El espejismo de la democracia burguesa, su decadencia y sus inquebrantables límites para la lucha popular, han quedado al desnudo. Los hechos producidos y por producirse tienen el denominador común de ser claros ejemplos que demuestran el carácter antidemocrático y mentiroso de la forma de estructuración política del sistema capitalista.
En Grecia, la traición del renunciante Tsipras al mandato que el pueblo le otorgó en las elecciones de enero que ganó Syriza, y que fue ratificado en el referéndum en el que ganó abrumadoramente el “no” al acuerdo con la troika, significa hasta dónde una política reformista, que se propone como una salida socialdemócrata que atrasa más de cincuenta años para “resolver” la crisis capitalista, demuestra su impotencia y su fracaso. No es la primera ni la última vez que se traiciona el voto del pueblo, pero en esta etapa de la lucha de clases a nivel mundial ella se transfigura en más lucha y en una derrota de las políticas antipopulares que se florean por Europa. El solo hecho de la renuncia (no importa cual sea su verdadero objetivo) agudiza una crisis social y política para todas las propuestas “maquilladoras” del sistema. Y allí radica su estrepitoso fracaso político e ideológico.
Estas patas cortas de las mentiras reformistas, lejos de ser un golpe a la organización popular (como sostienen ciertos analistas), son un paso adelante en la lucha de los pueblos; significan ir despojándose de los palos en la rueda de la revolución, para importantes masas de Grecia y del mundo. La traición, que otras veces ha significado un retroceso en las expectativas de las mayorías, hoy es un bumeran que se le vuelve en contra a la burguesía monopolista desesperada por desviar la lucha de los pueblos de los caminos de cambio social. Justamente, lo que ratifica el fracaso de Syriza es que la lucha de clases se encuentra al rojo vivo y es la que provoca el fracaso. Es mentira que ha ganado la troika; han ganado la clase obrera y el pueblo griegos al no permitirle a Tsipras consumar dicha traición, lo que agrava la crisis en ese país.
Todo ello significa también un golpe a la democracia burguesa en su esencia: el engaño se confirma como una metodología que las masas no toleran y comienzan a cuestionar abiertamente. Las instituciones estatales, el parlamentarismo, el voto delegado a los “representantes” despiden un olor a podrido que ya nadie puede disimular.
El papel de las clases, el papel del Estado, la organización política de la sociedad, la lucha por el poder para derrocar al capital y erigir verdaderos gobiernos de la clase obrera y el pueblo son los temas que deja abiertos la experiencia griega. Los revolucionarios debemos abordar estos temas abiertamente, sin claudicación ni descanso; es lo que necesita el proceso de lucha de clases abierto en el mundo y en el que el caso griego pone sobre la mesa.
La oligarquía financiera mundial ha querido poner a Grecia como ejemplo de claudicación y desesperanza. El valiente proletariado y pueblo griegos han roto esa estrategia de escarmiento contra los pueblos del mundo. Para estar a la altura del coraje y la decisión de ese pueblo, la lucha revolucionaria y abierta contra el capitalismo y la burguesía monopolista debe redoblarse en cada rincón.