructura una nueva grieta, quebrantando el manto electoralista con el que pretendían tapar todo y ningunear la lucha por salarios dignos. Porque la derogación del impuesto a las ganancias no fue la única demanda planteada sino también los aumentos salariales dignos y de una sola vez en su mayoría del 40% o más.
La superestructura ha acusado el golpe. La necesidad de cerrar filas frente al peligro que representa la movilización política de la clase obrera industrial los expone con toda crudeza. La agudización de la crisis política es tal que a horas de haber concluido el paro y aun haberlo apoyado buscan esconderlo. No por el paro en si mismo sino, por la impronta de ofensiva que trae consigo. Es que la lucha de clases no les da respiro. Los posicionamientos de los diversos personajes de esta trama coinciden al unísono en descalificar de inmediato el contenido de esta medida de fuerza. Por ejemplo el secretario general de la UOM y La CGT planteo sin pelos en la lengua que el 80% de los metalúrgicos fue a trabajar, luego que se viera obligado a dejar que los afiliados tuvieran libertad de acción y dieran una firme decisión de parar. El señor Fernandez de la UTA planteando que no hay que hacer mas medidas de fuerza y sentarse a negociar con el gobierno luego que diera abiertamente su apoyo al paro en una actitud digna de un Timoteo Vandor. Por su parte los coqueteos de Daer con el gobierno y con el paro, en una fenomenal voltereta panquequera y así como otros tanto rufianes de este calibre, más cercanos o lejanos, de una u otra central sindical como los Moyano, los Barrionuevo, los Pignarelli etc. que intentan preparar su adecuación a un futuro gobierno de los monopolios bajo lo que ellos llaman unidad del movimiento obrero pero, sometidos a las potencias que han desencadenado y sin poder dominarlas.
Las dirigencias gremiales entreguistas posando en los actos electorales con los personajes de turno, inmediatamente después del paro al que se tuvieron que subir, es solo un botón de muestra de las bufonadas a las que tienen que acudir y del énfasis que pone la burguesía en querer encausar un barco que navega en aguas nada mansas. Por un lado están apurados y por otro, desesperados. Pero no solo ello, esta ambigüedad que destilan los pinta de cuerpo entero. Con este juego oportunista convocando a un paro para descomprimir o criticando un impuesto contra el que no quieren luchar y a la vez apuntando a preparar el camino electoral de su continuidad, como exponentes de los intereses de la oligarquía, se ven jaqueados por los resultados del mismo y obligados por los condicionamientos de las lucha clases a subordinarse a la centralización política que el poder exige. Aquí la situación es dramática pues deben poner paños fríos en una situación que se les fue de las manos. Debido a ello, la crisis política también ha entrado en un nuevo escalón.
Frente a su desprestigio y aunque no únicamente por ello, los analistas económicos de las diversas vertientes políticas acuden en su ayuda. Por si solos ni los Moyano, ni los Calo con los salarios miserables de la UOM, ni los Fernandez y demás caraduras, pueden justificar la continuidad del impuesto aunque se llenen la boca hablando de la injusticia del mismo. Por ello dándoles letra, los analistas salen a decir que este tributo no puede ser derogado. A lo sumo pueden ser modificadas las desprolijidades que tiene, las distorsiones tributarias y técnicas, el decreto presidencial 1242 del año 2013 que centra el impuesto en la franja de salarios medios y deja sin tocar los altos salarios y cuantas cosas más se le encuentren.
“El impuesto al salario -dicen- representa el 23% de la recaudación fiscal de este país, que hoy es mucho decir en una situación cuasi recesiva, es un tributo que crece proporcionalmente a la inflación, que se extiende en proporción al aumento nominal del salario y no al aumento real, que sirve como soporte de las políticas públicas” llámese subsidios a los grandes monopolios; no es casual que la presidenta diga que es un “impuesto solidario”, que está integrado al sistema capitalista como parte de la estructura de extracción de plusvalía a la clase obrera y que no puede ser tocado porque para la oligarquía es el impuesto ideal.
La clase obrera en este nuevo peldaño de lucha por sus intereses históricos ha corrido el velo que encubría el cínico oportunismo de los llamados representantes de los trabajadores, ha puesto sobre la mesa su protagonismo, no ha delegado responsabilidades en ellos. Por el contrario a estas expresiones de lo viejo y putrefacto del sistema, las relega cada vez más con su acción, siendo superadas por nuevas metodologías de lucha y organización, la democracia directa y la asamblea autoconvocada que expresan en su esencia el carácter irreconciliable entre el proletariado y la burguesía. El desarrollo y la generalización de estas formas de lucha, asociadas al proyecto revolucionario, afianzaran el carácter de clase para sí que necesita el proletariado para su liberación.