Si algo faltaba dentro de todo el caótico y desmañado capitalismo era que surgiera una encuesta que defina que los trabajadores de nuestro país sean, -laboralmente hablando-, unos de los más satisfechos de la región ¡¡incluso después de México, y por arriba de Chile y Brasil!!
La empresa Ransdtad una de las más grandes corporaciones relacionadas a los servicios de empleo en el mundo que regentea como agencia de empleo la extracción de plusvalía a la clase obrera en favor de los monopolios a nivel global, se ha tomado muy en serio el trabajo de hacer una encuesta que midiera el índice de satisfacción laboral de los trabajadores de 34 países entre los que se incluye por supuesto el nuestro. La encuesta para nada inocente se centra en las expectativas y estado de ánimo de los trabajadores y a partir de allí deduce cuáles son las condiciones políticas que reinan en el seno de la clase obrera. Según la misma, México está con un 81% de trabajadores satisfechos y lidera el ranquing en nuestra región, le siguen nuestro país con el 76 % de trabajadores satisfechos por delante de Brasil y Chile con 72 y 66 % respectivamente.
¿Cómo llegaron a esos resultados? entrevistaron a 405 trabajadores. No se sabe por qué volteretas matemáticas y sesudas -evidentemente de gran profundidad- propias de la sociología burguesa, esta ínfima porción de encuestados representa a los 17 millones de asalariados que hay en nuestro país – (por ir a un solo ejemplo) que no incluye por supuesto a los despedidos recientemente por la misma empresa Randstad. Tales consideraciones son un verdadero misterio que dejaremos que los astrólogos rebelen.
Aun teniendo en cuenta que según la encuesta, los entrevistados debían ser trabajadores que estuvieran en blanco y trabajen más de 24 horas semanales, las conclusiones sobre la satisfacción laboral siguen siendo un verdadero desafío destinado a los míticos ideólogos del capital, que adaptan milagrosamente las condiciones sociales de lucha y hartazgo de la clase obrera y los pueblos del mundo a sus números ideales y con ello intentan convencerse y hacer convencer que la lucha de clases es una mera frase.
La sociología burguesa es enteramente idealista y centra su llamada ciencia, al igual que cualquier otra expresión de los intereses de una clase social que vive a expensas de millones de explotados y empobrecidos, no en la verdad científica expresada sin aditamentos ideales, despojada de toda concepción ajena a su materialidad, sino que en función del sostenimiento del régimen social que pretenden hacer perdurar infinitamente en el tiempo, la idealización de las condiciones del régimen de clase para el sostenimiento de sus condiciones de opresión del ser humano. Es idealista por ser su «ciencia», el producto ideal de una clase caduca que puja por no perecer. El ocultamiento de sus propias condiciones de descomposición no aparecen como tales, como un descarado taponamiento de la verdad, sino disfrazando su régimen por medio de la idealización de las condiciones de explotación.
Ni el mismísimo señor Soros, que regentea otra multinacional del Empleo mundial, muy conocida por la clase obrera llamada Adecco, se atreve a pesar de su condición de exponente de la oligarquía financiera a semejantes garabatos destinados al gran engaño y esconder una realidad ineludible: la lucha de clases cada vez mas álgida a nivel mundial que se revela como incontenible. Al tomar en consideración estado de ánimo y expectativas, evidencian claramente sus preocupaciones. Estos números para nada inocentes son sumamente reveladores de las preocupaciones del poder, que se esmera en evitar que el cuestionamiento a las caducas relaciones de producción burguesas que se expresa en frontal lucha contra todo este brutal régimen social que es el capitalismo, sean la medida para describir el socavamiento político que sufre con cada paso que el movimiento de luchas en el mundo avanza.
La lucha de clases fustiga con su azote las caducas relaciones de producción capitalistas y la «ciencia» burguesa, su sociología de clase, lo único que revela con sus encuestas es cuán profundas son las grietas que las luchas de los trabajadores y los pueblos del mundo han abierto en un régimen supuestamente destinado a la eternidad.